El domingo 16 de agosto, como todos los domingos desde que comenzó la cuarentena por la pandemia de coronavirus, Sabrina Corio (46) comenzó a sentir la urgente
necesidad de salir de su casa. Se ahogaba. Le faltaba el aire dentro de su casa.
La prohibición total de dejar del hogar ese día en específico, impuesta a los vecinos de Bariloche por el municipio local, agravaba todavía más su sensación de encierro y angustia. Finalmente se “escapó” acompañada de su perro Aníbal a dar una vuelta de cuatro cuadras en las que esperaba ocupar 10 minutos de reloj. Fue entonces cuando una patrulla de la policía de Río Negro la interceptó para después llevársela detenida por transgredir el protocolo sanitario vigente. Además se le inició una causa penal.
Los paseos con su cachorro se habían transformado en una suerte de terapia alternativa para Corio, quien pasa por una difícil situación económica. La pandemia y la posterior cuarentena agravaron sus problemas de dinero y desempleo. La mujer, que ha desarrollado actividades en espacios educativos, lleva seis meses sin trabajo y vive con dos de sus cuatro hijas en el barrio Las Marías, a metros de la Caminera en la entrada de la ciudad. Esta separada y su ex pareja tampoco tiene trabajo. Para alimentarse y pagar el alquiler de su hogar ella y sus hijas venden conservas y tortas que promocionan por las redes sociales.
Las caminatas le han servido de antídoto contra los síntomas, le cuenta a Clarín. También toma Flores de Bach porque no quiere involucrar a la medicina tradicional en este padecimiento. Aquel domingo confluyeron todos los elementos en danza: su ansiedad, la prohibición, su “fuga” y un grupo de policías que la detuvo.
“Lo que se vio en los videos es un recorte de la realidad, de mi vida, de todo lo que pasó y eso es muy injusto por los muchísimos ataques que recibí después. Yo no estaba paseando, es que no podía soportar más estar en mi casa, tengo un jardincito, pero no me alcanza, me sentía angustiada y no di más. Entonces salí, agarré al perro y salí”, recuerda.
“Cuando ellos me interceptaron y me preguntaron ‘¿Qué hace señora?’, yo no me sentía bien y no tenía ganas de explicarles ‘Mire, tengo ataques de pánico, tengo que salir’. No los vi receptivos a todo eso. Pensé que no les iba a importar, por eso les dije lo del perro, no les expliqué cómo me sentía”, agrega.
Coria había dejado su casa a las 12.10 y esperaba estar de regreso a las 12.20 aproximadamente. Llevaba alrededor de 200 metros recorridos cuando una camioneta de la Policía rionegrina la descubrió. “¿Qué hace señora? No puede salir señora, vuelva a su casa”, le indicaron los policías en cuanto la vieron. La mujer replica ahora que nunca desobedeció la orden de los agentes. “Me dijeron ‘Vuélvase a su casa’ y empecé a volver. Pero ellos me siguieron y me empezaron a decir por el altavoz: ‘Regrese a su casa, no se puede circular en domingo’. Me hostigaron desde el principio”, describe.
La versión que dejó trascender la Policía es que Coria no detuvo su marcha haciendo caso omiso de la orden de los agentes. La gobernadora de la provincia, Arabela Carreras, respaldó el accionar policial. “Fue llevada por la Policía a partir de que se constatara el incumplimiento de la norma que indicaba que el día domingo no podíamos circular por la ciudad”, dijo la mandataria. Pero reconoció que hay “muchas cosas para revisar y mejorar (…) Es insólito que la ley diga que tengamos que detener personas por pasear un perro”. La gobernadora reveló que la investigación interna realizada por el Ministerio de Seguridad de la provincia concluyó que no hubo abuso de autoridad.
Sabrina y Aníbal. La mujer cuenta que está pasando una situación económica difícil: “Me gustaría que vieran mi heladera”. Foto Marcelo Martínez
“Yo estaba a 150 metros de mi casa cuando me detuvieron. Creo que se cebaron porque le tomé una fotografía a la placa del vehículo. No sé qué implicará para ellos. Pero yo he pasado 50.000 veces por la Caminera, me dan los buenos días, muestro mi documento y sigo. A mí me molestó la mala forma en que me trataron. Podrían haber sido amables como me ha pasado con otros policías, pero no. Desde el primer momento las formas fueron violentas”, explica. “Si me hubieran dicho de buenas maneras, ‘Venga con nosotros’, yo me subía al patrullero, pagaba una multa, no, pagar no porque no tengo un peso, pero habría hecho trabajo comunitario y listo”, suma. “Yo decía, ‘No gasten nafta en mí, yo ya me voy a mi casa, vayan a perseguir chorros’. Una parte de eso quedó grabado”, sigue.
En el hogar de Coria permanecían sus dos hijas de 11 y 15 años. Al no regresar, las chicas se asustaron y comenzaron a llamar a amigos y familiares puesto que tampoco podían comunicarse con su madre. El perro Aníbal, por su lado, quedó solo la calle con su correa y volvió por las suyas a la casa.
“Lo que se ve en el video es la discusión, cuando me detienen, en los dos videos, pero lo que no se ve es que yo estaba obedeciendo, volvía a mi domicilio. Después me detuvieron entre cinco agentes y Aníbal quedó solito. No entendía nada. Cuando vi sus ojos asustados, me hiperventilé en el patrullero, no podía respirar”, continúa.
“Les dije a los policías ‘No puedo respirar, me siento mal’ y entonces uno de ellos me empujo la cabeza hacia adelante y quedé peor. Empecé a llorar. Sentí que invadían mi territorio personal, que abusaban de su autoridad, sentí la vejación, que es algo muy difícil de probar”, detalla.
Las imágenes que trascendieron de su barrio muestran casas típicas de la clase media en una ciudad conocida por su belleza geográfica. “Ese recorte de realidad hizo pensar a la gente erróneamente. Yo soy de Lanús, de Buenos Aires, y cuando vine a vivir acá hace años, era vecina del Alto de Bariloche –uno de los más humildes de la localidad–. Entonces no soy una persona que no sepa cómo es el barrio, cómo es que te falte. Para vivir me las voy rebuscando. Con mis hijas vendemos tortitas y conservas. Me encantaría que vean mi heladera. Que vean la presión que sufro para pagar mi alquiler. Yo vivía en el Alto y hace seis años tuve la oportunidad de venir aquí y se dio, nada más”, sigue. “Mi mamá vive en el Alto y en una casa del IPPV. Fui madre joven y desde los 15 años vivo sola. No soy ninguna cabeza de termo. Pero la gente a salió a decir cosas desastrosas de mí en todos lados”, se defiende.
Las caminatas con su perro cerca de su casa, asegura, son para ella una terapia. Foto Marcelo Martínez
Coria advierte que no quiere englobar a toda la Policía en su crítica. “Cuando llegamos a la comisaría, una chica me dijo ‘Quedate tranquila, no te va a pasar nada, vas a estar bien’. Pero yo estaba llorando, me arrodillé, me temblaban las manos y cuando me dieron para firmar un documento no podía firmar, no podía”, dice. “Me metieron en un calabozo, con una letrina asquerosa, sin agua. Una policía que se portó bien me trajo una botella de agua. No había nada de higiene, yo no sé si no me contagie de coronavirus en esa comisaría”, apunta.
El Ministerio Público Fiscal le inició una causa penal en base a una falta a la seguridad sanitaria. Se trata del Capítulo IV del Código Penal: delitos contra la salud pública. El artículo 205 indica: “Será reprimido con prisión de seis meses a dos años, el que violare las medidas adoptadas por las autoridades competentes, para impedir la introducción o propagación de una epidemia”, señala el artículo.
A su vez Coria iniciará otro proceso en contra de la fuerza policial por abuso de poder y vejaciones. “Algunas de las cosas que me hicieron cuando me secuestraron, van a quedar en el olvido, porque yo fui golpeada, además te aprietan las esposas fuerte, te tocan, yo me sentí vejada. No me dieron oportunidad. Yo no me estaba resistiendo, les decía que podía subirme sola al patrullero”, insiste.
Para la mujer, que también participa de grupos de escritura y lectura, su experiencia debe tener un saldo positivo. “Mi caso sirve para que se visualice que estas cosas suceden. Si a una persona que sale con su perro le hacen esto, piensen en los chicos humildes del Alto, ¿cómo los tratan a ellos? Yo lo sé porque trabajé con estos jóvenes. Espero que el Ministerio de Seguridad tome conciencia y les enseñe Derechos Humanos y buen trato a sus policías”, reclama.
Coria indica que su vida se ha visto profundamente afectada por lo que vivió. “Mis vecinos dejaron de hablarme, la gente me agrede en las redes, mis hijas reciben mensajes agresivos también. Estoy aislada”, dice.
A pesar de su experiencia, asegura que está de acuerdo con las restricciones sanitarias, aunque condicionaron su situación económica. “A mí personalmente la cuarentena me mató, pero estoy de acuerdo en que algo hay que hacer. Yo pienso en todas las personas que necesitan salir por motivos médicos. Yo podría ser una de ellas”, afirma.
Bariloche. Corresponsal
AS