Miguel Barba abre la gasolinera de Toro (Zamora) a las 6.00 horas. Aún no ha salido el sol cuando llega el primer vehículo en busca de «alimento». Su rutina diaria ha dado
un giro de 180 grados con el asentamiento del coronavirus. Ahora tiene menos trabajo que nunca. «Cada vez vienen menos coches para que les llenemos los depósitos. La pandemia ha afectado mucho a nuestro sector», lamenta. Su día a día le «encanta», se divierte con la clientela y conoce a personas de «cientos de lugares». Pero el estado de alarma decretado ha privado a este joven de 22 años de todo eso: «Las jornadas se hacen eternas, las ventas de diesel y gasolina han caído un 90 por ciento y ya no sabes qué hacer en las horas muertas que tenemos cada día». Pese a la «importante» pérdida de clientes, Barba tiene respeto al temido virus. «No tengo miedo cuando lleno un depósito, pero sí cuando pienso en mi hija. No sabes lo que te vas a encontrar. Hay gente que todavía se lo toma a broma y que piensa que el problema solo se encuentra en las grandes ciudades y no en su pequeño pueblo», afirma. Su gasolinera equipó a los trabajadores desde el primer minuto con las medidas propuestas por los expertos de la crisis sanitaria. «Guantes, mascarillas, geles… Cualquier cosa viene bien para no contagiarte y no transmitírselo a los clientes, que son los que más importan», sostiene. De uno en uno en la tienda La otra medida que han tomado es la de obligar a los consumidores a entrar de uno en uno en la tienda, ya sea para comprar o para pagar el gasoil. «Al principio había que recordarlo porque nadie hacia caso, pero ahora ya todo el mundo cumple la norma», explica. El negocio en el que trabaja Barba es uno de los puntos del municipio zamorano que vende más pan al día. «Esto es algo que también se ha notado por el coronavirus. Antes cocinábamos muchas más barras y panes que ahora», asegura.
FUENTE DIARIO ABC: