José María Basanta vive en Tres Argentos, partido de Carmen de Areco. De profesión es ingeniero agrónomo, pero su vocación de servicio lo llevó a transitar 35 años como contratista forrajero.
Formó parte del grupo inicial que fundó la Cámara Argentina de Contratistas Forrajeros (CACF), la cual surge después de la crisis del 2001, para encontrarle la vuelta a salir de quiebre.
“La actividad como contratista fue un factor muy importante en todo el desarrollo humano y económico de nuestra familia”, expresó. Basanta tiene 64 años, está casado, tiene dos hijos varones y una mujer, cinco nietos y uno en camino. En la última edición de Expoagro 2020 edición YPF Agro, recibió una gran sorpresa, dado que fue reconocido como contratista por CACF. “No me lo esperaba. Fue una caricia al alma”, destacó.
Quienes lo conocen, aseguran que se caracteriza por su buen humor y por tener una mirada positiva. Colaboró en innumerables proyectos internos de la CACF, delineando las bases del sistema de Precios de Referencia y financiación. Organizó más reuniones zonales que ningún otro asociado, tratando siempre de unir a los contratistas de una misma zona, capacitarlos y presentar información de relevancia para el sector.
Basanta tiene 64 años, está casado, tiene dos hijos varones y una mujer, cinco nietos y uno en camino.
Conocedor del mercado de la leche como pocos, defendió siempre los costos reales de los equipos al compararlos en litros de leche pre o post campaña. Dado que trabajó en el departamento de asistencia técnica a los productores de La Serenísima desde el año 1978 al 1986.
En este contexto, cabe preguntarse como llego a ser contratista: “En 1983, con mi hermano comenzamos a ofrecer el servicio picado y de alguna manera, nos transformamos en alguno de los iniciadores del tema sin buscarlo”.
Dedicados al ensilado y henificado de forrajes para alimentación animal, Basanta destacó cual es la mayor responsabilidad de un contratista forrajero: “Es clave saber que uno está brindando un servicio y de acuerdo al conocimiento, capacidad y formación, debe buscar la forma de que ese alimento se lleve adelante de la mejor manera posible para que reditúe en lo que el productor necesita: alimento de alta calidad, y energía”. En la misma línea, resaltó; “Es fundamental no fallarle al productor en obtener ese producto de excelencia”.
La palabra alimento, inmediatamente se traslada a la relación campo/ciudad. En este sentido, el contratista de Tres Arroyos, reflexionó: “A nosotros como productores nos parece que nuestra actividad es la única o la más importante, y en realidad, somos un eslabón de una cadena enorme”. A modo de autocrítica, ejemplificó: “La forma de expresarnos, por ejemplo: cuando hablamos del sector agropecuario, a partir de esa palabra ya estamos generando una división”.
Para Basanta, “esta situación que estamos viviendo ahora (al referirse al COVID-19) puede tener un aspecto positivo a futuro: darnos cuenta que todos somos necesarios en el desarrollo y crecimiento de un país, tenemos que ponernos en el lugar del otro”.
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