No todo es solidaridad y buenos deseos en estos momentos tan excepcionales de confinamiento forzoso. La mezquindad se abre camino también entre las muestras de generosidad. Que se lo pregunten a José
Antonio, empleado de un supermercado de Noia (La Coruña) que la noche del pasado lunes se encontró en la puerta de su casa un anónimo dentro de un sobre blanco, supuestamente de sus vecinos, en el que se le instaba a buscarse «otro lugar donde alojarte por el bien de todos». Los autores de la misma no tuvieron a bien firmarla ni identificarse. «La primera idea que me vino a la cabeza es que mis vecinos se habían reunido y decidido eso», explica José Antonio en conversación con ABC, «pero fuimos puerta por puerta y nadie sabía nada. Incluso otros vecinos que trabajaban también de cara al público se indignaron bastante con el mensaje, porque me decían que mañana podían ser ellos los señalados». Hasta el momento no se ha identificado al autor de la misiva. «El mayor disgusto me lo llevé por mi mujer, que está embarazada y acabó llorando» de rabia e impotencia. «No dormí esa noche pensando en qué le puede pasar a alguien por la cabeza para hacer esa nota», relata este empleado, «si está preocupado por su salud, ¿por qué sale de casa a dejar esa nota? ¿Y por qué no se cambia él de domicilio?». José Antonio, además, reconoce que desde que se decretó el estado de alarma «he tomado mis propias precauciones, no usando el ascensor del edificio, limitando el contacto con pasamanos y barandillas» y maximizando las medidas de higiene en su puesto de trabajo. «No necesito lecciones de nadie», subraya. La intolerancia anónima se ha tornado en generosidad con nombre y apellidos. En el ascensor se acumulan las notas de cariño de sus vecinos a José Antonio y su familia, «incluso alguna con improperios al autor de la sonrojante nota». Tan es así que este matrimonio ha agradecido el apoyo recibido, y dejándole además recado al preocupado anónimo: «Tenemos timbre, así que cuando quiera puede llamar a la puerta y decirnos lo que sea». Estas reprobables muestras de mezquindad empezaron señalando a los sanitarios que se juegan la vida para salvar la de los enfermos por coronavirus. Pero esta misma semana ya saltó a otros sectores, como le ocurrió a una cajera de supermercado en Cartagena. «La carta que me dejaron tiene las mismas frases que el que le dejaron a esa compañera de Murcia, así que sospecho que debieron sacarlas de internet y alterar un poco el orden. Además, las escriben en mayúscula para dificultar la identificación». ¿Y si todo fuera una broma de pésimo gusto? «Eso llegué a decirle a mi mujer para que no se preocupara». Al día siguiente, José Antonio volvió a su supermercado para recibir el ánimo y apoyo de sus compañeros y seguir desempeñando, él sí, una actividad esencial para aguantar este contexto excepcional que está tocando vivir. «Nosotros no salvamos vidas como los sanitarios, pero sin los comercios que estamos abiertos, la gente perdería la cabeza».
FUENTE DIARIO ABC: