Galdós y la española Girona

En febrero de 2018 la alcaldesa de Gerona Marta Madrenas agravió una vez más a la democracia al cambiar el nombre de la plaza de la Constitución por el de 1 de

Octubre. En la inauguración del nuevo nomenclátor la política de Junts per Cat justificaba la tropelía: la Constitución «ya no nos representa, ya no defiende las libertades individuales y colectivas». Madrenas presentaba la placa del 1 de octubre de 2017 como «un homenaje a la dignidad al coraje y a las personas que defendieron la democracia de forma pacífica». Desde Waterloo, el fugado Puigdemont se unió a la romería; la nueva denominación «permitirá que, generación tras generación, recuerde lo que hicimos el 1 de octubre». Al modo del estalinismo que eliminaba de los archivos a personajes y episodios incómodos para la manipulación sectaria, el consistorio separatista ignoraba la Constitución de 1978, como siempre ha ignorado el papel decisivo de Gerona en la guerra contra la invasión napoleónica. La capital del Onyar mereció el marbete de «inmortal» cuando en 1809, en el tercer embate del ejército francés, resistió siete meses de asedio que arrojaron casi diez mil muertos. Junto al 2 de mayo madrileño, Móstoles, Bailén o Zaragoza, Gerona pasaba a formar parte de la cronología heroica de la guerra de la independencia. No es extraño que Benito Pérez Galdós bautizara con su nombre la séptima entrega de sus «Episodios Nacionales». En 6 de diciembre de 2019, la periodista Anna Grau retornó a la ciudad donde nació y vivió hasta los dos años para celebrar con Elda Mata, presidenta de Societat Civil Catalana en Gerona, el Día de la Constitución. Grau observó la nueva placa del 1 de Octubre y las letras metálicas de la palabra Constitución que Madrenas ordenó arrancar y tapar con cemento. Grau intercala irónicos entreactos que confrontan situaciones de hace doscientos años con nuestro pandémico presente y subrayan la españolidad de la ciudad sitiada. Cemento, árboles con los troncos ofendidos por el plástico amarillo, despliegue de Mossos y Policía Nacional recordaban a las «intrusas» que su acto sería considerado una provocación por los independentistas. «Me llamó la atención saber que el tan magreado y sufrido nombre de plaza de la Constitución no es nuevo en Gerona. Ni tan solo data de 1978. Fue durante tres periodos diferentes de los siglos XIX y XX (con constituciones muy diferentes) el nombre de la plaza más importante y destacada de la ciudad…», recuerda Grau. Tan destacada como la plaza del Vi, sede del ayuntamiento que hoy ocupa Madrenas con el apoyo de las CUP. Como faltaban pocos días para que el Año Galdós echara a andar el 4 de enero de 2020, Grau llevaba consigo ejemplares de «Gerona» que pretendía repartir entre los desmemoriados gerundenses. Galdós «despliega un cuadro vibrante de heroísmo y patriotismo, indistintamente catalán y español». Amnesia independentista Esa españolidad que debe abarcar a las lenguas peninsulares ha llevado a Grau a verter al catalán la «Gerona» galdosiana. La «Girona» que publica ediciones Hildy con prólogo de Andrea Levy y epílogo del gran columnista de Diari de Girona Albert Soler, rescata de la amnesia independentista ese episodio nacional del que los catalanes deberían sentirse orgullosos. Se podrá decir que lo mejor es leer a un autor en su lengua, pero los que nunca traduciríamos «Fuenteovejuna», haremos una excepción con esta «Girona»: Grau intercala irónicos entreactos que confrontan situaciones de hace doscientos años con nuestro pandémico presente y subrayan la españolidad de la ciudad sitiada. Galdós rescata su estribillo resistente en arcaico catalán: «Digasme tú, Girona, si te n’arrendiràs… lirom lireta / Com vols que m’rendesca si España non vol pas, lirom fa lá garideta, lirom fa lireta lá». Un «espacio heroico» galdosiano que estudió la historiadora Ermitas Penas, asociado a personajes como el doctor Nomdedéu, Andresillu Marijuan, el gobernador Mariano Álvarez de Castro, Siseta, Vadoret, Josefina… Quinientos años de historia común no desaparecen con cuatro ripios de Llach, alcaldesa Las plazas de l’Oli, del Vi -donde se acumulan los cadáveres entre miasmas epidémicas-, de la Catedral, de les Cols, de Sant Pere; barrios (Vell, Mercadal, Pedret, Montilivi); calles de Cort-Reial, Nou, Sabateries Velles, Ballesteries, de la Barca, Ciutadans, Força, Els Quatre Cantons; torres de la muralla (Gironella, Sant Narcís, Alemanys, Sant Lluís, Santa Llúcia); los castillos de Montjuïc y Montagut, la catedral de Santa Maria, la iglesia de Sant Fèlix, el santuario dels Àngels. Los ríos Onyar y Galligants, la Devesa… Y el regimiento irlándes Ultonia que arribó a Gerona para ayudar en la defensa y que acabó dando nombre a un conocido hotel. Precisamente ahora, cuando hasta el recalcitrante Torra parece adorar a esos españoles a los que consideraba «bestias taradas» -todo sea por salvar, hipocresía mediante, la temporada turística-, la mani-cómica Madrenas desperdicia la posibilidad de una ruta por la Gerona de 1809. Quinientos años de historia común no desaparecen con cuatro ripios de Llach, alcaldesa. Libere su ciudad de la memoria histérica y recobre su memoria histórica. Gerona está en deuda con Galdós: ¿Para cuándo una calle dedicada a don Benito?

FUENTE DIARIO ABC:

https://www.abc.es/espana/abci-galdos-y-espanola-girona-202006220239_noticia.html

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