De imponente estampa fue el primero de la tarde. Un cuajado animal del hierro de Virgen María que arrancó los primeros aplausos tan sólo con puede el ruedo. Lo de Cristian Escribano
fue desde el principio un derroche de torería y buen gusto. Desde el cadencioso toreo a la verónica de rodillas hasta el cambiado con el que inició la faena de muleta. Toreo caro y de mano baja que hizo ver al Cristian de siempre en una situación tan desconocida como la actual. Entramó una faena de cabeza y gusto que abrochó con una soberbia estocada. Muerte espectacular que puso la felicidad en el rostro del torero y las dos orejas en sus manos. Ante el cuarto y rodilla en tierra, lo saludó muy templado con el envés del capote. Facilidad y oficio, aunado con gusto. A menos en la muleta, Escribano supo sacárselos de uno en uno para aprovechar lo que tenía un animal que dio lo poco que tenía en el artístico y variado inicio con la pañosa. Oreja. Gómez del Pilar mostró que sigue siendo él. Ese torero valiente que no le queman las zapatillas en las cercanías y que si el toro no pasa, a él no le importa pasar y lo demostró en sus dos turnos con sendos arrimones. Enfundado en su blanco y plata, se fue a la puerta de chiqueros a por el soso segundo. Un animal venido a menos ante el que el torero de Cedillo tuvo que apretarle en las cercanías para sacar todo el provecho. Una faena que caló en los tendidos por su expresividad y voluntad de buen hacer y que de no ser por el pinchazo previo a la casi entera estocada, hubiera tenido un premio mayor que la oreja que paseó. Poco tuvo el quinto ante el que Gómez del Pilar tuvo que hacer un derroche de paciencia y suavidad, pues las nobles embestidas había que sacarlas espaciadas y de forma delicada. Raúl Rivera cuajó a su primero a la verónica. Un animal de gran condición que pedía distancia para mostrar la viveza de sus embestidas. Se vio en el vistoso tercio de banderillas que con gran acierto protagonizó el diestro de Yeles. Esa misma condición se atisbó en la muleta en los momentos en que se le dio distancia en una faena cargada de disposición y que rubricó con una gran estocada. Dos orejas. No fue menos el sexto, pues su presentación fue muy por encima de la categoría de la plaza, como toda la corrida. Tras un saludo variado llegó la mejor versión del Raúl Rivera banderillero, en un jaleado tercio y con la muleta. Firmó momentos de mucho encaje y toreo abandonado que le valió la oreja. Ante la nueva normalidad y la inexistencia de Puerta Grande, abandonaron los tres matadores juntos el ruedo a pie, en una bonita estampa.
FUENTE DIARIO ABC: