Cómo preservar el aparato productivo: una propuesta para discutir

Por Gabriel Rubinstein, economista. Director de GRA Consultora y ex representante de Economía en el BCRA.

 Los dos objetivos sociales y económicos centrales de esta etapa de cuarentena son los de “proteger

a las familias” y “preservar a las empresas”. Esto es ampliamente aceptado, empezando por el propio presidente Alberto Fernández.

Proteger a las familias es asegurar ingresos para todos, y el gobierno se viene moviendo bastante en este sentido (AUH, jubilados, ingresos familiares, etcétera).

Preservar a las empresas, en un sentido amplio (incluyendo toda clase actividades profesionales), es una tarea más compleja, y que requiere tener claridad sobre varios conceptos, como los siguientes:

1) Tener claro que ha habido una decisión oficial (apoyada por gran parte de la oposición y de la sociedad) de poner en marcha un estado de cuarentena muy amplia, que equivale en economía, a haber decidido “hacer colapsar a la actividad económica” (PIB) y haber decidido, entonces, un severísimo “desestímulo”.

2) Por eso no hay que hablar ahora de paquetes de “estímulo”, cuando la decisión básica es de “desestímulo”. Se trata de implementar paquetes de “protección a las familias” y de “preservación de las empresas”.

 3) Las empresas serán preservadas, si pueden salir de la cuarentena como entraron. Como si fuera un 1 de enero. El día 2 de enero las empresas están igual que el 30 de diciembre. En este larguísimo feriado, desde el 21 de marzo hasta fin de la cuarentena (fecha incierta), no deben acumular pérdidas ni quebrantos. Ni deben quedar endeudadas.

4) Considerando el universo amplio de empresas que han visto reducidas sus actividades en forma muy considerable (muchas el 100% de caída), está clarísimo que sin ingresos, no deberían tener gastos. Esto es, las empresas no tendrían que pagar salarios ni sueldos. Ni tampoco impuestos devengados en este período (típicamente cargas sociales y parte proporcional de impuestos fijos).

5) Aquí conviene diferenciar las ayudas por problemas de “liquidez” (que se arregla con más crédito bancario y fiscal), de los problemas de “solvencia” (por falta de ingresos). Los créditos pueden ayudar, pero lo central en este período, es atender a los problemas de solvencia: muchísimas empresas no tienen ingresos para pagar sueldos y no es conveniente se endeuden para ello, ya que sería una “mochila”, que llevaría luego a muchos quebrantos y deudas incobrables.

6) Las empresas necesitan, entonces, que se posterguen vencimientos de créditos e impuestos, pero necesitarían también que idealmente, el 100% de los sueldos y salarios que paguen, sean afrontados por el Estado.

7) El Estado ha dado un paso en esa dirección, vía decreto 332 y vía programa Repro, pero ambos son muy insuficientes ($85,000millones contra más de $400,000 que serían necesarios).

8) Sería altamente conveniente que el Estado propicie bajar los sueldos y salarios para que la carga fiscal sea menor. Tanto en empresas privadas, como en el sector público (nacional, provincial y municipal).

9) La baja de sueldos no debe verse como un tema que crea una “espiral descendente”. No es así en este caso. La gente que recibe ingresos al 100%, hoy no puede gastarlos como antes: no puede gastar en transporte, cine, salidas, compra de ropa, etcétera. Si se bajaran los sueldos de quienes no están trabajando, por ejemplo un 30%, seguirían gastando con comodidad en los bienes esenciales. Tendrían menos sobrantes de dinero (una suerte de ahorro forzoso que se verá en la suba de circulante y de depósitos a la vista). Cuando volvieran a trabajar, cobrarían 100% y todo seguiría como antes.

10) El grueso de quienes son empleados en la administración pública (nacional, provincial y municipal) que no trabajan, o trabajan muchísimo menos, tampoco consumen como antes y si resignaran un 30% de sueldo podrían seguir viviendo bien (o tan mal como antes), hasta que terminase la cuarentena.

11) Si el Estado permitiera o facilitara que se bajen los sueldos tanto en el Estado como en el sector privado, su pagos directos e indirectos (subsidios a las empresas para que paguen los salarios) se reducirían. Las empresas quedarían “solventes” (sin nuevas deudas ya que los salarios los pagaría el Estado) y el Estado reduciría las necesidades de emisión monetaria o bonos.

12) Nuevos impuestos a los ricos. No veo mal se haga esto, pero deberíamos tomar el ejemplo de lo que se propone en Europa. Allí el impuesto comenzaría con patrimonios de US$ 2.200.000 y no de US$120.000, como se propone acá, lo cual castiga más aún a la clase media.

13) Menores sueldos del Estado (pagos directos), menores subsidios (si bajan los salarios privados y el Estado afronta el 100% de los pagos salariales) y mayores impuestos a la riqueza (verdadera riqueza, sin afectar a la clase media) ayudarían a mitigar el costo fiscal. Pero este costo fiscal igual podría ser muy alto. Y habrá que financiarlo con emisión monetaria o nuevos bonos.

14) Sería un buen momento para emitir “bonos solidarios” (por ejemplo, ajustables por CER), para que sean adquiridos por asalariados (sobre todo los que trabajan y seguirían cobrando 100% de sus sueldos) y empresarios. Incluso los empresarios más ricos podrían comprar una parte más significativa de estos bonos, en forma acordada con el Gobierno.

15) De todas maneras cabe prever un alta expansión monetaria. Esta expansión monetaria, deberá en un futuro: a) en parte ser reemplazada por nuevos bonos (habrá más espacio en el sistema financiero porque los depósitos crecerán más que los créditos), y b) en parte ser “licuada” por la inflación. No se requerirá ningún “fogonazo” devaluatorio ni hiperinflacionario (si se hacen las cosas bien). Sí se requerirá que la inflación con la que ya convivimos, baje más lentamente que lo que podía bajar antes de la Pandemia.

De modo que, si se pone el énfasis en la “solvencia” (más que en la “liquidez”), lo que implica que parte importante de los salarios privados (que convendría bajen) los pagara el Estado, al salir de la cuarentena, las empresas quedarían tan solventes como antes. Y de esta manera quedarían “verdaderamente” preservadas.

El gobierno ha dado pasos en esa dirección, pero si hubiera más claridad sobre la dinámica macroeconómica en curso, seguramente obraría con más decisión, y menor temor al error. No le tendrían miedo a pagar el 100% de los sueldos privados, ni a bajar los salarios públicos y privados, ni a la emisión monetaria (porque contarían con un plan de colocación de bonos y de inflación menos baja que antes), y la recuperación posterior de la cuarentena podría ser bien vigorosa, recuperando en poco tiempo todo lo perdido en materia de PBI. Vale la pena recordar lo que decía Franklin D. Roosevelt de cara a la crisis de los años 30: “A lo único que tenemos que temer es al temor mismo”.

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