¿Salir también es cuidarse? ¿Cómo saberlo?

La duda me perseguía. ¿Ir o no ir? ¿Qué significa ser precavido? ¿Cuidarse es realizar el control médico o postergarlo porque al entrar al hospital uno puede contagiarse el virus? Los

fantasmas se agigantaban: muchas infecciones se están registrando, paradójicamente, en espacios de salud. ¿Qué hacer?

Siempre, a esta altura del año, realizo unos estudios cardíacos para detectar si un pequeño problema de nacimiento -descubierto mucho después- sigue sin manifestaciones. Esta vez me hice toda la película; si asumimos -y vaya que nos cuesta- que esto va para largo, retrasarlo sería por un plazo de varios meses. Decidí que era mejor tirarse a la pileta ahora, nunca fui de procrastinar y no me tienta empezar de grande.

Cuando llegué a la consulta no quería tocar nada, ni sentarme en la sala. Después uno se acostumbra, intenta cuidarse y se resigna. “Este área del hospital, me dijo la cardióloga, no trata temas de coronavirus. Es el mismo peligro que ir a hacer las compras”. Aparenté creerle y la consulta -ambos con barbijos y en un consultorio más grande que de costumbre, con la puerta abierta para que se ventile (¡no había nadie!)- fue bastante tranqui.

Uno de los problemas latentes del encierro es perder la noción de los riesgos, no poder evaluarlos. Si tenemos una casa de material y estamos seguros adentro, cada salida parece rumiarse varias veces. Pero algo nos susurra que la vida entre cuatro paredes también puede ser nociva si nos enamoramos del aislamiento y cancelamos todo radicalmente . ¿Pero cómo? ¿Cuidarnos no era quedarnos en casa? Pareciera que no siempre.

Ese delicado equilibrio va a ganar fuerza en las próximas semanas. Cada vez más gente va a necesitar salir a trabajar. Mudarse. Arreglar la calefacción porque llega el invierno. Ir al médico. O más difícil aún, al dentista con ese contacto cercano boca a boca. Llevar el auto, la moto o la bici al taller. Dejar que ingrese el servicio de desinsectación. Visitar al abuelo o a la madre. Comprarle zapatos a los chicos porque ya les aprietan demasiado.

La cuarentena tiene sus limitaciones. Vamos a tener que convivir con dosis de riesgos para que la rueda, y nosotros, sigamos girando. De a poco, va a costar. Salir al mundo otra vez -es lógico- provoca susto.

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Clarín

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