Guillermo de Torre, un dadaísta en La Mancha

Anegado por una pasión literaria irrefrenable, cuenta Rafael Cansinos Assens en La novela de un literato que un adolescente Guillermo de Torre se dirigió a él en el otoño de 1916 buscando

un padrino que le guiara en las procelosas aguas de la literatura. Según Cansinos, Torre se presentó del siguiente modo: «Soy Guillermo de Torre, poeta dinámico e intersticial, y vengo a verlo a usted porque los críticos manchegos…, yo soy de La Mancha, como Don Quijote…, han dicho que soy su discípulo y quiero que usted me lo confirme…». Cuenta también Cansinos que aquel impetuoso joven «dejó un montón de recortes de prosas publicadas en La Voz de Ciudad Real, El Correo Manchego y otros grandes rotativos por el estilo…». La anécdota de Cansinos parte de una premisa errónea puesto que en aquel tiempo Guillermito no vivía en La Mancha sino en la localidad oscense de Fonz, en donde su padre ejercía como notario. Además, la familia procedía de Madrid, en donde había nacido el futuro escritor y en donde pasaba buena parte del año estudiando la carrera de Derecho. No obstante, en agosto de 1919 su padre fue trasladado a Puertollano y allí pasará Torre algunas temporadas mientras completa sus estudios universitarios e ingresa posteriormente en el Instituto Diplomático y Consular. No fue el único Cansinos, al que su memoria debió traicionar, en suponer que Torre era manchego. También José Moreno Villa en un artículo publicado en México en los años cincuenta incurrió en el mismo error. En una carta enviada desde Buenos Aires el 2 de agosto de 1952, Torre le realizará las siguientes matizaciones: «no soy manchego (aunque no me pesaría serlo, (y a mucha honra quijotesca), sino madrileño neto. ¡Que conste!». Su vida en Puertollano El caso es que Guillermo de Torre pasó largos periodos de tiempo en Puertollano, por lo menos hasta 1926 en que se asentó en Madrid para ocuparse de forma más directa de una de sus grandes iniciativas: la revista La Gaceta Literaria , de la que fue secretario, al lado de su director, Ernesto Giménez Caballero. Los años en que Torre residió en Puertollano fueron especialmente fértiles. En ellos desplegó sin tasa su talento literario, dando a la estampa infinidad de artículos y poemas. Al evocar aquel periodo, comentará a su amigo Ricardo Gullón que, un poco al modo quijotesco, se pasaba las horas encerrado en su cuarto leyendo, escribiendo y poniendo al día su oceánica correspondencia. Torre fue uno de los grandes epistológrafos del siglo pasado y se carteó con las inteligencias más vivas de su tiempo, no sólo españolas sino también internacionales. Como es de sobra conocido, Guillermo de Torre fue uno de los principales paladines de una modalidad vanguardista autóctona conocida como ultraísmo (nombre inventado por él mismo). Se trataba de un guiso aromatizado por diversas especias, entre ellas las del dadaísmo, loca pirotecnia antiartística que clamaba por la instauración del caos. Y claro, Torre, que deseaba estar a la última, no tardó en sentirse atraído por aquel perturbador y disolutivo movimiento por lo que se dirigió a quienes ejercían como iconoclastas capitanes de la nave: Tristan Tzara y Francis Picabia. En agosto de 1919, mientras residía aún en Fonz escribió a este último solicitándole sus libros o alguno de sus versos para la revista Vertical, proyecto que no llegó a cuajar. Poco después, en noviembre, ya se estaba carteando, desde Puertollano, con Tzara. Le solicita ejemplares de su revista Dada y también le informa de los artículos que viene publicando en la prensa española con los que pretende publicitar su escuela. En efecto, Torre se convertirá en el principal divulgador del dadaísmo y de otros movimientos de vanguardia en nuestro suelo. Su información es de primera mano porque se cartea con F. T. Marinetti, Yvan Goll, Theo van Doesburg, Richard Huelsenbeck, etc., etc. En abril de 1920 traslada a Picabia, por carta remitida desde Puertollano, que ha fundado un «grupo dadaísta» en Madrid y poco antes se intitula ante Tzara «representante para España de la Casa DADA y cía». Además de él, componen el supuesto grupo el poeta chileno Joaquín Edwards Bello, su compatriota la también escritora Teresa Wilms y la pintora argentina Norah Borges que no tardará en convertirse en su novia y pronto, en 1928, en su mujer. En otra carta a Tzara, el cuarteto le avisa de su proyecto de emprender «un viaje a los reinos de DADA». Torre residió primero en la calle Libertad, 2 y posteriormente en Calzada, 19, ambas de Puertollano. Curiosa es una misiva que envía desde allí en febrero de 1921 a Tzara en la que juega con el nombre de la provincia a la que pasa a denominar «CiuDada-Real». Poco después envía algún trabajo suyo para el almanaque Dadaglobe que proyectaba editar Tzara con colaboraciones internacionales pero que no llegó a ver la luz. Para esa misma publicación le envía en febrero de 1921, un trabajo «escrito por mi amigo el gran poeta y crítico Georg-Ludwig Borges». Tras ese germánico y pomposo nombre no se esconde otro que su amigo y futuro cuñado Jorge Luis Borges. Las cartas enviadas desde Puertollano o desde la pensión madrileña de la calle Pi y Margall en la que, según informa al mismo Tzara, pagaba cinco pesetas por alojarse, se suceden hasta 1926 en que Torre emprende un viaje por Francia y por Italia, desde donde envía a su corresponsal rumano alguna postal. Este curioso epistolario, de sabor manchego, fue publicado en 2009 en francés y, según parece, la profesora Laurie-Anne Laget, junto con el de otros corresponsales francófonos de Torre, proyecta editarlo en español. De llevarse a término será una buena noticia.

FUENTE DIARIO ABC:

https://www.abc.es/espana/castilla-la-mancha/toledo/centenario-quijote/abci-guillermo-torre-dadista-mancha-202005212059_noticia.html

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