Coronavirus en Argentina. Sabrina Ajmechet en la maratón de la peste

Este encierro me encuentra leyendo el diario de Mario Levrero que sirve de prólogo a La Novela Luminosa. Con la consigna de escribir sí o sí todos los días, el uruguayo

narra la cotidianeidad de un encierro. No de uno forzado, como es nuestra cuarentena, sino de uno elegido y posible gracias a una beca Guggenheim. Para algunas personalidades, para algunas actividades profesionales, el encierro es un lugar habitual, productivo e, incluso, elegido.

Me leo escribiendo esto y me sorprendo. Soy una persona social y sociable. Salgo mucho, tengo amigos, necesito verlos. Con la cuarentena pasé mi vida a Zoom. Cada noche tengo agendada una charla con gente que quiero. Alguna terminó en borrachera de whisky, otra en un dígalo con mímica a distancia. Mi vida habitual, solo que transcurriendo enteramente entre las paredes que llamo hogar.

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Esa es una de mis rutinas, de muchas que adquirí. Me levanto, me lavo la cara con todos los pasos que nunca tengo tiempo de hacer, hago la cama y limpiamos junto con mi marido la casa. En el medio, desayunamos y empiezo el último de mis nuevos trabajos: maestra de 3er grado. Por plataforma digital llega la tarea de Isabella, mi hija de 8, que lleva 12 días de encierro y ni una sola queja. Descubro que a muchos chicos no les afecta no salir de su casa, incluso a la mía, que “en la vida real” cada sábado a la mañana espera que me despierte para preguntar: ¿Cuál es el plan del fin de semana?

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Que la cuarentena nos haya tocado en el 2020 hace que pueda mantener todos mis otros trabajos. Mis clases en la universidad se mudaron a Zoom y comienzan la semana que viene. Empiezo también con un taller de historia, que íbamos a hacer en una casa y con empanadas y vino para cerrar después de dos horas de hablar de Sarmiento. ¿Qué hago con el taller? me pregunté hace unos días. Decidí hacerlo online y me sorprendió que los asistentes se entusiasmaran, al tiempo que me maravilló la posibilidad de sumar a algunos que están en otras provincias y también en otros continentes. Abrí una cuenta de paypal y cobré un curso en euros, eso es gracias a vos cuarentena.

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Puedo hacer bromas, puedo ver partes luminosas de esta distopía. Creo que es porque estoy ocupadísima. Hoy fue el primer día que dormí una siesta. Antes que esto todas fueron jornadas de trabajo más largas que las larguísimas jornadas de trabajo que tengo habitualmente. Estar ocupada me ayuda mucho y creo que ahí tenemos que estar agradecidos los que nos dedicamos a leer y a escribir, y a otras formas de creación que alejan a nuestras cabezas de la realidad de encierro.

Ajmechet es historiadora, politóloga y directora del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL)

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