Por qué te lo recomendamos. Tanto se habla de la bohemia parisina de los años ’40 del siglo pasado, que no está nada mal darse una vuelta por ahí. Y Boris Vian
es una manera de viajar, en un tiempo en el que está vedado, tanto en el tiempo como en la geografía. La llave es el jazz, y la clave, el talento de Andy Chango.
De Boris Vian se puede decir bastante; que a la par que se convertía en ingeniero metalúrgico marcaba territorio en el ámbito de la bohemia parisina, que fue trompetista y crítico de jazz, actor, cantante de cabaret, compositor y productor, y hasta encargado del catálogo jazzero de Philips. También que fue amigo de Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre, y que se dedicó a la literatura escribiendo bajo unos cuantos seudónimos.
Y también que sufrió en carne propia el efecto de la censura por “ultraje a la moral y las buenas costumbres”, por su novela Escupiré sobre vuestra tumba, publicada en 1946; y que antes de morir bien joven, a los 39, escribió unas cuantas canciones, entre las cuales The Deserter es la más destacada.
De Andy Chango, como mínimo podemos decir que está por llegar a los 50, con lo cual lo de la muerte joven ya lo superó hace un tiempo; y si nos extendemos un poco, deberíamos hablar de su banda Superchango, de unos cuantos discos solistas, de alguna que otra escandalosa aparición en la televisión según Chiche Gelblung, colaboraciones en varios programas de TV y de radio, y la publicación de Boris Vian, un álbum sin desperdicio, con letras adaptadas de los originales del intelectual francés por Chango y Javier Krahe, que probablemente no haya tenido la suerte comercial que merecía.
Por cierto, no estaba lleno el ND Teatro la noche de su presentación. Y bueh, se lo perdieron… Estuvo bárbaro.
Sin embargo, estos días -y noches- de cuarentena ofrecen una inmejorable oportunidad de saldar aquella ausencia, o indiferencia. Que realmente vale la pena hacerlo. Eso sí, es importante el clima. Boris Vian exige una puesta en escena de bar de jazz, sin contracturas: actitud relajada, como desprejuiciada; alguna bebida de sabor intenso (de café en adelante, lo que sea, pero intenso…); en lo posible poca o ninguna estridencia lumínica; y, fundamentalmente, buen sentido del humor.
Así es la tapa de “Boris Vian”, el álbum publicado por Andy Chango en 2009.
Es decir, si no se cumple el último requisito, mejor dejarlo para otra noche. Porque, por supuesto, Boris Vian no es un disco que se escuche de día. A menos que la intención sea arruinarlo. Y no da para quejas. O acaso un buen cuadro puede ser bien apreciado sin la iluminación y el ángulo adecuado; o será que una gran novela provoca las mismas sensaciones si es leída en el bondi que si lo es en un ámbito algo más apropiado.
Entonces sí, en las condiciones correctas, vamos con el disco. Y arranquemos por el pre final: No quisiera morir es una canción de esas que resultan difíciles olvidar después de haberlas escuchado sin caparazón. “No quisiera morir/sin haber agotado/mis labios en sus labios,/mi todo con su todo,/su todo con mis manos,/su infinito tesoro,/mi amor desmesurado”, canta Andy, ahí. Justo antes de cerrar con The deserter.
Antes, la ironía marca el rumbo en Viva el progreso; un tono de bon-vivant sin glamour impera en Rock’N Roll Mops; y la sombría compañía del alcohol enmarca el relato del fracaso que encierra Beber. Canción de perdedores, como Snob. esa que pinta de pies a cabeza la estampa del que vive del qué dirán. “…mi nombre es Manuel, me dicen Bob./Cada mañana equitación/porque el estiércol da emoción”.
La lista de canciones brillantes y brillantemente adaptadas sigue con Relaciones peligrosas, con Fito Páez metiéndole tango a la cuestión; el fantástico Blues del dentista, con Andrés Calamaro como socio de ocasión; la divertida El juerguista; y La mente obtusa, otra de perdedores junto a Páez y Ariel Rot.
Para llevar todo al buen puerto al que llega, la tripulación está capitaneada por el pianista argentino Federico Lechner, secundado por Norman Frederick Hogue en trombón, Dani García en batería, Fernando Lupano en contrabajo, Manuel machado en trompeta y Chiki Mawatari en tuba. Además del trompetista Jerry González. Un equipo de lujo, para un disco exquisito.
E.S.
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