Aplausos para (y en) empresas y comercios

Recientemente me invitaron a un zoom-evento para alumbrar alguna reflexión sobre talento e incertidumbre. Dada mi querencia a conectar emprendimiento y universo shakesperiano me vino a la mente una exclamación de Hamlet

al contemplar el espectro de su padre asesinado: «el tiempo está fuera de quicio». En los mismos términos se expresaría ahora ante el fantasma disfrazado de virus. Emprendedores y empresarios toman ya el testigo de la heroicidad a manos del personal sanitario. Pero se ven en un escenario denominado VUCA (volatility, uncertainty, complexity, ambiguity). Una especie de cuádruple hora bruja en jerga de Wall Street, cuando coincide el vencimiento de los índices dando paso a las oscilaciones que desatan el pánico entre los inversores. Digamos por adelantado que quien lidera un proyecto empresarial lleva inoculada una cierta dosis de incertidumbre. Forma parte de su ADN. Sabemos que la incertidumbre es una posición incómoda pero la certeza es una situación absurda. En todo caso saldrá mejor parado quien tenga más afilada la sensibilidad para reaccionar convenientemente a los cambios. Somos muy sensibles a oscilaciones profundas pero no tanto a otras más sutiles o imperceptibles, como nos muestra la conocida enseñanza de la rana hervida. ¿Cómo afrontar la incertidumbre? El virus nos iguala pero será la respuesta lo que nos diferencie. Y ella va a condicionar cómo estaremos en los próximos años. Surgen dos tentaciones. La primera es malgastar demasiadas fuerzas en buscar causas exógenas a nuestros males. Si hay una característica de la personalidad emprendedora es el «locus de control interno», actitud para asumir que lo que te sucede viene condicionado, en gran parte, por lo que haces. Eres responsable incluso de lo que no puedes controlar. En segundo lugar, conviene no dar palos de ciego frenando la impulsiva tentación a cambiarlo todo. A poner todo patas arriba. En tiempos de tribulación no hacer mudanza, sostenía Santa Teresa de Jesús. Por lo menos no hacerla sin cabeza, pues puede ahondar el desaguisado. Si superamos estos dos dragones tenemos el camino despejado. Cuando todo se tambalea en el exterior, lo inteligente es ir a lo esencial. A buscar lo permanente, los pilares que nos constituyen. A remitirnos al sentido a lo que hacemos. Simon Sinek, autor de «Start with Why», invita a quienes se dedican a los negocios a preguntarse la razón de su afán. La gente no compra lo que haces, sino la razón de por qué lo haces. Encontrar sentido ofrece seguridad y asienta la convicción para superar baches. A volver a tomar consciencia de porqué soy abogado, cocinero, arquitecto o pintor. Vendrá bien reabrir el viejo álbum de fotos y recordar -volver a pasar por el corazón- tu trayectoria profesional. En este ejercicio de introspección vamos a encontrar el talento como el mejor ancla al que aferrarnos. Como un tesoro escondido, ahí están las armas para salir fortalecidos. Déjate conducir por la intuición. Si has tomado cientos de decisiones y el balance es positivo, cree en ti. Estadísticamente es mayor la posibilidad de tomar una decisión acertada. El talento es el principal arma para combatir la incertidumbre. Pero hay que saber qué zona calibrar, igual que se precisa verificar qué rueda del automóvil pierde aire. Se piensa -con error- que el talento es un simplemente un don natural. Pero son tres las zonas para realizar este aclarado (el sánscrito kri -del que proviene crisis- significa limpiar). El primero está relacionado con el saber, como conocimiento o bagaje intelectual. El segundo con el poder, entendido como capacidad de poner en práctica dicho conocimiento. La tercera pata del talento es el querer, aunando voluntad, perseverancia y constancia. De las tres, la clave en momentos de zozobra está en las capacidades. En momentos críticos no da tiempo a adquirir nuevo conocimiento determinante y la voluntad se supone como a un buen soldado. En tiempos recios son determinantes, por tanto, las capacidades. Veamos cuáles son las más importantes para afrontar incertidumbre. Creatividad para adaptar productos o servicios a una nueva realidad, teniendo en cuenta que la innovación no debe ser flor de un día. A veces el detalle más insignificante nos puede sacar a flote. Como lo fue el aumento exponencial en la rentabilidad de la agricultura de la Edad Media el arnés de collera que sustituyó al antiguo sistema que ahogaba a las caballerías. El liderazgo para asumir responsabilidad dentro y fuera con clientes, proveedores, trabajadores. Permitirá la anticipación y la capacidad de adaptación. La inteligencia emocional reforzará el control de la ansiedad y el diálogo realista pero esperanzador con nuestros clientes. La negociación, como capacidad para buscar acuerdos cuando las nuevas circunstancias lo requieran. Serán precisos acuerdos beneficiosos para las partes si queremos afianzar la colaboración. Y por último, la comunicación. Sincera, no pasa nada por compartir inquietudes, coherente, habilitando espacios para el intercambio de pareceres. El storytelling deja paso al storydoing. Se te va a valorar por lo que hiciste en los peores momentos y debes hacer que los demás lo vean. Es oportunidad de lo mejor de uno mismo. Immanuel Kant decía que la inteligencia de un individuo se mide por las incertidumbres que es capaz de soportar. Empresarios y emprendedores tienen un papel capital para devolver al tiempo su cordura. Su valor y sacrificio, a menudo incomprendidos, merecerían un cálido aplauso que sirviera de vitamina para alentar su mejor talento. Quizá ya no desde el balcón, sino mejor aún, personalmente -en cuanto se pueda- en sus empresas, tiendas, talleres o establecimientos comerciales de nuestros barrios y ciudades.

FUENTE DIARIO ABC:

https://www.abc.es/espana/castilla-la-mancha/toledo/abci-fernando-lallana-aplausos-para-y-empresas-y-comercios-202005201506_noticia.html

Exit mobile version