Y a sabemos hace tiempo que la provincia de Albacete es tierra propicia para la creación literaria. Barcarola (revista y editorial) comenzó allí su andadura hace algo más de cuatro décadas (en
1979); y más recientemente, en 2015, empezó su trabajo Chamán ediciones, volcada también (aunque no solo) en la Poesía y la Narrativa. Ambas con una vocación no del terruño sino universal. Y de ambas hemos hablado ya en estas páginas de ABC. Ahora, en medio de esta pandemia que aún nos arrasa, una poeta albacetense, Ana Martínez Castillo, ayudada por un familiar en la parte empresarial, Manuel Arcas, han lanzado a la difícil arena del mundo del libro un nuevo proyecto, InLimbo ediciones que aspira a competir en este mundo con «poesía de vanguardia y con narrativa inquietante». Ahí es nada. En este nuevo proyecto editorial colaboran también el poeta y profesor Valentín Carcelén, la artista onubense Pilar Lozano, que se encargará de las portadas, y la diseñadora gráfica Rosa Aguilera García. En su declaración de intenciones explican que comienzan «su andadura con dos colecciones: InLimbo Poesía, para dar salida a textos poéticos rompedores, voces singulares y visiones rupturistas; e InLimbo Narrativa, donde verán la luz novelas y relatos de corte perturbador, insólito, que le planteen al lector una subversión de lo real». No lo especifican así, pero queda claro que su voluntad es de ámbito nacional e internacional, con una mirada muy atenta a lo que se escribe (en las coordenadas antes mencionadas) en la América que habla español. El primer libro de este nuevo sello es «El hijo culebra», un inquietante texto en poesía y prosa poética de la madrileña Ángela Álvarez Sáez (1981) que, ya antes de éste había publicado otros diez poemarios y obtenido algunos destacados premios, entre ellos: Antonio Carvajal, Carmen Conde, León Felipe (este último publicado por Celya), Blas de Otero, etc. Este libro es cortante como una navaja y duro como una patada en el estómago. Nos habla, con crudeza, de abortos, de ausencias, de madres esquivas, de hijos que quieren hacerse oír. De carne y de sangre. Su lenguaje huye de la edulcorada belleza poética tradicional y busca un territorio de espanto y alucinación para la rabia, la ira, el odio y el olvido: Aquí un ejemplo: «El dolor me agrede los párpados. Mamá// no puedo ver. Me retuerzo en mi cama.// Salen goznes de mi cuerpo como culebras//Me abro y me cierro. Me abro y me contraigo…….» Poesía, como puede verse, dura y sin concesiones. Directa al estómago. Me cuesta trabajo hallar precedentes de esta escritura, directa y carnal. Podría rastrear algunos ecos, lejanos, del «Poeta en Nueva York» de García Lorca, o de Antonio Gamoneda, a quien estoy leyendo ahora, o de alguien más cercano, la asturiana afincada en Toledo Olvido García Valdés. No sé; son puras especulaciones. El libro nos sacude hasta estremecer, si bien concluye con alguna esperanza: «Y el poema ha surgido. Y tú me has llevado// a un abismo de luz// Y he encontrado las palabras que sanan … … …»/ Ojalá en las palabras, aunque sean tan duras como estas, hallemos alguna salvación.
FUENTE DIARIO ABC: