Los jóvenes de hoy son nativos digitales, obtuvieron contacto directo con la tecnología cuando aún usaban pañales y conocen, manejan y tienen contacto continuo con los gadgets y accesorios digitales de sus
padres.
Hace algunos años se les entregaba un teléfono celular a los adolescentes por seguridad y para que pudieran comunicarse con sus padres, pero en estos tiempos la telefonía es lo que menos interés les despierta entre las prestaciones de los dispositivos actuales donde la atención pasa por cámaras capaces de tomar imágenes y grabar audio y video en alta definición, constante capacidad de conexión y un abanico de aplicaciones y redes sociales para compartir contenido sin muchas restricciones ni control.
Suena virtuoso todo lo que ofrece un smartphone pero si volvemos a pensarlo más que virtuoso puede ser peligroso. Póngase en los zapatos de un adolescente, con la libido en estado ascendente y una falta de madurez natural para tomar decisiones prudentes… Hay un peligro latente. Si a esa fórmula hormonal le sumamos la falta de control sobre el uso y el tiempo que pasan los menores utilizando el celular, y luego agregamos el contexto actual de aislamiento social, el resultado es más riesgoso del que se podría imaginar.
Sexting, el sexo virtual entre los adolescentes
Hoy “sexting” está en boca de todos. Este acrónimo que surge de la unión de “sex” y “texting” es el envío voluntario de fotos y/o videos íntimos a través de alguna aplicación de correo o mensajería.
Es una práctica sexual reconocida, muy usual en parejas que recién se inician o entre quienes se conocen a través de aplicaciones de citas. Hasta lo recomienda el Gobierno basado en dogmática de la psicología. Lo cierto es que alentar una práctica sin poner de relieve los riesgos que implica es –cuanto menos- imprudente.
Hay una realidad que fue ignorada al momento de recomendar el sexo virtual, muchos de los que lo practican son menores de edad que no siempre pueden (o quieren) dimensionar las consecuencias de sus acciones. La velocidad para producir y enviar ese contenido sólo es superada por la velocidad con la que puede viralizarse entre desconocidos. ¿De qué hablamos? De la difusión no consentida de esos archivos.
Ni adultos ni niños podemos predecir el comportamiento ajeno, y mucho menos saber si el receptor reenviará el archivo por la razón que sea: enojo, venganza, porque se quebró el vínculo o simplemente porque la obtuvo para difundirla. Tampoco podemos controlar cuán tan atentos y prolijos son los demás con la seguridad de sus dispositivos. Una infiltración en el de quien recibió el archivo permitiría a un tercero acceder –aún contra su voluntad- al delicado contenido.
Cualquiera sea el caso, el peligro es que la imagen –de un adulto o un menor- puede distribuirse alrededor del mundo al ritmo de un virus, y permanecer en el entorno digital hasta el infinito. El efecto de esas consecuencias es difícil –por no decir imposible- de controlar por la ilimitada permanencia del material en la red y la posibilidad que tiene terceros ajenos al intercambio de acceder a él.
Para los adultos esto podría significar afectaciones al honor y a la imagen, hostigamiento digital o chantajes. Pero aun en el peor de los escenarios contamos con la experiencia y madurez necesaria para hacernos cargo de las consecuencias de nuestras decisiones personales.
Las circunstancias son bien distintas cuando la víctima es un adolescente o un niño. En el escenario menos desalentador, el hecho desencadenará una cascada de bullying por parte de algunos de sus compañeros de colegio y actividades extracurriculares, sin contar con el hostigamiento por redes sociales. Los riesgos psicológicos que eso acarrea son de los más graves.
Si la imagen además se viraliza por fuera del círculo del joven (lo que es habitual), terminará en alguna base de datos de un pedófilo o un pederasta, y sabemos que la pornografía infantil es sinónimo de explotación sexual de menores documentada, y tanto las causas como las consecuencias de esas atrocidades estamos obligados como sociedad a prevenirlas y erradicarlas.
Muchos de los padres que están leyendo esta nota pensaran “pero mis hijos no hacen estas cosas”, permítame preguntarle: ¿está seguro? ¿está al tanto de todo lo que hacen sus hijos en internet? ¿cree que realmente lo puede tener bajo control? La respuesta más probable es “no”.
