Edgard Ramírez, coordinador del Tecnódromo de Expoagro y director del Programa Internacional de Aapresid, hace años que participa de giras técnicas, misiones comerciales y exposiciones para explicar las fortalezas del sistema de
producción agrícola argentino, que tiene su eje en la siembra directa.
En una charla en Instagram (IG Live) con Diego Abdo, gerente de Comunicaciones de Expoagro, Ramírez destacó la enorme oportunidad que tiene la Argentina para aumentar la exportación del “know how” agrícola, y con el conocimiento van las sembradoras, embolsadoras y todos los otros insumos.
En un Instagram Live, Diego Abdo, gerente de Comunicaciones de Expoagro, entrevistó a Edgard Ramírez.
“Tenemos más de 30 años con la siembra directa y sabemos que no estamos exportando espejitos porque podemos demostrar que lo que hacemos funciona”, insistió.
En algunos países de África, convencen con ejemplos sencillos porque hay barreras culturales muy fuertes. En Ghana y Guinea, que tienen la misma latitud que la Argentina, hay una cultura ancestral muy fuerte de mover los suelos.
Ramírez y otros “embajadores” del modelo argentino les muestran que en los lotes con el suelo cubierto la temperatura es más baja que en los que fueron arados. Les hacen ver que vuelven las lombrices y que la humedad dura mucho más en los perfiles de los lotes con directa.
“Hay zonas del sur de África, en las que nos decían que no podían hacer agricultura porque sólo llovían entre 1.200 y 1.500 milímetros por año. Nosotros sabíamos que el agua no era el problema, sino el modelo productivo”, recordó.
En Rusia y otras zonas de Europa del Este, Ramírez ha visto sembradoras argentinas abandonadas. “Nos decían que la siembra directa no servía para ellos, pero el problema es que no la adaptaban bien”, advirtió.
Es que no es un sistema que se pueda cortar y pegar. El manejo de la siembra directa que se hace en el norte de Buenos Aires no es el mismo que en un lote del NEA. “En esa región de Europa, el sistema puede funcionar muy bien porque es ideal para implantar más rápido los cultivos en una zona que tiene una ventana de siembra más corta por la nieve”, precisó.
Con la pandemia del coronavirus encima, ahora no se pueden organizar misiones y giras técnicas pero lo importante -para Ramírez- es no ir sólo. El apoyo de la embajada, de las entidades, de las universidades y gobiernos locales y de los organismos técnicos es fundamental para que se abran las puertas y se pueda llegar a los asesores, investigadores y productores.
“Un punto importante es que necesitamos tiempo para mostrarles que el sistema funciona. El proceso de adaptación de un lote lleva como mínimo cinco años para que se puedan ver los cambios que genera la recuperación de la materia orgánica, de la fauna edáfica y de toda la vida que se genera en ese suelo”, señaló Ramírez.
En definitiva es contarles la transformación que vivieron regiones como el noreste de Córdoba, una región que históricamente fue ganadera -incluso considerada semiárida- y en la que ahora se siembra hasta trigo por lo eficiente que es el sistema para almacenar agua.
“El objetivo -concluyó Ramírez- es lograr que comprendan que la siembra directa es un conjunto de prácticas que incluyen la rotación del suelo, el control de malezas, el uso responsable de los fitosanitarios y la fertilización por diagnóstico; y que es un modelo mucho más eficiente y sustentable”.
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