Coronavirus en Argentina: por la caída de actividad relacionada al COVID-19, la Fundación Favaloro cerró dos sedes

El coronavirus no está dejando espacio para el resto de las enfermedas y trastornos. Esto es algo que se viene dando desde que arrancó la

target=”_blank”>cuarentena. Con los gobiernos, tanto nacional como provinciales, enfocados en controlar la expansión de la pandemia, muchas otras afecciones, a veces más peligrosas que el COVID-19, están siendo desatendidas. El problema, según especialistas consultados por este diario, es que hay un mensaje único que baja desde el Gobierno nacional, el “quedate en casa”. Con esa consigna como única respuesta a la crisis sanitaria y económica, muchos pacientes con patologías cardíacas, por ejemplo, por miedo a contagiarse COVID-19 abandonan sus tratamientos o ni siquiera consultan ante síntomas que podrían costarles la vida.

Este comportamiento de la gente puso a muchas clínicas en peligro de cierre permanente. Debido a la baja considerable de actividades esenciales para la salud cardíaca, la Fundación Favaloro​ se vio obligada a cerrar dos de sus sedes, la que funcionaba en Pilar y la de la calle Arenales, en la Capital.

Los dos centros se dedicaban a tratamientos ambulatorios. La primera había sido inaugurada en el 2007 y la otra, hace tres años, en el 2017. Oscar Mendiz, director del Instituto de Cardiología y Cirugía Cardiovascular y miembro del consejo de administración, aseguró a Clarín que “la situación es muy grave”.

“Tenemos una caida de un 70% de las actividades que tienen que ver con las intervenciones, cirugías, tratamientos y chequeos. Esto, combinado con una crisis económica que venimos arrastrando en los últimos años, como la devaluación y la inflación, hizo insostenible el servicio. Hay que mencionar que gran parte de los insumos que se usan están dolarizados y esto hace al servicio de alta complejidad como el nuestro, imposible de sostener en esta situación, que se agravó mucho con la pandemia”, explicó Mendiz.

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Las sedes fueron vaciadas y los alquileres de los complejos suspendidos. “En estos dos centros había 50 personas trabajando y decidimos que todos vengan a la sede central, para no despedir a nadie“, comentó Mendiz, quien cuenta que hay 1500 profesionales trabajando en la fundación. 

El cardiólogo detalló que en Pilar se realizaban unos dos mil chequeos mensuales y que en Arenales unos 800 chequeos y más de tres mil consultas. Mendiz se mostró muy preocupado por la salud de los pacientes. “Bajaron las consultas por infartos, lo cual es muy grave. Hay personas que tienen dolor de pecho y, por miedo a contagiarse de COVID, no vienen a la consulta”. Aseguró que este comportamiento aumentó las mortalidad de las enfermedades cardiovasculares. “La gente tiene temor de venir al hospital, a pesar de que se tomaron todas medidas para evitar los contagios. Quienes pueden contagiarse son el personal de salud. El que viene y se va de la clínica, es poco probable que se contagie”, argumenta el médico. 

Y alertó: “Nosotros estamos preocupados por el paciente que no consulta. Se puede morir. Si no se muere puede tener consecuencias graves que se hubieran evitado si lo tratábamos a tiempo”. 

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Mendiz confirmo que reciben ayuda del Gobierno, pero que esa ayuda no compensa la caida de la actividad. “La sustentabilidad de esta institución está en peligro. Tenemos la enorme mayoría del personal en relación de dependencia. Los médicos somos empleados”.

Necesitamos que la cosas cambien y significativamente, porque sino va ser inviable el servicio en pocos meses. Podés tomar crédito para pagar el personal, pero eso es totalmente transitorio”, agregó

El cardiólogo opinó que faltó poner énfasis en que hay cosas en la medicina que no son postergales. “Es el mismo paciente el que te pide postergar el tratamiento para después de la pandemia, pero no sabemos cuándo va terminar. Lo que es muy peligroso para el paciente”. 

Mendiz apuntó también que más de la mitad del recurso sanitario del país está libre, pero que aún así el foco en el coronavirus afectó todo el resto de la medicina, poniendo en peligro a muchos pacientes con trastornos cardíacos. 

“El mensaje desde el Gobierno hay que clarificarlo un poco más. Los pacientes que tienen tratamiento no pueden dejar de hacerlo. Está bien quedarse en casa, pero si tienen que ir al hospital por un dolor de pecho, no pueden faltar. Porque sino el paciente se va quedar en su casa y se va morir infartado“.

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También contó que quienes viven en el interior, y se quieren tratar, no pueden hacerlo porque no “hay forma de llegar a la Capital o no tienen dónde quedarse porque los hoteles están todos cerrados”. “Nosotros no podemos recibir a la familia, no somos un hotel”, comentó Mendiz. Y propuso que se facilite el traslado de estos pacientes, y que también se habiliten hoteles para las personas que viven en el interior y se tratan en capital.

LGP

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