Los dilemas que imponen la soledad y la lejanía

Era estudiante de periodismo pero ya trabajaba en un diario de Rosario. El ministro de Educación del entonces general Viola, Carlos Burundarena –hoy más recordado por su hija, la caricaturista Maitena–

viajó a Casilda. Me pidieron que cubriera el acto –¿algo vinculado a la facultad de Veterinaria?– y allí fui. Si la memoria no me engaña, ante una pregunta mía dijo que el Estado estaba pensando en arancelar o aumentar el arancelamiento –ya no recuerdo– de las Universidades.

Mi grabador, esos de casete que hoy están en museos, falló y no registró bien. La incertidumbre me invadió. Intuía que la noticia estaba ahí pero al volver a la redacción no me animé, encabecé la información con otro tema y luego “colé” lo del pago. Otros medios hicieron lo correcto y se quedaron con mi pregunta en primera plana.

Me sentí mortificado; durante mucho tiempo me persiguió la pregunta de por qué no había titulado con el arancelamiento. Si lo había escuchado, aunque ya no tuviera la cinta… Luego de varios años, descubrí la respuesta: era demasiado joven, inexperto, dudaba y no tuve con quien consultarlo. Esa soledad me jugó una mala pasada: me impidió avanzar, hacer lo que debía. De alguna manera, en una escala nanométrica que a nadie le importa, cometí mala praxis.

Pensé en esta experiencia ahora que estamos sumergidos en el coronavirus. Pensé en los médicos que empezaron a tratar a un enemigo sin tener idea de cómo se comporta y debieron diseñar estrategias, a menudo poco exitosas en casos graves. Y en algunas lecturas complicadas de lo que es el tratamiento en hospitales devastados. Y en los miedos que se generan en las casas de los enfermeros, kinesiólogos y médicos, puertas adentro.

Pero la imagen que no dejó de perseguirme fue la de comunidades chicas. O al menos así lo percibo. Como una valla a atravesar: ven menos casos que en los grandes centros pero cuando les toca tienen que actuar más solos en la urgencia si algo se desmadra. Ese es el desafío: la intensidad redoblada por la lejanía. Algún día terminará la cuarentena, pensé, y me dedicaré a averiguarlo.

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Clarín

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