Por JERÉ LONGMAN
Desde el palco de prensa, cubrí a los Orioles de Baltimore recibiendo a los Medias Blancas de Chicago en un estadio vacío el 29 de abril de 2015,
una tarde de inquietante silencio en esa ciudad de Maryland.
Se creía que era el primer partido de grandes ligas jugado sin espectadores, una medida tomada durante manifestaciones en la ciudad a raíz de la muerte de un hombre de raza negra a manos de la policía. Las bolas que salían despedidas de los bates producían ecos huecos. Nadie se apresuraba a recuperar un jonrón o una pelota de foul y entregar el souvenir a un niño emocionado. La asistencia oficial se anunció como cero.
A medida que los deportes principales comienzan a regresar durante la pandemia, el distanciamiento social será vital. Llenar un estadio a su capacidad sería imprudente. Al mismo tiempo, ese juego estéril hace cinco años plantea dudas sobre si los deportes pueden mantener enteramente nuestra devoción, o su audiencia televisiva, si se juegan durante meses frente a asientos vacíos.
Claro, las redes sociales, las apuestas y las ligas de fantasía despiertan el interés de los fanáticos. Los encuentros de artes marciales, las carreras de autos, el golf, el futbol alemán y algunos otros deportes están celebrando competencias sin fans. Las ligas de béisbol en Corea del Sur y Taiwán tienen audiencias televisivas pese a los estadios vacíos. Pero sin espectadores en vivo, los partidos tradicionales corren el riesgo de reducirse a matemáticas con tarjetas coleccionables, especialmente una vez que la novedad del regreso de los deportes desaparece.
Los estadios vacíos no indicarían un retorno a la normalidad. Confirmarían que permanecemos en una época de anormalidad, socavando el atractivo de los deportes como escape y distracción. Y plantearían una pregunta incómoda: si no está libre de riesgo que las personas se reúnan en las gradas o en lugares como restaurantes y parques, ¿por qué es aceptable pedir a los atletas que compitan para nuestro entretenimiento? Particularmente porque muchos deportes dependen fuertemente de atletas negros y morenos, mientras que el Covid-19 afecta desproporcionadamente la vida de las personas negras y morenos.
La óptica sería “un poco de gladiador”, dijo Rick Gentile, un ex ejecutivo de CBS Sports.
Cuando se reanuden los deportes, las cadenas podrían tratar de aliviar el silencio con ruidos grabados de multitudes, como Fox está considerando, junto con hinchas digitales. Pero esto reforzaría aún más la sensación de artificialidad, como lo hacen las muñecas sexuales y los carteles de falsos fanáticos enmascarados en los estadios de fútbol de Corea del Sur y los tamborileros robot en la liga de béisbol de Taiwán.
Un partido de fútbol sin hinchas “no tiene alma”, incluso si se vuelve necesario, dijo Bob Bradley, gerente del Los Angeles FC.
Observe de nuevo el tiro imposible de Tiger Woods en el hoyo 16 del Masters de 2005, y escuche la creciente expectativa en la galería mientras la pelota rueda lentamente hacia la bandera, los gritos suplicantes al detenerse el tiro en el borde de la copa, y el alivio soltado al caer el pajarito en el hoyo. La alegría en erupción de los fans causa que Woods dé puñetazos en el aire y elevan su grandeza más allá de los fanáticos del golf.
Los televidentes también extrañarán esa energía en estadios vacíos. Pero Gentile y otros expertos en televisión dijeron que esperaban que Fox y otras cadenas evitaran el truco desagradable del ruido artificial de la multitud.
“Eso sería casi ofensivo”, dijo Gentile.
Lo cual es la misma respuesta que las apenadas autoridades de fútbol de Corea del Sur tuvieron respecto a las muñecas sexuales.
© 2020 The New York Times
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