La legislatura catalana está agotada. No tanto por una cuestión de calendario como por la fatiga estructural que revela el andamiaje independentista. Como informó ABC, una vez el Tribunal Supremo resuelva a
finales de septiembre el recurso de casación de Quim Torra y lo inhabilite de manera definitiva, las elecciones autonómicas se celebrararían la última semana de enero o la primera de febrero, un calendario casi seguro dado que de manera improbable ERC apoyará la continuidad de la legislatura con otro presidente de JpC. Medio año por delante para que ambos partidos sigan practicando el juego de desgaste, a veces subterráneo, a veces a cara descubierta, que ha hecho que la legislatura posterior al 1-0 y al 155 sea en realidad la de la fractura secesionista. Ni se soportan, ni lo esconden. Si en el seno del Govern la labor de zapa entre las consejerías de uno y otro partido no se detiene -se ha visto durante las semanas de crisis sanitaria-, en el Parlament la lucha es con el cuchillo en la boca. En este contexto, y mientras ERC renueva su llamada a la «unidad independentista» -una forma como otra de exigirle a Torra que aclare ya el calendario electoral-, el presidente se descolgó ayer sacando del cajón su vieja y olvidada propuesta, estrambótica incluso para parte del independentismo, de «validar» el referéndum del 1-O celebrando una nueva consulta de secesión. Así lo afirmó en sede parlamentaria al recordar que tras la sentencia del Supremo a los líderes del «procés», y mientras en Barcelona ardían las calles, él mismo ya planteó repetir dicha votación. «Hemos sido fuertes cuando hemos votado juntos en Madrid contra el estado de alarma o cuando en Cataluña dimos una respuesta a la sentencia del 1-O. Yo vine después de la sentencia a esta cámara e hice una propuesta: que teníamos que volver a pasar por las urnas para hacer un referéndum de autodeterminación. Yo estoy allí. ¿Lo está toda la Cámara? Hice una propuesta, la mantengo. Tenemos que seguir avanzando, el camino a la independencia es una línea recta», se elevó Torra entre la propuesta formal y la extravagancia. Los partidos leyeron la idea como una (nueva) pirueta táctica para zafarse de la presión de ERC. Desconcierto La proclama de otoño, entonces enterrada discretamente por Torra ante el desconcierto de Esquerra, Junts y el entorno de Waterloo, salía ayer de nuevo a relucir en lo que, a tenor de las reacciones de los implicados recogidas por este diario, se ve como una muestra clara de la desconexión del «president» con su realidad más cercana. Una nueva consulta no conecta con los sectores mas hiperventilados del secesionismo, como la CUP y entidades como la ANC, que entienden que el referéndum ya se hizo y que de lo que se trata ahora es de aplicar el «mandato del 1-0». Tampoco conecta con la estrategia de JpC y Waterloo, pese a toda la retórica irredentista que de allí emana. Mucho menos interpela a una ERC que quiere avanzar por el carril central, venderse como partido fiable y conseguidor capaz de capitalizar la nueva fase de diálogo que se abre con el Ejecutivo de Pedro Sánchez. Este mismo mes de julio se materializará con la convocatoria de la «mesa de gobiernos», tal y como confirmó en el Congreso la vicepresidenta primera Carmen Calvo. Ayer mismo, y tras la última salida de Torra, fuentes de ERC consultadas por ABC recordaban que cuando el partido republicano reclama unidad, lo que pide es «sentarse y hablar, no soltar propuestas un día y ya está». Lo que en otoño se entendió como una propuesta de «referéndum bis» en esta legislatura, ahora, «en tiempo de descuento» ya no es «posible», insisten en ERC, partido que confía en superar a los herederos de CDC en unos comicios autonómicos por vez primera. En el entorno del propio Quim Torra también intentaban revestir sus palabras en el Parlament -no es una novedad en la atípica presidencia de un no profesional de la política-, asegurando que lo que propone en realidad el presidente es «pasar por las urnas» para validar el 1-O. Y se apuntan tres fórmulas: un referéndum acordado, que es la opción prioritaria, un referéndum por la vía unilateral o incluso unas elecciones «plebiscitarias». Como se ve, todo fórmulas más o menos ensayadas, todas fracasadas, por parte del independentismo. En cualquier caso, se asume desde el entorno de Torra, en coincidencia con ERC, que nada de esto no será posible dentro de la presente legislatura, y la propuesta se lanza, asumiendo que no se ha consultado ni con los republicanos ni con Waterloo, para reforzar precisamente el mensaje de unidad del independentismo. «Es para que a ERC no se le olvide», subrayan las misma fuentes. Por la reacción entre los republicanos, queda claro que lo que no se olvida es que en el secesionismo, cada uno va por libre. Lo que por delante queda es medio año más de un fraticidio «indepe» que se ventila en muchos ámbitos más allá del Parlament. ¿Los más inmediatos? El suplicatorio de Laura Borràs y el control de TV3. Este útimo campo será clave para ver cómo se «vende» entre los independentistas la mesa de diálogo entre la Generalitat y el Gobierno, ante la que Torra titubea. Saber el «precio» Por lo pronto, y cumpliendo con una de las exigencias no explícitas, pero sí subyacentes, para que ERC apoyase el estado de alarma, la citada mesa se recompone en julio. Lo confirmó ayer Carmen Calvo. «Sí, vamos a convocar la mesa de diálogo porque es la única manera de encontrar una salida dentro de nuestro marco constitucional», aseveró ante las preguntas de la portavoz popular, Cayetana Álvarez de Toledo. Mientras el Ejecutivo calienta motores para volver a negociar con Torra, la dirigente popular exige saber cuál será el «precio» que acabará pagando España y si Cs estará también invitada en la cita. «Usted desprecia la conversación democrática y usted desprecia también a la soberanía nacional», acusó Álvarez de Toledo a Calvo antes de reivindicar «el exclusivo derecho de las Cortes a decidir lo común», informa Ana I. Sánchez. Calvo no contestó a ninguna de sus preguntas.
FUENTE DIARIO ABC: