Vuelta a las aulas: hay grises entre el blanco y el negro

Los argentinos tenemos esa fascinación por ir hacia los extremos, hacia la polarización (y absurda politización) de todo. Incluso de aquellas cuestiones que tendrían que encontrarnos debatiendo de una manera más

desapasionada. Por ejemplo, el retorno a las clases presenciales.

Hubo un tiempo que fue así. A comienzos de la cuarentena la mayoría coincidió en que había que interrumpir las clases. Llegaban las temibles noticias sobre el coronavirus desde España e Italia y fue la misma comunidad educativa -padres, docentes y estudiantes- la que “metió presión” para que se cierren las escuelas. Todos los dirigentes acompañaron. Finalizaba marzo.

Pero las cuarentenas se sucedieron y llegó el tiempo de armar el protocolo para volver… en agosto, se decía. Y también hubo consenso. Todas las jurisdicciones argentinas firmaron el protocolo para la vuelta a clases, que habla de un retorno progresivo, privilegiando, entre otros, a los alumnos más complicados en sus aprendizajes.

El protocolo tiene un apartado específico sobre el “regreso progresivo a las aulas” y ahí se establece que uno de los criterios a considerar debe ser la “etapa de la trayectoria escolar” de los alumnos. Dice: “En todos los casos se deberá priorizar en el regreso a las y los estudiantes que requieran un acompañamiento específico de intensificación de las estrategias de enseñanza en sus trayectorias escolares”.

También establece, como lineamiento general, priorizar en la apertura de escuelas a “niños, niñas, adolescentes y jóvenes previamente desescolarizados, desplazados o migrantes, y aquellos pertenecientes a grupos con vulneración de derechos. Se puede pensar en aquellos que sufren violencia o abuso dentro de sus casas y que, sin escuelas, quedan sin contacto con sus docentes o personal de salud, que son quienes más advierten estas situaciones y pueden denunciarlas, explican desde Unicef.

En el protocolo hay otros criterios de progresividad, en todo momento se habla de un retorno gradual.

Pero ahora, y por arte de la “grieta” volvemos a discutir al todo o nada. Al blanco o negro. A volver o no volver. La semana pasada el ministro de Salud de Provincia, Daniel Gollán, dijo que “en el AMBA ya no va a haber apertura de las aulas este año”. Es por el temor a contagios, aunque nadie pueda demostrar que en un aula con protocolos estrictos los chicos se contagien más que, por ejemplo, en un barrio donde no se respeta el distanciamiento social.

Si se venía hablando de apertura gradual, la pregunta es ¿qué pasó en el medio? ¿Cuándo y por qué se abandonó la idea de un retorno progresivo? ¿Por qué no se puede pensar en un plan que dé un horizonte a todos los estudiantes que siguen encerrados? Misterios de un país polarizado.

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