Tres grandes grupos de bonistas acaban de informarle al gobierno argentino que no están dispuestos a aceptar la propuesta de canje de bonos que elaboró el ministerio de Economía. “No podemos
respaldarla y no llevaremos nuestros bonos a ese canje” fue el mensaje.
En este tipo de operaciones, se suele decir que los grandes definen y los chicos acompañan lo que definen los grandes. A diferencia de 2005, los bonos no están desparramados en muchas manos. No hay jubilados alemanes, italianos o japoneses sufriendo por sus ahorros. En esta oportunidad, las decisiones las toman muchas menos personas. Se le hace difícil al Gobierno juntar adhesiones entre el chiquitaje para sacar adelante un canje de bonos por 69.000 millones de dólares, y lograr un ahorro sustancial en la deuda.
Si esta premisa se cumple, el comunicado de hoy es clarito: el canje fracasará. El Gobierno quedará lejos de poder anunciar un porcentaje de aceptación aceptable. En 2005, la propuesta que idearon Roberto Lavagna y Guillermo Nielsen se arrimó al 75%. Se la consideró apenas aceptable, entre otras cosas porque dicho porcentaje -al no haber cláusulas de acción colectiva- no obturó el camino para los fondos buitre, aún cuando la reapertura del canje -en 2010- elevó el porcentaje de aceptación al 93%.
Ahora, según la serie de bonos, el Gobierno necesita un piso del 66%, que se eleva al 75% para los dos bonos del canje 2005, el Discount y el Par. El comunicado que se conoció hoy permite imaginar que está bien abajo de esos números.
El Gobierno tiene dos opciones: no mejorar la propuesta y aferrarse a la consigna “es lo máximo que podemos prometer pagar, y lo estamos diciendo de buena fe” o sentarse a acercar posiciones con los bonistas, es decir, mejorar la propuesta.
En el primer caso, el 8 de mayo (o el lunes 11) se informará la cifra de aceptación y se marchará hacia el default, que se producirá de hecho el 22 de mayo, cuando se agoten los 30 días de changüí para para tres cupones de intereses por 503 millones de dólares, que debieron pagarse el 22 de abril.
Si hay flexibilidad, se podrían usar esas dos semanas entre el 8 y el 22 de mayo para buscar una solución.
Los bonistas quieren alguna mejora que podría traducirse en, menor tiempo de gracia (el gobierno pretende no pagar un solo dólar durante los primeros tres años), unas décimas más en los cupones, borrar la quita de capital. Aseguran que la Argentina tiene resto para mejorar la oferta.
El escenario para la economía argentina en default es desafiante. Seguramente se profundizará la contracción económica, la brecha cambiaria podría ampliarse aún más y se cortarán líneas de financiación para el Estado, las Provincias y las empresas. La inflación podría dispararse. La situación social se degradará bastante más.
En el Gobierno dicen estar convencidos de que el escenario post-pandemia es tan imprevisible que el default no es lo más grave que pueda enfrentar la Argentina. “Porque de hecho ya estamos en un default virtual”.
Es difícil aceptar que la imperiosa necesidad de salir del estancamiento económico se podrá lograr con el país en default. No va más vivir con lo nuestro. Aún en un mundo post-coronavirus.
TEMAS QUE APARECEN EN ESTA NOTA
COMENTARIOS CERRADOS POR PROBLEMAS TÉCNICOS.ESTAMOS TRABAJANDO PARA REACTIVARLOS EN BREVE.
CARGANDO COMENTARIOS
Clarín
Para comentar debés activar tu cuenta haciendo clic en el e-mail que te enviamos a la casilla ¿No encontraste el e-mail? Hace clic acá y te lo volvemos a enviar.
Clarín
Para comentar nuestras notas por favor completá los siguientes datos.