De China a la Sagrada Familia

Los trabajadores han retornado a Notre-Dame: provistos de un traje protector y con ampliación de distancias. La plantilla se ducha varias veces al día y cuenta con transporte y alojamiento cercano al

templo. El general Georgelin, presidente del ente público de reconstrucción, subrayó en su día el simbolismo de la reanudación: Francia no está muerta. Con el declive del coronavirus la primera decisión del gobierno chino fue reabrir la Gran Muralla. Las entradas se reservan por internet y el visitante pasa por un medidor infrarrojo de temperatura. El personal de seguridad controla las distancias y el uso de mascarilla. «La reapertura de la Sagrada Familia simbolizará que Barcelona vuelve a la normalidad», señala Félix Riera, promotor con Llucià Homs del digital «Hänsel i Gretel». Cuando el coronavirus comenzó a segar vidas, libertades y economías, en «Hänsel i Gretel» volvieron la mirada a la China postcoronavirus. Desde finales de marzo, Lu Chen y Lucas Martí Domken glosan en su «Diario del día después» la vida cotidiana tras la epidemia. Cuando los colegios abrieron puertas, la primera clase se dedicó a la historia del coronavirus. Para no perder el curso, se reduce el tiempo libre del fin de semana y acortan las vacaciones de verano. Los niños confeccionan sombreros de ala ancha que visualizan la distancia de seguridad. Marzo concluyó con la eliminación de restricciones viarias; volvieron a funcionar más de un centenar de líneas de autobuses: los pasajeros muestran un código OR y un agente les toma la temperatura. El 30, la fábrica Dongfeng Honda funcionaba casi tope: sus cien mil empleados han recuperado sus puestos de trabajo. Ese mismo día, los comerciantes de Wuhan, epicentro de la pandemia, retomaron su actividad. Para reactivar el consumo, cupones de compra: por cada 40 yuanes se deducen 10. La prevista reactivación rápida no acaba de llegar: los chinos prefieren ahorrar que gastar. El primero de abril los veinte mil sanitarios que combatieron la pandemia en Hubei pudieron volver a sus hogares; los enfermos de coronavirus pasaron a hospitales especializados. Desde el 2 de abril, los restaurantes funcionan al cincuenta por ciento y los cines están abiertos: muchos tuvieron que cerrar, porque el público teme todavía las aglomeraciones. Los centros comerciales han visto también reducida la afluencia en un 80 por ciento. Para quitar miedos a sus compatriotas, los jefes políticos se dejan ver en los espacios de ocio. «El turismo, la restauración y otros servicios no solo son esenciales para el crecimiento económico, sino que también dan vida a la ciudad. Debemos tomar múltiples medidas para crear un ambiente de consumo seguro», afirman. El coronavirus ha dañado la producción cinematográfica y la industria textil (cancelación de pedidos en Estados Unidos y Europa), entre otros sectores económicos; con todo, el gobierno no descarta que se consiga crecer al 3 o 4 por ciento… Los estudiantes de secundaria regresaron a clase el 7 de abril. «Un verdadero amigo se mantiene a un metro de distancia», anuncian pancartas rojas. «Lejos del bullicio de otros tiempos, ahora reina un ambiente silencioso; siempre una persona por mesa y para evitar el contacto cara a cara, todos deben sentarse en la misma dirección», trasladan los cronistas. Muchas iniciativas del «día después» chino las estamos viendo ahora en España; otras no sucederán nunca porque no somos chinos ni vivimos bajo un estado controlador, aunque algunos postulen una equívoca Nueva Normalidad… «Somos mediterráneos, hedonistas, de vida en la calle… La recuperación de la vida social y el consumo serán más fáciles», comenta Riera. Cuando los bares y restaurantes puedan trabajar de verdad y reabra, con las debidas precauciones, la Sagrada Familia, nuestra Barcelona habrá resucitado.

FUENTE DIARIO ABC:

https://www.abc.es/espana/catalunya/barcelona/abci-china-sagrada-familia-202005111046_noticia.html

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