Carlos Lamela: «El recelo que ha causado la pandemia tardará mucho tiempo en desaparecer»

—¿Una gran ciudad, como Madrid, vacía, sin coches, comercios abiertos ni peatones, en qué se convierte? —La propia definición clásica de ciudad, que proviene etimológicamente del concepto de ciudadano,

significa, que, sin sus habitantes, una ciudad no es nada. Una urbe sin las personas que la habitan, que caminan por ella, que trabajan, que comercian, que van a sus espectáculos culturales o deportivos, que se divierten, se relacionan o simplemente se desplazan en sus diferentes medios de transporte interno, no es nada. Ninguna ciudad, y Madrid no es una excepción, está pensada para que sus habitantes permanezcan en sus casas. —¿Qué revela la crisis sobre nuestra relación con los lugares donde vivimos? —Sobre todo, que estamos en un mundo mucho más frágil de lo que pensábamos. El ser humano, y mas aún el urbano, había llegado a interiorizar un nivel de autoestima y autocomplacencia excesivo, creyéndose casi invencible, y con capacidad de atajar mediante las herramientas que le ha dado el progreso tecnológico prácticamente cualquier situación adversa, pensando que disponía de una auténtica «patente de corso». La pandemia nos debe hacer reflexionar sobre la realidad: somos mucho más vulnerables de lo que pensábamos. —¿Vamos a vivir un proceso de desurbanización y de centros urbanos menos masificados? —El proceso de macrourbanización, en el que llevamos inmersos más de un siglo, no va a paralizarse. A pesar de guerras pasadas o pandemias mucho más mortíferas que la presente, los humanos nos hemos ido agrupando en núcleos urbanos, ya que somos seres sociales y lo que valoramos más en nuestras vidas es el contacto entre nosotros… En el momento en el que un transporte asequible y seguro posibilitó el movimiento de las personas y supuso poder abandonar el mundo rural poco denso, esto ha sido una carrera imparable, y la tendencia no va a cambiar. Lo que quizá sí podrá variar, al menos en los próximos tiempos, es el hábito de acudir a grandes aglomeraciones, fiestas populares e incluso eventos deportivos multitudinarios. El recelo que ha causado la pandemia tardará mucho tiempo en desaparecer. —¿Puede afectar la pandemia a algunos de los grandes proyectos en marcha en Madrid? —La previsible gran crisis económica que esta pandemia va a provocar puede producir una ralentización de muchas inversiones, tanto públicas como privadas. La Administración deberá priorizar sus inversiones y posiblemente reestudiarlas. Hay que revaluar todo lo relacionado con el transporte. En unos años notaremos una desaceleración en el número de pasajeros y viajeros en los tráficos aéreos y ferroviarios. La población va a desplazarse menos y el turismo se verá muy afectado. Posiblemente, se dé prioridad a las inversiones relacionadas con la salud y toda la industria auxiliar. Además, la población va a ser mucho más cauta a la hora de gastar e invertir sus ahorros y evitará endeudarse. —Desde hace cientos de años, el sentido de una casa ha sido la seguridad. ¿Cómo va a cambiar esta percepción tras la pandemia? —En estas situaciones de incertidumbre, la mirada de las personas se dirige a los valores seguros: la familia, la educación, las propiedades fundamentales… Y, dentro de éstas, la vivienda. El concepto de tenencia de la vivienda en propiedad no va a verse afectado. Es posible, incluso, que se reafirme. Otra cosa es quién va a poder adquirir una propiedad nueva, sobre todo si es un bien de segunda necesidad, ya sea vacacional o de inversión. Los dueños de viviendas cuidarán más sus pertenencias y no las pondrán a la venta pensando en su futuro o en sus descendientes. —Puede que las personas quieran permanecer mucho más tiempo en casa, donde se sentirán más seguras. ¿Cómo puede la arquitectura ayudar a evitar este nuevo confinamiento? —Este sentimiento será pasajero. Cuando las autoridades vayan permitiendo, progresivamente, poder salir de nuestros hogares, la sociedad irá adquiriendo su habitual tipo de vida, y volveremos a ser quienes fuimos, tal y como ha pasado en otros momentos tras graves como conflictos bélicos u otras situaciones de enorme dificultad. —Cómo afecta el ordenamiento de las ciudades a la salud de sus habitantes? —De una forma directa. La ventilación o la disposición de los diferentes equipamientos son básicos para la salud y el bienestar de sus habitantes. Resulta muy significativa, por ejemplo, la aportación del urbanismo español a todas las ciudades construidas en el continente americano tras su integración en la Corona Española. —China eligió construir de cero un nuevo hospital en 10 días. Madrid ha transformado pabellones de congresos. ¿Qué modelo resulta más eficiente? —Personalmente, prefiero lo que hemos hecho en España, ya que se optimizan equipamientos que ya existen. Esta opción permite ahorrar muchos costes, plazos y recursos. Destinar medios a levantar una nueva cimentación, una estructura, unos cerramientos y una cubierta cuando existen recintos vacíos como pueden ser parques feriales, instalaciones polideportivas o infraestructuras para el transporte me parece innecesario. El hospital provisional de Ifema ha sido una gran idea, va a salvar muchas vidas y, además, es fácil de construir y desmontar. —¿Qué nos enseña la arquitectura en esta situación? ¿Qué aporta la arquitectura a la organización doméstica y del lugar de trabajo en pleno confinamiento? —Nuestras viviendas se han transformado en nuestro espacio vital durante semanas, y su calidad espacial, su distribución, sus espacios y vistas exteriores (cuando las hay) se han convertido en algo fundamental para sobrellevar esta situación. Esta reflexión es aún más profunda cuando hablamos, hoy, de hospitales o centros de salud. La buena arquitectura siempre cuida del hombre y su valor es fundamental en momentos tan duros.

FUENTE DIARIO ABC:

https://www.abc.es/espana/madrid/abci-carlos-lamela-recelo-causado-pandemia-tardara-mucho-tiempo-desaparecer-202004200043_noticia.html

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