Sea cual sea el caso, por diversión o imitación, porque la conducta se naturalizó o quizás producto del grooming de un perverso agresor, los más chicos también sextean hoy.
Grooming, una amenaza para los menores
¿Grooming? La mejor forma de definir es ejemplificar: Un adulto crea un perfil falso en el que simula ser un menor de la misma edad que su víctima potencial. Consigue de aquél su confianza y su amistad, lo seduce y logra que el menor le envíe una imagen de contenido sexual. A partir de ese momento empieza un circulo extorsivo que no tiene final. Lo amenaza con que si no le envía más contenido divulgará el que tiene a sus compañeros, a su papá y su mamá. El niño aterrorizado y acorralado por las posibles consecuencias envía otra imagen más, en la falsa esperanza de que con eso todo terminará. Ignora que el depredador sexual no se conforma jamás, extorsionará al niño hasta el final… Prefiero no contar el final.
No es mi objetivo asustarlo, pero frente al crecimiento desmedido del ciberdelito en tiempos de coronavirus es importante tomar conciencia de los riesgos y también saber que desde la educación podemos prevenirlos. Por eso a continuación sugiero algunas recomendaciones a los más chicos.
- Tome medidas básicas de seguridad en sus redes o dispositivos. El libro Hackeados de Jorge Litvin es de acceso gratuito y cuenta con decenas de consejos para prevenir ser víctimas de ciberdelito.
- La información es la mejor arma de prevención: Advierta a los niños de los riesgos e indíqueles cómo manejarse de modo seguro en el mundo 2.0 No es necesario ser experto en informática para hablar con ellos.
- Enséñeles a manejarse de idéntico modo en el mundo virtual que como lo harían en el real: “Hablar con extraños o desconocidos es algo que debemos evitar”.
- Hágales saber que en internet no todos son quienes dicen ser, muéstrele lo fácil que es crear un perfil falso en cualquier plataforma de internet.
- Configure las redes sociales de los menores como privadas. Implica que si alguien quiere contactarlos, tendrá previamente que autorizarlo. Indicándoles con claridad que no deben dar acceso a extraños.
- Explíqueles que hay que pensar antes de enviar, que perdemos el control de todo lo que subimos a la red, que hay que tener muchísima prudencia con qué y a quién se lo vamos a dar a conocer. Que sepan que todo lo que sucede en el mundo virtual va a repercutir en el real.
- Que sepan que “no” es una respuesta posible a cualquier tipo de solicitud que reciban en una red social, desde entablar amistad a pedir una imagen o un dato de más.
- Advierta que recibir cualquier tipo de mensaje, foto o video de otra persona, no significa que los habilite a reenviárselo a otras personas.
- Dependiendo de la edad, haga uso de las herramientas de controles parentales. Permiten generar registro y evitar que accedan a material inapropiado, también habilitan establecer un tiempo de uso de sus dispositivos.
¿Qué hacer en caso de sospechar de un caso de grooming?
Si sospecha de la comisión de una contravención o delito informático, denúncielo de inmediato. Para denunciar en todo el país hay que llamar al 134 para casos de grooming. Ante la duda, la Unidad Fiscal Especializada en Ciberdelincuencia (UFECI) cuenta con un canal de orientación a las víctimas vía correo electrónico (denunciasufeci@mpf.gov.ar) .
Para quienes residen en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el Ministerio Público cuenta con la excelencia de la UFEDyCI (Unidad Fiscal Especializada en Delitos y Contravenciones Informáticas), prevé para denunciar: Puede comunicarse al 0800-333-47225.
Otra manera es por medio de la aplicación para celulares “Denuncias MPF” disponible en iOS y Android Store, via web ingresando a www.mpfciudad.gob.ar o por correo electrónico a denuncias@fiscalias.gob.ar.
*Por Jorge Litvin, abogado y autor de Hackeados
TEMAS QUE APARECEN EN ESTA NOTA
COMENTARIOS CERRADOS POR PROBLEMAS TÉCNICOS.ESTAMOS TRABAJANDO PARA REACTIVARLOS EN BREVE.
CARGANDO COMENTARIOS
Clarín
Para comentar debés activar tu cuenta haciendo clic en el e-mail que te enviamos a la casilla ¿No encontraste el e-mail? Hace clic acá y te lo volvemos a enviar.
Clarín
Para comentar nuestras notas por favor completá los siguientes datos.