“Las redes sociales se convierten en armas de destrucción masiva”

Están ahí, al acecho. En cuanto alguien se descuida, jalan del gatillo y disparan. Lo hacen con impunidad, en nombre propio o con un alias. No reconocen poder, autoridad o trayectoria.

Pueden activarse en cualquier momento intentando infundir miedo o para amedrentar. Son los asesinos de la reputación.

“El mensaje a circular puede cargar odio, mentira o resentimiento”, dice el lector sobre el uso dañino de las redes sociales. (Foto: EFE/Andrew Gombert)

Cuando disparan es a quemarropa. Sin medir consecuencias. Nada vuelve a ser como antes. Disparan falsas acusaciones, calumnias o injurias. Sin piedad. Sus dichos pueden diseminarse por las redes sociales como un virus aprovechando la inocencia o el fastidio de los afectados. Activan algún resentimiento o tal vez un espíritu de justicia que todos llevamos dentro.

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El mensaje a circular puede cargar odio, mentira o resentimiento. Y como una moneda falsa acuñada por inmorales y transmitida por honestos, así sucede con lo que se pone a circular muchas veces por Internet. ¿Quién pedirá disculpas cuando se compruebe que lo dicho fue una mentira? ¿Quién saldrá a respaldar o apoyar a la víctima?

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La sospecha ya fue sembrada. La duda y desconfianza también. Quien lo hace no se sabe si trabaja a sueldo o solo por el placer de dañar y destruir. No necesita tener formación o ser experto, ni siquiera llevar una portación especial. Sus armas son una computadora o celular, Internet y la palabra. Así envían a un tribunal de enjuiciamiento público a sus víctimas sin jueces, fiscales ni abogados. No hay debido proceso. Como si fuera una vuelta a la antigüedad con el apedreo público. Así son los juicios por jurado en las redes.

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Todos podemos caer en sus garras. Trayectorias que han sido forjadas por años pueden desmoronarse en un santiamén. Basta tener un preconcepto o idea errónea sobre alguien para pegar el golpe certero. Como una brasa que quema nos llega el mensaje y una extraña necesidad de compartirlo hace que comience a circular el daño. Quien golpea puede no dejar huellas y quedar en el anonimato para siempre. Nadie saldrá a hacerse cargo. El victimario puede convertirse inmediatamente en víctima y pasar desapercibido entre multitudes de damnificados.

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A las víctimas solo les queda combatir con las mismas armas y en el mismo campo de batalla: las redes sociales. Allí el resultado puede ser incierto, pues habrá quien que crea en el descargo realizado o también quien pase a formar fila de los victimarios. Cada reenvío del mensaje es un disparo a la reputación donde salen heridas la honestidad y la verdad y pueden salir indemnes la cobardía o la traición. Las redes sociales se convierten así en un arma de destrucción masiva.

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Todos pueden convertirse en vehículos del bien o elegir someter a alguien al escarnio público. Contra ese virus no hay vacuna, antídoto ni cura. Muchas víctimas eligen el aislamiento y el distanciamiento hasta que la mentira se disipe, hasta que la verdad salga a la luz y el tiempo hago lo suyo. Puede que la herida cure o no sane jamás. Tal vez todos en algún momento consciente o inconscientemente hayamos sido asesinos de la reputación. Bastó con un clic, un send.

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Solo hay que estar atentos, alertas. El enemigo está al acecho y puede estar en casa, en el barrio, en el trabajo o en el grupo de amigos. Ojo, que nadie diga que no fue advertido. El asesino de la reputación está entre nosotros buscando cobrarse su próxima víctima.

Leonardo Costucica

leocostucica@gmail.com

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Luis E.Luchía-Puig

lelp@fibertel.com.ar

Un comentario sobre el presidente de Uruguay

El presidente de Uruguay, Luis Lacalle Pou. (Foto: EFE/ Federico Anfitti)

En el canal de noticias TN pude ver el reportaje que le hiciera Alfredo Leuco al presidente de Uruguay Luis Lacalle Pou. Como argentino me dio envidia ver a un mandatario educado, sencillo. Con las visiones claras de lo que quiere para su país. Su respeto por la libertad de prensa y por la división de poderes.

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Me llamó la atención algo que dijo: “El día de mañana cuando termine mi mandato quiero caminar tranquilo por la calle”. Felicitaciones al pueblo uruguayo por su adultez democrática de la que tanto deberíamos de aprender.

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Leonardo D’Elía

leonardo68delia@yahoo.com.ar

El Presidente y los “odiadores seriales”

“Vine acá para terminar con los odiadores seriales y abrir los brazos para que nos unamos”, dijo el 9 de julio el presidente Alberto Fernández en el acto oficial por el Día de la Independencia.

Hace unas semanas el presidente Alberto Fernández amenazó con “terminar con los odiadores seriales”. No sólo lo hizo sin identificarlos o dar motivo institucional para acometer semejante epopeya, sino aún peor: porque “odia a los odiadores”.

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Curiosa condición personal que no recuerdo que haya sido votada entre las promesas hechas y aún incumplidas.

Tampoco creo que forme parte de su compleja función presidencial.

Adrián Armando

Klas aklas@fibertel.com.ar

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