Todos conocen las diferencias entre pescar con mediomundo y hacerlo con caña. En un caso la cosecha será numerosa, pero del mar puede venir de todo, cualquier cosa. En el otro, el que morderá
el anzuelo será seguramente el pez que uno espera. Llevado a la pandemia de coronavirus en la Argentina, implica que el país está en un momento crucial: si bien el virus no se ve, tal como ocurre con el descubrimiento de galaxias lejanas existen referencias que permiten empezar a localizarlo. Eso hace que cuando el pescador sale a pescar, el resultado sea cada vez más exitoso.
Para seguir con la analogía, cuando comenzó la pandemia de coronavirus en la Argentina -este miércoles se cumplen 100 días-, se pescaba con caña: se testeaba a los que llegaban del exterior y tenían síntomas. O sea, era muy probable que dieran Covid positivo. Con el correr de las semanas y cada vez más, la caña se cambió por el mediomundo: la definición de caso sospechoso se fue ampliando, de modo que mucha más gente pasó a ser potencial pez en el territorio argentino. Así, un poco a ciegas, se comenzó a testear a cualquiera que tuviera síntomas compatibles con la enfermedad. Pero no siempre la sospecha se confirmaba. Mejor dicho, casi nunca.
Veamos esto reflejado en cifras: entre el 31 de marzo y el 1° de abril, fueron registrados 88 casos nuevos de coronavirus y fueron descartados 720. Esto quiere decir que 1 de cada 8 casos dio positivo. Era el momento en que la cantidad de casos importados todavía era dominante. Apenas una semana ocurrió el paso de la caña de pescar al mediomundo: se empezó a testear cada vez a más gente que encuadrara por protocolo en los síntomas de coronavirus. ¿Y qué ocurrió? Entre el 8 y el 9 de abril hubo 80 casos nuevos, pero se descartaron 1.397: esto significa que por cada confirmado se descartaron 16.
El momento en que el “mediomundo” fue de mayor tamaño fue entre el 18 y el 19 de abril, cuando la cantidad de nuevos casos positivos en 24 horas se mantuvo casi igual, en 81, mientras que los descartados crecieron todavía un poco más y llegaron a 1.463 en un día. Eso dio como resultado que apenas 1 de cada 18 casos diera positivo. Uno confirmado, 17 descartados por laboratorio (test PCR) o criterio clínico epidemiológico.
Si quisiéramos encontrar algún tipo de pico en esta pandemia local, aunque más no sea porque el de contagios todavía es incierto, es posible al menos afirmar que en aquel momento de abril tuvo lugar el “pico de ceguera”, es decir, se salía a pescar todo lo que parecía un pez, pero pocos se volvían pescado. Para entonces, en el país había en total 2.839 casos positivos y se habían descartado 25.259 sospechosos.
Personal de sanidad realiza un control febril en el Barrio Fraga, de Chacarita.
A partir de ese momento comenzó a pasar lo que en términos de economía de la pandemia -en términos estrictamente epidemiológicos- sería un saldo cada vez más rendidor. Ya para el 27 de abril hubo un incremento diario de casos de 112 pacientes, mientras los descartados fueron 1.775, por lo que el promedio mejoró y 1 de cada 16 sospechosos dio positivo. Dos semanas después -una eternidad en términos de pandemia- la realidad cambió completamente: el 13 de mayo se sumaron 285 contagios, mientras que la cantidad de descartados fue de 2.217. Esto es, 1 confirmado cada 7 descartados.
Fue a mediados de mayo cuando la puntería se afinó. Lo que hasta entonces era un largo y ancho mar para pescar, pasó a ser una gran laguna, acotada sólo con alguna excepción territorial -sobre todo Chaco- a los límites del área metropolitana de Buenos Aires.
Es así que la pesca con mediomundo comenzó a perder sentido y los pescadores agarraron de nuevo la caña. Esta vez no eran turistas recién llegados de Europa los peces a sacar del agua, sino aquellos argentinos concentrados en las áreas más vulnerables en las que el distanciamiento físico es una utopía.
El 19 de mayo, uno de cada 6 casos dio positivo; el 2 de junio, uno de cada 4; y el 8 de junio, uno de cada 3. En el promedio total, la cuenta final da que desde el comienzo de la pandemia en la Argentina, de cada 6 casos sospechosos uno se confirmó y cinco se descartaron. En la medida que se refuercen los testeos focalizados, ese promedio general puede seguir bajando cada vez más.
Para decirlo de otra manera: no es una mala noticia que crezcan los casos de coronavirus. Es la lógica de la pandemia. Mientras se logre mantener protegida a la población vulnerable, el hecho de descartar una proporción cada vez menor de casos de los que se testean a diario indica que los ojos del pescador están más abiertos y bien perfilados. Aunque el virus siga siendo tan invisible como lo esencial, poco a poco se le empieza a adivinar la cara.
Eso quiere decir que cuantos más casos sean detectados y menos sean descartados, más cerca se estará de cercar al virus. Por eso, que los casos positivos hayan llegado al récord de 1.141 en un sólo día es apenas una parte de la película.
Lo peor que podría pasar es que la proporción de descartados vuelva a subir, porque significaría que el Covid tiende a la fuga. La circulación comunitaria del coronavirus empezaría a ganarle la pulseada a los contactos estrechos. Y el pescador volvería a caer en un limbo, desorientado.
En suma, este es un momento clave, en el que mientras se flexibilizan las pautas de la cuarentena seguramente se decida la suerte de la pandemia en el país. El mejor horizonte: pescar la mayor cantidad de peces sin que escapen de la laguna para ganar, otra vez, la trágica inmensidad del mar.
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