No son sólo los médicos, enfermeros y el personal de salud. Otros tantos también ayudan día a día para salir adelante en tiempos de coronavirus y
title=”cuarentena” target=”_blank”>cuarentena. Los operarios de cuadrillas de distintos servicios públicos también aportan su granito de arena para que la gente que está en sus casas tenga lo necesario para poder sobrellevar el encierro.
Todos coinciden en que el trabajo cambió un poco, pero no su compromiso y responsabilidad. Son menos empleados los que salen a la calle y se comenzó a implementar el teletrabajo para algunas cuestiones más administrativas.
Los que tienen que salir ahora lo hacen con barbijos y alcohol en gel, pero según aseguran, siempre con las mismas ganas de solucionarle los problemas a la gente.
Hector Molina, operario de Edesur.
Cuando Héctor Molina (47), operario de Edesur, llega al lugar donde tiene que trabajar delimita la zona con vallas de plástico. A pesar de la cuarentena, todavía se acerca la gente para asegurarse de que puedan resolver el problema y devolverle la luz. Manteniendo la distancia algunos se quejan; otros presionan porque quieren que el servicio vuelva cuanto antes, y unos pocos agradecen.
Héctor es operario de cuadrilla hace cinco años para la empresa eléctrica. Junto a sus dos compañeros es el encargado de reparar y solucionar las emergencias que surgen en los barrios de Villa Lugano, Paternal, Villa Crespo, Almagro, Villa Luro, Mataderos, Liniers, Devoto y Balvanera.
Coronavirus de por medio, los operarios ahora llegan a la empresa cada uno con su mate, su plato, su vaso y su cubierto. Así se cuidan entre todos. Ya no se comparte nada y se saludan con el codo. Ahora el barbijo, el alcohol en gel y los guantes se volvieron obligatorios.
Héctor Molina junto a sus compañeros.
Después miran lo que tienen pendiente en el día, arman la camioneta con los materiales necesarios y salen con un único objetivo: arreglar lo que tengan que arreglar y devolver la luz a los ciudadanos.
Héctor vive en Quilmes junto a su esposa y su ahijado. Como es el único que sale a trabajar, también se encarga de hacer las compras. “No dejo salir a nadie”, asegura. “Nosotros tenemos que estar”, dice cuando le preguntan si cree que su trabajo es importante. Tanto él como sus compañeros saben que lo que hacen es necesario, pero también tienen miedo.
La gente está encerrada en sus casas y necesita energía eléctrica. “Es la responsabilidad y el profesionalismo que tenemos lo que nos lleva a seguir trabajando día a día. Somos una parte primordial en la cadena de esenciales en estos momentos difíciles”, finaliza.
Diego Juárez es operario de AySA.
Diego Juárez tiene 44 años y hace 26 que es empleado sanitarista, como su abuelo y su padre. En AySA, hoy se encarga de reparar las cañerías maestras. “De esas que si se rompen inundan un barrio entero”, dice para tratar de explicar el tamaño. Son sistemas de más de cien años. “A veces no se puede cerrar el flujo porque tienen mucho sarro y trabajo con el agua hasta el cuello”, cuenta. Suelen estar entre 10 y 12 horas hasta resolver el problema.
Cuando llegan al lugar lo primero que hacen es poner un corralito para delimitar la zona. Después rompen el asfalto hasta llegar a la cañería y reparan el desperfecto. Si no tienen emergencias se quedan en AySA arreglando los materiales y las herramientas necesarias para tener todo listo cuando sea necesario correr.
Desde que empezó la cuarentena y se decretó el aislamiento trabajan 8 horas sólo de mañana, en guardias de siete personas. El desayuno compartido sigue siendo esencial, aunque se toman algunas precauciones. “Ahora cada uno se lleva su mate y mantenemos la distancia”, explica. El barbijo, el alcohol en gel y los guantes se sumaron a otras medidas de seguridad que tomaron siempre.
Son los únicos que se encargan del mantenimiento de este tipo de cañerías, por eso cubren Capital y toda la provincia de Buenos Aires. “Mi trabajo vale más ahora por el esfuerzo que estamos haciendo”, dice Diego.
Admite que siempre tiene miedo al contagio, pero que toma las medidas necesarias. Cuando llega a la casa se saca la ropa, la pone a lavar y se limpia bien. No quiere que su familia corra riesgos. “Lo que más me motiva de ir a trabajar es saber que estamos al servicio de la gente”, asegura. Sabe que corre riesgos saliendo a la calle, pero también sabe que es fundamental que la gente tenga agua.
Nicolás Amenedo, supervisor de Telefónica.
“Realmente tengo miedo”, dice Nicolás Amenedo (32). Está esperando un hijo y teme contagiar a su esposa, pero está exceptuado del aislamiento y sabe que debe trabajar. Es supervisor de mantenimiento de la red de cobre y fibra óptica de Telefónica en la zona sur de Capital Federal. Trabaja de lunes a viernes de 8 a 17.
“Estamos minimizando las tareas afuera”, asegura cuando le preguntan cómo cambió su labor desde la cuarentena y el avance del coronavirus. Además del uso del barbijo, los guantes y el alcohol en gel para salir a la calle.
