Villas: cómo tapar cosas con palabras

Hay un libro famoso, entre los estudiantes de lingüística, que tiene por título Cómo hacer cosas con palabras. Lo escribió J.L. Austin y no es un manual de autoayuda ni de

magia sino un trabajo sobre enunciados que se llaman “performativos”. Es decir: que no sólo nombran algo sino que realizan una acción. El ejemplo clásico es “Los declaro unidos en matrimonio”: es la frase la que realiza la acción. Claro que la frase necesita algunas condiciones -quién lo dice, dónde, ante quién- para ser efectiva, pero básicamente, esa es la idea.

Otro ejemplo que se puede usar es el disculparse o agradecer. Me disculpo con palabra, agradezco con palabras. Y está hecho.

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Se entiende la diferencia con enunciados que no son performativos: la frase: “hago una pizza” no alcanza para hincar el diente, hace falta harina, amasar, etc. Y para convertir una villa en un barrio, ¿alcanzarán algunas palabras?

En estos días no hubo gobernante que no hablara de “barrios populares”, para referirse a la 31, a la 21, a la 1-11-14. ¿Sí, así son los “barrios populares”? ¿Así -pasillos, cables, hacinamiento, etc- viven los trabajadores argentinos? ¿Es deseable, nada que destacar?

Pasillos. En Villa Rana, partido de San Martin, provincia de Buenos Aires. / Rafael Mario Quinteros

Un repaso: según cuenta a Clarín Javiera -responsable de una de las ollas con las que se intenta paliar el hambre en estos días en la 31-, una forma de vivienda habitual en ese asentamiento es una casa o un edificio -los que se ven desde la autopista- donde cada familia tiene una pieza y se comparte el baño. Se pagan unos 8.000 pesos por mes por 25 metros cuadrados en estas condiciones y allí viven 6, 8, los que sean. Pero hay lugares más chicos: pieza de 3×3, baño compartido entre 30, 2500 pesos.

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Algunos no pagan alquiler sino que “compran” el lugar, de manera informal. Esto se acaba cuando hay algún problema y lo invitan amablemente a retirarse. En tiempo de COVID-19, explica Javiera, si alguien -o alguien de la familia- da positivo, corre el riesgo de que sus cosas terminen en el pasillo y no poder entrar: no hay ley, no hay respaldo.

La descripción de las diferencias entre un barrio cualquiera y una villa excede esta columna y no es ese el modelo de vivienda “popular” que nos merecemos. Hay mucho para hacer, pero no con palabras

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