Un pintor valenciano en la Guerra de Cuba (1895-1898)

A finales del siglo XIX tuvo lugar la última Guerra de Cuba (1895-1898). Un siglo que fue para España una etapa convulsa marcada por las diferentes guerras interiores y exteriores, las emancipaciones

hispano-americanas y los constantes cambios de régimen con gobiernos absolutistas, liberales, monárquicos y republicanos acompañados por levantamientos militares. El 24 de febrero de 1895 se produjo la sublevación de los insurrectos cubanos con el llamado “Grito de Baire”. La interesada intervención de los Estados Unidos de Norteamérica llevó al final de la Guerra con la capitulación en Santiago de Cuba el 16 de julio de 1898. Por el Tratado de París (10-12-1898) España perdió, no solo Cuba, sino también Filipinas, Puerto Rico y Guam, que quedaron en manos de EEUU. Un año después, España, forzada por la situación, tuvo que vender Las Carolinas, Palaos y Marianas a Alemania, terminado así nuestras últimas provincias de Ultramar. Más de 212.000 hombres fueron enviados a combatir desde España a la Perla de la Antillas; de ellos, unos 15.000 pertenecían a las tres provincias valencianas. Un dato terrible trajo el fin del conflicto: uno de cada cuatro soldados, por encima de 50.000, fallecieron en Cuba o durante la repatriación, cerca de 4.600 eran valencianos. Las enfermedades, sobre todo el paludismo y la fiebre amarilla, causaron la mayor parte de las muertes. Sólo un diez por ciento murieron en combate o por las heridas sufridas. En este marco se encuadra la sencilla historia de un soldado valenciano, Juan Méndez Gil que, al igual que otros tantos jóvenes españoles llamados a filas, partió a los 19 años hacia Cuba en el vapor “Buenos Aires” el 22 de noviembre de 1895. Juan Méndez formaba parte del Batallón expedicionario del Regimiento de Infantería Pavía nº 48 asentado en San Roque (Cádiz), a donde había llegado en septiembre para cumplir con el servicio militar. Sólo dos meses después embarcaría con rumbo a Isla. Toda la Guerra la pasó Méndez con su Compañía en dos poblaciones del centro de la Isla: Yaguajay y Placetas, tal y como le cuenta a su madre en una carta: “madre, de lo que me dice que pasaré mucha hambre, pues no paso ninguna por ahora, porque desde que vine que estoy cuando no en este destacamento en el otro” (5-5-97). A lo largo de los tres años de estancia en Cub a mantendrá una correspondencia permanente con sus padres y amigos, desgranando en las cartas su visión sobre esta trágica guerra: los combates y emboscadas, los insurrectos, la vida en campaña, los mandos y los compañeros, las guardias y el rancho. Y hasta se atreve a opinar sobre la duración de la guerra. También describe a sus padres lo que ve en esta Isla para ellos desconocida: sus tierras y costumbres, los ingenios de azúcar, sus frutas y bebidas, las infraestructuras construidas por los españoles o la naturaleza de sus plantas y flores. Además, en ningún momento olvida sus orígenes: sus queridas España y Valencia. Siempre dejará un recuerdo especial y emotivo para su familia y amigos, pero sobre todo para sus padres y “hermanitos”, como él los llamaba. Esta extraordinaria colección de 26 cartas se encuentra ahora en el Museo Histórico Militar de Valencia, donde podemos admirarla gracias a la generosa donación que en su día hizo su sobrino, Juan Méndez Giménez, “un joven hoy de 97 años”, que recuerda como sus padres le pusieron su nombre en honor de “su tío Juan, el de la Guerra de Cuba”. Pero, ¿qué hay de especial en esta correspondencia epistolar?. Pues, además de ser una magnífico documento histórico, las cartas tienen una particularidad que multiplica su valor, cada una viene ilustrada con un extraordinario dibujo, en bastantes casos coloreado. Juan Méndez Gil nació y vivió con sus padres y hermanos en la calle Ribera nº 20 de Valencia, en un edificio en esquina, hoy inexistente, justo enfrente de la Plaza de Toros y muy cerca de la Plaza de San Francisco, actual plaza del Ayuntamiento. La familia se alojaba en el piso superior y regentaba un ultramarinos en la planta baja de esta vivienda alquilada. El padre era pintor decorador y sus hijos recibían clases en la Escuela de Artesanos . Juan, poco antes de partir a la guerra, ya había obtenido distinciones en la prestigiosa Escuela de Bellas Artes de San Carlos, a las que asistía en horario nocturno después de trabajar. Estos pequeños datos biográficos nos permiten conocer su herencia artística y la razón de los magníficos dibujos de sus cartas. A partir de ahora, será nuestro joven soldado el que les cuente, con sus propias palabras y expresiones, un retazo de su historia. Todas las cartas empiezan con una fórmula que repite con pequeñas variantes y que, con toda seguridad, había aprendido en la escuela. Hoy no deja de resultar curiosa esta expresión pero, al igual que sus despedidas, nos sirven para ver la vida y costumbres de aquella época: “Mis queridos padres, me alegraré que al recibo de estas mis cortas letras, se hallen con la más perfecta salud, que yo para mí deseo, a Dios gracias”. Desde sus primeros días en Cuba les cuenta y dibuja certeramente, primero en tinta negra y luego con colores, algunas características de la Isla: “las maniguas son unos caminos cerrados de monte, que se componen de árboles, unas ramas, que ni Dios se entiende allí por dentro, están llenas de barro y ríos. Después de todo, en donde se hace de noche, los centinelas en la manigua, allí se cagan de “por”. Esto no se crea usted que es que yo se lo cuento con tristeza, no señor, al contrario” (enero 96). Precisamente las maniguas y los malos caminos serían factores importantes, junto con el clima tropical, para entender la mala aclimatación del soldado peninsular y las dificultades de movimiento de las tropas propias. Hay que destacar que durante toda la guerra sus cartas reflejan su absoluto compromiso y amor a España. No se queja de la dura vida militar en campaña: “los insurrectos son unos cobardes. No más cuando ven el pueblo tranquilo, vienen y echan cuatro tiros para hacernos gastar balas de los fortines, pero nosotros los hemos comprendido, con que no apurarse” (15-4-96). Tampoco se arrepentirá de haber ido a prestar el servicio militar a ultramar: “madre y usted también me dice que tantas ganas tenía yo de marcharme, pues no tenía ganas de marcharme, pero tampoco me apena el estar aquí”, manifestando su deseo de continuar en Cuba al acabar la guerra: “en se que cumpla, me quedaré a trabajar, a ver cómo va por aquí el oficio”.(13-9-96). Dibuja y habla bien de sus jefes: “ha venido un Coronel que nos hace trabajar limpiando todo alrededor del Fuerte…pero lo hace por bien, para nosotros, para que no estemos ociosos y que circule la sangre porque en estos pueblos hay mucha enfermedad, se mueren muchos” (mayo 97). Incluso describe algunos momentos de descanso en los campamentos: “El sargento ha comprado un acordeón y el primo de Salvador toca la guitarra, y yo el acordeón. He aprendido mucho a tocarlo, y cuando no la guitarra sola, y cantamos, cosa que yo nunca he hecho. Es menester echarse a la arena” (6-5-96) Su recuerdo de Valencia y la vida del barrio es una constante en sus correspondencia, incluyendo a veces alguna expresión en valenciano: “Por más que hayan pasado las Pascuas, no le vendrá muy mal a los amigos comer estas monas y estos panquemados y empinar este cachirulo” (13-3-96). Refiriéndose a la Feria de Julio, de la que también pinta un dibujo con una carroza de la batalla de flores en la Alameda, dice: “¡quien no estuviera, como el año pasado llevándome la llave para ir a la Feria!. Se acabaron las fiestas por ahora para mí”.(julio 96). Todas las cartas tienen frases que demuestran su cariño por la familia: “Mi querido padre, Madre, Madre, Madre, Madre: ahora me parece que no dirá que no le envío expresiones para usted, que le he pintado 4 besos” (1-4-96). Juan intenta siempre que sus padres no se preocupen y no sufran por él: “Conmigo no piensen, porque no sea cosa que cuando vaya, los vea muy viejos. Beber, divertirse y marchar al teatro cuando puedan”.(5-5-97). Desgraciadamente, la historia de nuestro joven soldado, reflejada en el libro “Cartas de un pintor en las trincheras”, terminó a los 22 años. Después de sobrevivir a los tres años de guerra, falleció por anemia en el vapor “Andes” con el que regresaba a casa, días antes de arribar al puerto de Barcelona. En este breve artículo, su autor ha querido poner un grano de arena en memoria de aquellos soldados olvidados: “Juan Méndez” y tantos otros héroes anónimos, que cumplieron con su deber y sirvieron a España entregando su vida sin reservas. *Alfonso García-Menacho Osset. Coronel de Artillería (reserva). Asociación Valenciana de Historia Militar

FUENTE DIARIO ABC:

https://www.abc.es/espana/comunidad-valenciana/abci-alfonso-garcia-menacho-osset-pintor-valenciano-guerra-cuba-1895-1898-202004251048_noticia.html

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