Trabajan en base a las denuncias de vecinos y su prioridad son los lugares donde más problemas hay. “Si en una manzana hay una concentración de 40 llamadas, primero vamos ahí porque sabemos que algo sucede”, explica. Averías y robos de cables de cobre son los principales motivos de las denuncias. Nicolás es el supervisor y sale a trabajar con dos o tres empleados de cuadrilla para resolver el problema lo antes posible.
Nicolás Amenedo haciendo una reparación, en plena cuarentena.
El principal problema que tuvieron siempre es que, a veces, para hacer una reparación tienen que entrar en alguna propiedad privada y no les permiten el paso. “Mucho menos ahora con el miedo al contagio. No quieren dejar pasar a un desconocido”, remarca. Por eso tienen que ser creativos y buscar alternativas para que los clientes vuelvan a tener teléfono o internet. Otro obstáculo son las empresas, oficinas e instituciones que están cerradas y a las que tampoco se puede acceder.
Cuando a Nicolás le preguntan qué lo incentiva a seguir trabajando, responde: “El principal motivo es la conectividad y saber que con mi trabajo logro que dos o más personas se comuniquen”. Entiende que en tiempos de aislamiento sentirse cerca de los otros es muy importante. “Es la única forma de estar en contacto con los familiares y con el trabajo”, subraya. Por eso se siente satisfecho con su labor, porque gracias a ella las personas se sienten acompañadas.
Marcelo Mazarini, operario de Naturgy, distribuidora de gas natural.
“Me siento bien y orgulloso de saber que gracias a mi aporte ayudo a que la gente no pase necesidades”, dice Marcelo Mazarini (46), quien trabaja en mantenimiento en Naturgy, una distribuidora de gas natural. Su labor consiste en garantizar que los vecinos puedan recuperar el servicio lo más rápido posible.
Marcelo trabaja en la zona norte del Gran Buenos Aires. Forma parte del Centro de Atención de Urgencias y atiende las pérdidas de gas y las roturas de las cañerías. En general trabaja de lunes a viernes de 7 a 15:30, pero las emergencias no tienen horarios. Así que está siempre pendiente y dispuesto para salir a enfrentarlas. En promedio demoran de 6 a 12 horas en solucionar el problema y hasta que no lo logran, no se van del lugar.
Los operarios no tienen la autorización para ingresar a las viviendas, por eso se encargan de estudiar cada situación para encontrar el desperfecto. Si es externo ellos mismos lo pueden solucionar. Si es dentro de una casa, cierran el gas y dejan todo preparado para que un gasista matriculado termine el trabajo. “Si el problema está dentro del domicilio se previene y se deja sin gas”, explica. Aunque hay excepciones porque las clínicas, hospitales o comedores no pueden estar sin este servicio.
Ahora se manejan con cinco o seis personas por guardia para evitar que haya mucha gente en el mismo lugar. Siempre utilizan barbijos, anteojos, guantes y alcohol en gel.
Marcelo admite que el miedo no es algo nuevo para él, más allá del riesgo que implica el coronavirus. “El temor está siempre. La tarea que realizamos implica soldar al lado de un caño con gas, estar cerca de una pérdida de gas”, resume. “Con el coronavirus si cada uno es responsable y se toman las medidas vamos a estar bien”, remarca. Cuando le preguntan qué lo motiva, dice que hace 19 años trabaja en la empresa. “Apenas entré sentí el compromiso. Se trata de mantener a la gente lo más segura posible y que no le falte el suministro”, finaliza.
Martín Saavedra es operario del Ente Único Regulador de Servicios Públicos de la Ciudad.
“Tenemos un valor especial dentro de todo esto y lo sabemos”, dice Martín Saavedra (42) del Ente Único Regulador de Servicio Públicos de la Ciudad de Buenos Aires. Es el encargado de responder a las denuncias de los vecinos y controlar que los otros operarios cumplan con su trabajo. Ahora resuelve con teletrabajo las tareas administrativas y sale con un auto de la empresa cuando tiene que ir a revisar un lugar. Trabaja solo.
“Hoy lo primordial son las luminarias y la basura por una cuestión de seguridad”, destaca. Una vez que llega al lugar corrobora que la denuncia sea cierta y pone un papel con la hora y el día y una orden para que la empresa correspondiente haga su tarea. “Se trata de que los vecinos tengan un buen servicio”, resume. Antes teníamos 30, 40 denuncias diarias, hoy a veces llegan hasta 150.
“Hay que hacer lo que hay que hacer”, responde cuando le preguntan si está de acuerdo con trabajar durante la pandemia. “Soy un servidor público y es mi obligación en tiempos buenos y en los malos también”, destaca.
El también toma todos los recaudos de prevención necesarios: usa alcohol en gel, guantes, y barbijo. “Tengo miedo como todos”, admite. Antes de saludar a sus cuatro hijos y a su mujer se saca la ropa y se baña. Martín no tiene horarios porque el control de la basura lo hace de día, y el de las luminarias de noche.
Para él, el trabajo es su responsabilidad Y hacerlo cuando muchas personas están encerradas cuidándose, es una manera de mostrarle a sus cuatro hijos la cultura del esfuerzo.
A Martín también se le acerca gente mientras trabaja. Algunos aplauden y otro critican. “No valoran lo que hacemos”, dice con pesar. Pero ellos siguen con su labor diaria y ayudan a que los vecinos tengan los servicios básicos. “Necesitamos estar. Como el médico o el policía”, finaliza.
NS
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