«Espero que te valga». Es el mensaje que acompaña la fotografía que José Ramón Cifuentes Luna envía por WhatsApp para ilustrar esta entrevista. Es un autorretrato realizado este sábado en la terraza
de su torre de vigilancia, Dehesa Boyal, en la localidad toledana de Los Navalmorales. «Es la torre más baja de la provincia, a 865 metros de altitud», puntualiza este hombre de 58 años, que ya acaricia un cuarto de siglo en la lucha contra los incendios. Primero como bombero forestal; ahora en la limpieza de los montes con su cuadrilla y también como vigía desde su atalaya. Es un Rodrigo de Triana moderno, aunque no grita «¡Tierra a la vista!» como el avistador de La Pinta. Los ojos de José Ramón son los primeros que anuncian un fuego. Madrileño de nacimiento, se marchó al pueblo de su madre, Los Navalmorales, cuando se quedó sin trabajo. «Mi sector se vino abajo». Era jefe de sección en una fábrica de curtido de pieles en Madrid hasta que la empresa sucumbió. «Y me tuve que reciclar con 34 años, ya mayorcito». Corría el año 1995 cuando comenzó a estudiar en una escuela para ser capataz agrícola, lo que le permitió abrirse un nuevo futuro laboral dos años más tarde: pasó del curtido de pieles a luchar contra el fuego. Empezó en la brigada helitransportada de Robledo del Buey como bombero forestal. «En mi época íbamos 9 y al mando, un agente forestal. Un helicóptero nos dejaba en tierra y actuábamos con nuestras herramientas mientras el helicóptero arrojaba agua. Así estuve nueve campañas. Pero me hice mayor y ese trabajo es muy exigente, por lo que me fui a una torre». Soledad y responsabilidad Hay vigilantes móviles que recorren en pareja el campo subidos en todoterrenos. Pero José Ramón es un vigía fijo. En su atalaya lleva desde 2006. A ella llega en un vehículo todoterreno por una pista forestal. Trabaja un día sí y otro no, de 11 de la mañana a 11 de la noche. Así desde el 1 de junio al 30 de septiembre, el periodo de la campaña de prevención y de lucha contra los incendios en Castilla-La Mancha. «Tienes mucha soledad en una torre en lo alto de un monte, pero también mucha responsabilidad porque sabes que tu función es primordial —asegura—. En un incendio, tú eres el primero en dar la alerta, el primero en detectar los humos. Y toda la información que pases al Centro de Operación Provincial (COP) es decisiva para que se tomen decisiones ante un incendio». Este trabajador de la Empresa Pública de Gestión Ambiental de Castilla-La Mancha (Geacam) siempre tiene a mano unos prismáticos y su inseparable alidada, un aparato que mide la dirección en grados y permite situar el emplazamiento de un fuego. «Cuantas más torres pasen esa información a la central, se situará mejor el lugar del incendio». En la provincia de Toledo hay 9 torres, cada una con dos vigilantes, que se turnan. Tienen un frigorífico y una cocina, pero José Ramón se considera un privilegiado. «La mía es la más bonita que conoce y la más alegre —recalca—, porque tiene una terraza y la carretera CM-401 está muy cerca, con lo que veo pasar muchos coches y eso ayuda». Su emplazamiento es estratégico y le permite ver hasta una distancia de 100 kilómetros en los días claros. «Se detectan muchos incendios porque está en un sitio muy bueno», afirma un hombre que prefiere la bicicleta de carretera a la de montaña para hacer deporte. Reconoce que su trabajo puede resultar monótono, pero «al mismo tiempo te sientes muy satisfecho cuando detectas un humo y la información que pasas permite que tus compañeros cojan el fuego a tiempo, que es fundamental, y lo apaguen». Cuando llega el 30 de septiembre y se baja de la torre hasta el próximo junio, José Ramón no se queda de brazos cruzados. Vuelve con su cuadrilla de Los Navalucillos para limpiar los montes. Son una veintena de trabajadores, de ellos cuatro mujeres. «Es muy importante la labor que se hace con los trabajos de selvicultura preventiva», resalta. Gente concienciada Pero el coronavirus también los dejó confinados en casa por orden de la empresa: «El problema no era que nos pudiéramos contagiar en el campo, donde mantenemos suficiente distancia, sino en el desplazamiento en los vehículos». Y cuenta con orgullo cómo algunos compañeros, principalmente los conductores, atendieron la llamada de la Junta de Comunidades para realizar labores de apoyo llevando medicamentos a los hospitales o material para desinfectar residencias de ancianos. «No hay que bajar la guardia ante el coronavirus ni tampoco con el fuego. La gente está muy concienciada. A parte del daño material que se hace al medio ambiente, hay que tener en cuenta que el peligro que corre la gente que trabaja en la lucha contra los incendios». Lo dice alguien que fue cocinero antes que fraile. Un Rodrigo de Triana a lo moderno que siempre está dispuesto a gritar «¡Fuego a la vista!».
FUENTE DIARIO ABC: