Entraba en clase libro en mano, con pasitos cortos. En esas clases con paredes de gotelé amarillo crema, pupitres verdes y ventanas granates. Hacía tiempo que habían sustituido las pizarras por los
fríos tableros blancos, pero el aula seguía cubierta por una capa de polvillo de tiza que se había incrustado ya en las superficies. La habitación olía a hormonas y a rotulador. Pero ella entraba, dejaba el libro reposar abierto sobre su mesa y, sin parar la vista un segundo en él, empezaba a explicar. Todos los autores y lugares brotaban de su voz, y el contexto se desdibujaba. ¿Dónde estábamos? Quizá en el París de Molière y su «Tartufo», o viajamos al romanticismo a conocer al Don Juan de Lord Byron, o a la Inglaterra Isabelina de Shakespeare a disfrutar de una de sus grandes tragedias… La clase, el instituto y todo lo demás quedaba atrás para hablar de lo divino y lo humano plasmado en miles de páginas a lo largo de toda la historia de la literatura universal. Pilar hizo de la literatura algo tangible para mí, algo experimentable, algo que, si realizaba un gran esfuerzo, algún día puede que llegase a comprender. Siempre fui buena estudiante, a veces por sentido de la responsabilidad, otras porque estuve tan sola que el único consuelo lo encontraba enterrando la cabeza en los libros, y en contadas ocasiones durante el instituto por desasosiego de conocimiento. Literatura universal fue una de estas contadas ocasiones. Pilar, con ese libro morado con el lomo negro debajo del brazo, me descubrió a Simone de Beauvoir, las hermanas Brontë, Orwell, Emily Dickinson… Pilar me descubrió lo que había detrás de sus obras y lo inmadura que era al pensar que las entendía (cosa con lo que no estuve de acuerdo y que no dudé en hacerle saber entonces). Pilar me enseñó a leer con 17 años. Y creo que nunca se lo agradecí; desde luego no lo suficiente. Es cierto que últimamente no he acudido a los autores tanto como debería; pero, aún ahora, casi seis años después, sigo guardando ese libro de texto y ojeándolo de vez en cuando. Pilar, me regalaste algo increíble, la posibilidad de vivir miles de vidas a través de las palabras de otros más sabios. Me ayudaste a construirme, eres una de las personas gracias a las que hoy escribo. Gracias por tu trabajo, paciencia y dedicación. Pilar, gracias por enseñarme a leer.
FUENTE DIARIO ABC: