Castilla y León dispone ya de 442 profesionales de salud pública y comunitaria o «rastreadores», 247 de los cuales ya desarrollan esta labor en cada uno de los centros de salud con
que cuenta esta comunidad. A esa cantidad se han sumado 195 nuevos sanitarios que ha contratado la Administración autonómica para reforzar aquellos emplazamientos con un mayor número de habitantes. Estos rastreadores, en su mayor parte, son enfermeras, como es el caso de Isabel Alonso Sacristán, una de las tres elegidas del centro de salud de la localidad vallisoletana de Mayorga. Con cerca de 2.700 tarjetas sanitarias, comenzó su trabajo como rastreadora del Covid-19 cuando su Zona Básica de Salud entró en la fase 1 el pasado día 11. Fue una de las 26 zonas de Castilla y León que pudieron pasar de nivel, así que esta enfermera vallisoletana ha sido de las primeras en ejercer de «policía Covid», una labor que en cierta forma no la es nueva ya que ya era responsable de enfermedades infecciosas. Cuenta, eso sí, con un protocolo específico para realizar esa vigilancia y control del contagiado y de sus contactos. De momento, Isabel Alonso no ha tenido que rastrear demasiado ya que este municipio situado al norte de la provincia es uno de los menos afectados. Sí ha abierto casos y completado la lista de contactos, que se han aislado de forma preventiva y, finalmente, gracias a una PCR –que ella misma realiza- negativa, se han vuelto a cerrar. Pero hasta este momento, Isabel ha llamado a todos cuantos tuvieron relación con el posible positivo, a los que ha advertido de que no se muevan de sus casas. «Ahora mismo esta labor está siendo fácil», asegura, pero advierte de que «otra cosa será cuando empecemos a salir». Y es que «aquí la movilidad es muy alta y para cualquier cosa hay que ir a Valladolid o León», sin olvidar que se trata de una zona con muchas segundas residencias de personas que llegan desde Asturias, Bilbao o Barcelona». «Hacer el seguimiento de los contactos se va a complicar mucho cuando pasemos de fase». Isabel confiesa que no la preocupan las respuestas en su interrogatorio para descubrir la senda del virus y conocer hasta la última persona con la que se han relacionado. «En general, la gente quiere que no les pase nada ni a los amigos de sus amigos», asegura aunque matiza que «la información siempre es confidencial pero, de todas formas, no queda otra». Tampoco olvida la labor social que implica su actividad rastreadora, como en general lo es su profesión de enfermera en un mundo rural con un elevado índice de envejecimiento, donde las llamadas telefónicas duran mucho porque «los mayores buscan compañía y conversación». Más ahora, cuando el virus les ha encerrado en sus casas y ha hecho que aumente el nivel de ansiedad.
FUENTE DIARIO ABC: