Los transportistas, en ruta para que nada pare: «La primera semana no había ni donde ir al baño»

Con la sensación de no saber en qué día se vive y en medio de unas autovías, autopistas o carreteras que ofrecen un aspecto desolador, que solo parecía reservado a las madrugadas.

Sumado a ello, existe el evidente miedo a un contagio, lo que conlleva tomar las precauciones para tratar de evitar a toda costa llevar el virus. Así viven los transportistas estas semanas anómalas, en las que han seguido en la carretera transportando diferentes productos. Todo por la necesidad de que el país no pare y que las estanterías de los supermercados sigan surtidas. Trabajar para que el resto puedan quedarse en casa, una manera diferente pero fundamental de apoyar este estado de alarma. Mientras se habla del aumento de contrataciones en empresas como las de paquetería o del aumento de ventas en servicios como Amazon, los transportistas con los que ha podido hablar ABC constatan un hecho diferente: el trabajo es «muy poco», como cuenta Alberto García, un transportista de la localidad asturiana de Cudillero, que remarca que hizo algún viaje con el camión vacío. También cuenta que, además de ese poco trabajo, se une la circunstancia de que, afirma, «a las empresas de transporte no les aprobaron los ERTE». Confirma la bajada de la actividad Marcelino Gay, lucense, de la localidad de Guntín. «Muchas empresas siguen cerradas», cuenta, aunque sí que constata un aumento del trabajo con la vuelta de sectores como la construcción, que retornó a la obra tras las dos semanas de permiso retribuido que paralizaron casi al completo la economía del país. Ambos transportan productos básicos, como la leche o el papel higiénico, que se ha erigido en uno de los tesoros de los ciudadanos en esta cuarentena. Alberto García aún no se explica muy bien qué ha ocurrido para que exista este «boom» por el papel de baño. Es claro cifrando en «una salvajada» el aumento de la venta. Gay sí que remarca que para volver a casa, una vez que lleva la leche, se lleva «lo que sea». Precisamente, esa parálisis del país les ha supuesto grandes inconvenientes a la hora de poder realizar las necesidades más básicas, como ir al baño o comer. El decreto del estado de alarma hizo que, de un día para otro, cerrasen multitud de establecimientos. También los de carretera: hoteles, moteles, bares, restaurantes, áreas de servicio. «Con los dedos de una mano», narra García desde el manos libres de su camión, fueron los establecimientos que se encontró disponibles para parar en los primeros compases de este confinamiento. Además explica que los que están abiertos deben tener las duchas abiertas, pero aún así en alguna ocasión se las encuentran cerradas, narra, mientras el sonido se entremezcla con el ruido de la carretera, que es agudo en la conexión telefónica con este asturiano. El ruido es menor al hablar con Gay, que coincide en que la «primera semana» era prácticamente imposible «ir al baño» en estos viajes. Ahora, concluye Gay, hay más posibilidades, al menos, de comer. Por ejemplo, de coger «tuppers» para poder comer en la propia cabina del camión, que si ya era un ecosistema fundamental de estos trabajadores, ahora lo es incluso más. Relatan que sí van pertrechados con guantes y mascarilla, pero discrepan en su relato sobre las medidas de seguridad a la hora de cargar o descargar. Por ejemplo, el transportista lucense insiste que en muchas empresas ya no «entra» para nada. García no está tan de acuerdo, y explica que ya se ha encontrado fábricas o sitios grandes donde estas medidas son, explica, mucho más relajadas. En casa Pero también cuentan los verdaderos malabarismos para intentar compaginar la vida profesional y personal con una pandemia presente en el país. Muchas veces es directamente imposible. Marcelino Gay remarca que él no ha tenido la oportunidad de poder realizarse algún tipo de prueba para saber si ha pasado la enfermedad o no. Solución: mínimo contacto con su pareja, ante el desconocimiento de si se ha producido un contagio. Cada uno en un extremo de la sala y también en diferentes habitaciones. «Contacto ninguno», describe, y señala que lleva dos meses sin ver a sus padres, de 80 años. Pero incluso se opta por casas separadas. Es lo que explica Alberto García. «Yo personalmente no voy a casa», quedándose en la fronteriza localidad lucense de Ribadeo a descansar, mientras su familia se queda en la no lejana Castropol, en Asturias. «Puedo tener algo y no saberlo. Intento hacer todo lo posible por cuidarme», se lamenta por teléfono. Una duda razonable que comparten muchas personas que hacen estos días servicios esenciales.

FUENTE DIARIO ABC:

https://www.abc.es/espana/galicia/abci-transportistas-ruta-para-nada-pare-primera-semana-no-habia-donde-bano-202004251038_noticia.html

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