Llamadas para la esperanza

La pandemia de coronavirus ha dibujado un panorama de alarma, miedo al contagio y aislamiento que inquieta al conjunto de la sociedad. Este escenario es más angustioso, si cabe, para ancianos, enfermos

y personas con problemas de salud mental. Todos ellos representan el público que más recurre a teléfonos de ayuda y emergencias como el 112 o el 061, desbordados desde hace días por la oleada de casos de Covid-19. Afortunadamente, tienen una alternativa: el 682 900 500. Este es el número de atención del histórico Teléfono de la Esperanza, un servicio solidario que estos días se está desempeñando a fondo para ofrecer una atención personalizada y cálida a quienes necesitan compañía y, sobre todo, alguien que escuche sin prisas y sin juzgar en un momento de incertidumbre generalizada. «Nuestro lema, estos días es contagiemos esperanza», explica Esperança Esteve, responsable de una línea gratuita que cada año recibe unas 30.000 llamadas de toda España. El teléfono, creado por el sacerdote Franciscà Jesús Biain hace más de 50 años, se reivindica como un espacio anónimo, abierto, libre y sin tendencias políticas o religiosas. Nació inspirado por un proyecto similar aparecido durante la II Guerra Mundial en el Reino Unido. Ahora, se prepara para dar el salto a la atención vía Whatsapp. «Atendemos a mayores, enfermos, mujeres maltratadas, jóvenes con pensamientos suicidas o gente del colectivo LGTBI, aquí llama de todo», resume Esteve. No obstante, desde que se decretó el estado de alarma, prácticamente todas las consultas giran alrededor de un solo tema: la pandemia de coronavirus. «Al principio se veía como un tema remoto, futurible… Ahora sale en todas las llamadas. Hay una sensación general de incertidumbre y miedo, a la muerte especial», apunta la directora del teléfono. Despedidas Los 200 de voluntarios de la entidad tratan de acompañar a sus interlocutores desmontando sus inquietudes sin dar órdenes, escupir consejos o emitir juicios de valor. No hay límite de tiempo. Ahora mismo la entidad trabaja las 24 horas del día en tres turnos de ocho horas. Cada «telefonista» responde, confinado desde su casa, entre siete y veinte comunicaciones diarias. «El confinamiento redobla la sensación de miedo y aislamiento, por eso tenemos que dejar claro que hay espacios, como el nuestro, pensados para que nadie esté solo estos días», reivindica Esteve. Con todo, pide al conjunto de la comunidad que estos días se implique para acompañar al entorno más inmediato, como los ancianos que viven en nuestra escalera. «Solo con preguntar a un vecino qué ha cenado ya se rompe ese aislamiento, es un pequeño gesto puede ser mucho más reparador de lo que imaginamos», apunta. Carles Villanueva (60 años) es uno de los voluntarios del Teléfono de la Esperanza. «Vendí mi empresa y empecé a colaborar. Como directivo me pasé décadas con una dinámica de problema, solución, problema, solución… Aquí he aprendido a escuchar y ayudar», comenta orgulloso. Antes de coger su primera llamada Villanueva tuvo que superar una exigente formación. Luego, pasó varios años en el turno de madrugada, uno de los más duros. «Las llamadas de personas que se quieren suicidar son las más impactantes. Solo podemos acompañar, a veces hasta la despedida», confiesa. Conservar la distancia Uno de los mayores retos para voluntarios y usuarios es conservar la distancia psicológica, básica para garantizar un servicio cuya puntal es el anonimato. En ningún caso el usuario puede conocer personalmente a quien está al otro lado de la línea. Tal y como destaca Villanueva, estos días su labor se centra básicamente en tranquilizar a quienes llaman, recordar las consignas oficiales y paliar la soledad: «El teléfono es vital, somos algo así como una barrera de contención, que escucha, ayuda, atiende. En definitiva, una válvula de escape contra el aislamiento que incluso recomiendan muchos psicólogos».

FUENTE DIARIO ABC:

https://www.abc.es/espana/catalunya/abci-llamadas-para-esperanza-202004131013_noticia.html

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