Inés Arrimadas se aleja de Albert Rivera y sitúa a Ciudadanos como partido bisagra

Las dos almas de Ciudadanos (Cs) colisionaron ayer con dureza a cuenta de la prórroga del estado de alarma. Casi un año después del fratricida Comité Ejecutivo que siguió a la dimisión

de Toni Roldán y que provocó la renuncia de Javier Nart, vuelven a enfrentarse quienes consideran que los liberales deben pugnar por el liderazgo del centro-derecha y quienes apuestan por un rol similar al desempañado por el partido en 2015 y 2016. Al contrario que en el verano del 2019, la batalla la ha ganado esta vez el sector socioliberal, partidario de situarse en un punto equidistante entre el PSOE y el PP. Es ahí adonde ha reconducido Inés Arrimadas a la formación con la nueva estrategia aprobada en la V Asamblea General. Sin embargo, en Cs existe un enorme recelo hacia la figura de Pedro Sánchez, también en el entorno más cercano a Arrimadas, al que hay que añadir la absoluta incompatibilidad con Unidas Podemos. La presidenta de Cs es consciente de ello, y quizá por ello ayer se vio obligada a enviar un mensaje a sus afiliados para explicar la posición del partido. En el pleno del Congreso, en un discurso exigente y crítico para con el Ejecutivo, Arrimadas dejó claro una y otra vez que la decisión de respaldar la prórroga del estado de alarma la tomaba con la cabeza y no con el corazón. Una única votación En su mente: salvar vidas frente al Covid-19. «No me importa que unos días me llamen facha y otros, traidora», clamó, en un mensaje que pone las bases de lo que será Cs en el Congreso a partir de ahora: un partido que decida propuesta a propuesta en función del «interés general de los españoles». Lo cierto es que ayer Cs votó lo mismo que en las tres anteriores prórrogas del estado de alarma, pero el anuncio del PP, que no iba a apoyarla esta vez, convirtió el debate en una suerte de plebiscito contra el Gobierno. Y Cs lo salvó. «Después de esta votación, este Gobierno seguirá teniendo 155 escaños», advirtió Arrimadas, con intención de despejar la idea de que su nuevo «sí» al estado de alarma conlleve detrás un acuerdo más prolongado en el tiempo. «Entre ser útiles o inútiles, lo tengo claro. Entre no aportar nada o salvar vidas y empleos, también lo tengo claro», aseveró la diputada. Xavier Pericay, Fundador de Ciudadanos El giro estratégico de Cs, que invalida de facto la estrategia de Albert Rivera de su última etapa y su intento de liderar el centro-derecha, lo convierte de nuevo en la suerte de bisagra que ya fue en 2015 y en 2016. Anteayer, Juan Carlos Girauta hizo estallar el polvorín al anunciar su adiós como militante del partido y lamentar que la nueva dirección haya dado al traste con los esfuerzos para que Cs fuese algo más que una llave para la gobernabilidad. Es cierto que con Rivera al mando Cs llegó a gobernar en cuatro comunidades autónomas y en más de cuatrocientos ayuntamientos, pero también lo es que en su empeño de dar el «sorpasso» al PP terminó cayendo drásticamente de los 57 a los diez diputados, y echando al PSOE en los brazos de Unidas Podemos y los nacionalistas. La victoria de los críticos No es baladí que la primera reacción tras el portazo de Girauta y el acuerdo sellado entre el Gobierno y Cs fuese la de Toni Roldán, el exresponsable de Programas y exdiputado que encendió la mecha que hizo saltar por los aires la artificial unanimidad de Cs. Aplaudió a Arrimadas y ayer, irónicamente, se preguntó si alguien recordaba los 180 diputados que socialistas y liberales sumaban tras el 28-A. La actual presidenta de Cs secundó a Rivera cuando este defendió el veto a Sánchez, pero desde el sector crítico del partido consideran que ahora está adoptando sus planteamientos en la práctica. Internamente, recién superada la asamblea general con un abrumador respaldo a Arrimadas, el partido está cohesionado. O al menos eso trasladan tanto en público como en privado. En el Comité Ejecutivo, distintas fuentes consultadas por este periódico sacan pecho de haber actuado con la certeza de «estar haciendo lo correcto». Pese a los abusos del Gobierno, limitan la discusión a lo sanitario. También es total el seguidismo a Arrimadas en el grupo parlamentario y en la delegación europea. Un importante eurodiputado, en conversación con este diario, apunta que la alternativa a apoyar el estado de alarma era «caer en la irrelevancia» como tercera fuerza política de la derecha. Ahora, con solo diez diputados, han conseguido influir en el Gobierno. Es sorprendente, pero el lunes el exdiputado Miguel Garaulet abandonó Cs por «no estar en el centro» –él era partidario de la candidatura de Francisco Igea– y ayer lo hizo Carina Mejías por pactar con el Gobierno «social-comunista». La exdiputada y exconcejal de Barcelona admitió a ABC que desde hace tiempo está «alejada» de la toma de decisiones, pero que este acuerdo ha sido la sentencia. Mejías cree que Sánchez «no es de fiar» y que Cs no debería convertirse en «salvavidas». «Cs debería haber demostrado que puede ser alternativa», lamentó, ya sin carnet de militante en su poder. El fundador Xavier Pericay, muy crítico con Rivera, también expresó sus dudas a este diario sobre el movimiento de Arrimadas. Aunque desde un «punto de vista sanitario» es defensor del estado de alarma, entiende también que es «una carta muy arriesgada» por la volubilidad del presidente del Gobierno. Quien sí cerró filas con ella fue Javier Nart, el exmiembro de la ejecutiva que promovió junto a Luis Garicano la votación para levantar el veto al PSOE, que definió su gestión durante la crisis del coronavirus como «correctísima» e «impecable». «Antes teníamos el síndrome de Ícaro. Volábamos demasiado alto y caímos a la irrelevancia», sentenció a ABC.

FUENTE DIARIO ABC:

https://www.abc.es/espana/abci-ines-arrimadas-aleja-albert-rivera-y-situa-ciudadanos-como-partido-bisagra-202005070210_noticia.html

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