Un día en la vida de una docente durante la cuarentena

haciendo otras tareas similares). Entonces, si la corrección de seis trabajos lleva casi dos horas quiere decir que la de la totalidad del curso llevará casi 12 horas. Sí, 12 horas por cada curso. Y sólo de las tareas de corrección.

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Ahora, pensemos que el cerebro humano no puede prestar atención por más de dos horas seguidas sin un descanso. Si sumamos un descanso de 15 minutos cada 2 horas, la corrección de los trabajos de un curso estaría llevando unas 13 horas y media. El día tiene 24 horas y recomiendan dormir siete para estar saludables.

De este modo, la cuenta me da 20 horas y media para corregir todas las tareas del curso y descansar lo necesario. Por lo que nos quedarían tan solo tres horas y media para comer, bañarnos, ir al baño, compartir tiempo con la familia y, no nos olvidemos, de ver un rato de televisión y ¡responder los mails!

¿Qué quiero decir con todo lo anterior? Sólo que nos tengan un poquito de paciencia si demoramos en corregir la tarea. Desde el primer día del profesorado supimos que nadie nos iba a pagar horas extra por el trabajo en casa. Eso lo asumimos desde que elegimos la docencia, pero como mínimo merecemos paciencia y buena predisposición.

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Irrumpe la educación a distancia

Nos enseñaron a usar un rota folio y tiza y de pronto tenemos que ser expertos en clases virtuales, en el uso de Zoom, Drive, Classroom y conversores de archivos.

Y no olvidemos que nadie nos dio cursos de nada. Vamos aprendiendo e investigando con colegas que a veces se vuelven un gran soporte cuando flaqueamos por el agotamiento. Porque cuando la mente se cansa es más difícil de recuperar que el cuerpo.

Y en esta breve descripción de la situación que vivimos los docentes se acaban de ir mis 15 minutos de descanso. ¡Vuelvo a seguir corrigiendo que el bebé duerme!

Romina Paula Dossetti

Profesora de inglés

romina.dossetti@gmail.com

OTRAS CARTAS

Coronavirus: reflexiones, política y propuestas

• Estar separados es estar unidos. Si me lo hubiesen contado no lo creería, pero hoy lo vivo. Quién iba a pensar que después de tanto tiempo volvería a jugar a las escondidas, solo que esta vez desconozco a quien quiere descubrirme. Pero si me quedo en casa no puede verme, ni olerme, ni tocarme. 

  Hoy esconderme no es un juego, es una responsabilidad civil para cuidarme y cuidarte. A pesar de estar sola en casa, me siento acompañada por mis seres queridos, con los que me mantengo en contacto y por sobre todas las cosas, me siento acompañada por millones de personas que comparten esta misma responsabilidad de quedarse en su propio escondite, “su hogar”.

  ​Todavía no sabemos qué tipo de fantasma nos está acechando, lo que sí sabemos es que no se destaca por ser amigable como el fantasma Gasparín. Este espectro no tiene forma y no sabemos en qué lugar fuera de nuestro hogar puede estar esperándonos. Con nuestro aislamiento vamos descubriendo su gran vulnerabilidad. No necesitamos armas nucleares para hacerlo desaparecer.

  ​Quedarse en casa es el mejor armamento para combatirlo. Por eso hoy más que nunca siento que “estar separados es estar unidos”.

Fabiana León

fabileon71@gmail.com

• Yo no quiero ser Moyano. Nací en un pueblo del Interior en una familia de seis hijos, todos profesionales porque había que estudiar. Empecé a trabajar a los 22 años como técnico. Soy ingeniero, trabajé en Somisa (empresa estatal), Siderar (empresa multinacional), en Techint, en agroexportadoras multinacionales y ahora en una Pyme. Produje toneladas de acero y embarqué toneladas de granos. 

  Siempre pagué impuesto a las ganancias y así la Afip recibió el 35% de mi sueldo durante los últimos 20 años. Viví empresas estatales donde reinaban los vagos y multinacionales que siempre arreglaban con el gobierno de turno. Sindicalistas que entregaban a los trabajadores y otros que pedían mejoras racionales mezcladas con inclusión de beneficios particulares. Siempre había dinero de por medio: para la empresa, para el sindicato, para el gobierno. Los trabajadores son rehenes. Vi a los camioneros bloquear las vías del tren hasta hacerlo desaparecer. Vi como los que pasaban primero eran los amigos o testaferros de los sindicalistas.

  Terminaron todos ricos: empresarios, sindicalistas y políticos. Ahora, en el otoño de mi vida, sé que esto no va a cambiar y que está en la esencia de la mayoría y accionan por conveniencia personal. Yo no quiero ser Paolo Rocca, yo no quiero ser Hugo Moyano, yo no quiero ser político.​

Leandro Raúl Tiseyra

ltiseyra@gmail.com

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Tras los elogios a Hugo Moyano, Alberto Fernández busca compensar a la CGT y almuerza con su cúpula

• El poder. Alfredo Yabrán dijo con razón que en Argentina “el poder es impunidad”. Quizás en todas partes. Alejandro Borensztein en una de sus columnas del domingo afirmó que hoy por hoy hay que mimarlo a Hugo Moyano: “Si Moyano se enoja, en dos días nos quedamos sin comida, sin plata en los cajeros, sin nafta en los surtidores y en una semana nos tapa la basura”.

  Esto es absolutamente cierto. Por lo tanto, Moyano y su familia, por el imperio de un modelo ideado e instalado por un gobierno anterior, tiene una suerte de impunidad por hechos pasados, actuales y futuros. Esto quiere decir que mientras tanto todos los ciudadanos somos iguales ante la ley, excepto los integrantes de la familia Moyano y sus asociados. Y, muy razonablemente en medio de una pandemia, el Presidente intenta evitar un conflicto, exagerando elogios a él y su familia.

  ​Aceptar este tipo de chantajes es algo que debemos evitar en el futuro en defensa de la democracia. Lamentablemente, no es el momento de hacerlo.

Alfredo Andreotti

xintetico@mac.comad.

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Coronavirus: el desafío de construir una intimidad sin besos

• Costumbres nuevas. El Covid-19 vino a imponer nuevos hábitos y costumbres. Ahora, para salir de casa necesitamos llevar barbijo, lentes y un pote o pulverizador con agua con lavandina o alcohol. Al volver al hogar hay que sacarse la ropa y lavarse las manos, entre otras medidas de higiene.

  Todo esto genera en el aislamiento la sensación de que estamos en verdaderas trincheras como jugando al Gran Hermano. Lo que, a su vez, provoca ansiedad, depresión, adicciones de todo tipo (tecnología, comida, sustancias).

  ​En contrapartida, debemos hacer laborterapia, musicoterapia, jugar, bailar, leer, alimentarnos bien (con agua, frutas, verduras, legumbres, nueces), realizar actividad física y darle rienda suelta a las emociones positivas que van a ir cambiando los hábitos en nuestras vidas.

Héctor Hugo Montero

monterohh@yahoo.com.ar

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Diputados: rechazo opositor al proyecto del ala dura K de un impuesto a las “grandes fortunas”

• Tributos en estudio. Impulsar nuevos impuesto o aumentarlos en la crisis, como propone el Gobierno, denota una carencia de conocimiento sobre sus efectos.

  Generalmente un aumento de tributos no pone fin a la caída de la actividad económica, sino que la agudiza porque resta recursos a los privados para crear nuevos puestos de trabajo.

  Si la crisis es producto de una parálisis en la economía con un descenso de la inversión y el consumo, en ese clima caen los resultados de las empresas y el valor de los patrimonios y con ello la recaudación que sostiene al Estado.

  ¿Quien va a poder pagar las tarifas de los servicios públicos? ¿Cómo se cubrirá el déficit fiscal? ¿Con emisión monetaria? Ya conocemos sus consecuencias. Si las ganancias caen no solo no habrá recursos para invertir, tampoco los habrá para pagar nuevos impuestos.

  ​Impulsar tal proyecto es pretender apagar un incendio con nafta.

Víctor la Pietra

lapietrav-@hotmail.com