Allá donde estén deben de estar comiendo bien y brindando con un buen vino. El maldito coronavirus se los llevó, pero a buen seguro que todo el mundo que les conocía se
imagina así a dos grandes empresarios, amantes de la gastronomía y del vino como eran Carlos Falcó y Alfonso Cortina. Ambos, además, ligados a Castilla-La Mancha por sus proyectos vitivininícolas. El último en irse, en concreto, el 6 de abril, fue Alfonso Cortina, el que fuera presidente de Repsol entre 1996 y 2004, y que dedicó los últimos años de su vida a la bodega que puso en marcha aconsejado, precisamente, por Carlos Falcó, fallecido también pocos días antes por Covid-19. Gracias a él se introdujo en el mundo del vino y creó Pago de Vallegarcía, cuyos viñedos se sitúan en el corazón de los Montes de Toledo, una zona hasta entonces desconocida para la viticultura. Allí, movido por su gran afición a los grandes vinos de Burdeos y de Borgoña, llegó en 1997 Alfonso Cortina, quien encargó al reconocido viticultor australiano Richard Smart la plantación de un viñedo en un terruño cuyos orígenes se remontan al periodo Precámbrico, hace más de 600 millones de años. El primer viñedo se plantó en 1999 y la primera cosecha se obtuvo en 2001. Las cepas se asientan sobre un suelo con un enorme potencial, una vocación vitícola que no tenía antes de la llegada de Pago de Vallegarcía,terreno que destaca por su gran riqueza cinegética y su gran valor ecológico, al encontrarse junto al Parque Nacional de Cabañeros. El 14 de septiembre de 2006 el Rey Juan Carlos I inauguró las instalaciones de la bodega, que está dentro del término municipal de Retuerta del Bullaque, en la provincia de Ciudad Real. Sin embargo, el hito más importante en la vida de Pago de Vallegarcía fue el que consiguió en junio del pasado año, cuando la Comisión Europea incluyó a sus vinos en la lista de Denominaciones de Origen Protegidas. Vallegarcía se sumó así a los 13 pagos con Denominación de Origen Protegida propia que existen en España (ocho de los cuales están en Castilla-La Mancha). Esta clasificación reconoce e identifica a vinos originarios de un lugar determinado, cuya calidad o características se deben fundamental o exclusivamente a un medio geográfico particular y cuyas fases de elaboración se realizan totalmente en la finca. Cuatro vinos naturales de calidad «Nuestra filosofía como bodega es elaborar vinos naturales de muy alta calidad, de composición equilibrada a partir de uva de nuestro pago, vendimiado a mano en el momento óptimo de maduración y con aptitud para la crianza en barrica y el envejecimiento en botella», explicaba Alfonso Cortina. El alma máter del proyecto optó por variedades francesas clásicas y el resultado es un Viognier exótico y único, un Syrah potente y expresivo y, por último, «Hipperia», un gran vino de pago elegante, fino y complejo por el aporte de las variedades Cabernet Sauvignon, Merlot, Cabernet Franc y Petit Verdot. Estos son los cuatro hijos en forma de vino que vio nacer Alfonso Cortina, reseñados para ABC por Adolfo Hornos, el director y enólogo de Pago de Vallegarcía, que ha sido la persona que ha estado al frente de la bodega a lo largo de estos más de 20 años. «Nunca se metió en la parte técnica. Él sólo cataba pero no opinaba. Siempre se rodeó de gente de confianza que le ha sabido asesorar y su único objetivo era hacer equipo». Así es cómo recuerda Adolfo Hornos al hasta ahora propietario de la bodega, cuyos herederos, los dos hijos de Alfonso Cortina, serán los que tomarán el relevo de Pago de Vallegarcía. Así pues, tranquilidad, el futuro está garantizado.
FUENTE DIARIO ABC: