Cómo es el laboratorio digital forense donde los investigadores buscan “huellas” en celulares y chats

Pisadas en el barro, marcas dactilares en un arma o un picaporte, la caligrafía de una carta. Los expedientes judiciales (y las novelas policiales) cuentan desde siempre el trabajo de investigadores,

peritos y forenses. Pero los tiempos cambian, y cada vez se hace más necesario encontrar esas huellas en el mundo digital, porque allí es donde se cometen varios de los delitos. Celulares, discos rígidos, posteos en redes sociales y correos electrónicos: ahí es donde los investigadores de hoy ponen la lupa.

En la Fiscalía General de la Ciudad van por ese camino. Desde 2016, el Laboratorio de Informática Forense, que depende del Cuerpo de Investigaciones Judiciales (CIJ), intervino en más de 3.700 causas en las que fue necesario hallar evidencia digital.

En un edificio de la calle Tuyú, en Liniers, un equipo de nueve peritos busca pruebas en mensajes de texto, computadoras y otros elementos, en causas que van desde narcotráfico hasta violencia de género, pasando por acoso cibernético o tráfico de imágenes de abuso sexual a menores.

El trabajo varía según el equipo a revisar. “En el caso de los celulares, se conecta el equipo a un software especial y se descarga toda la información, incluso la que había sido borrada“, explica Alejandra García, responsable del Laboratorio. Ese software, de origen israelí, permite “leer” casi todas las marcas y modelos de teléfonos.

El equipo de “ingeniería inversa” del Laboratorio Digital Forense desarma los celulares y las computadoras para recuperar la información. Foto: Lucía Merle.

Si se tratara de una causa por amenazas o violencia de género, por ejemplo, se le pide a la víctima que se acerque a la oficina de atención del Laboratorio para que pueda extraerse la información en el momento (un chat, un e-mail) y devolverle el equipo.

Algo similar sucede si se trata de una causa en la que la prueba está en un posteo de redes sociales. Se le solicita a la víctima que ingrese con sus contraseñas en una computadora del Laboratorio y se descarga la información.

En todos los casos, con la información bajada se crea un tipo de archivo llamado “Hush” que tiene un código único e inviolable. De esta manera se garantiza la seguridad de la prueba en el futuro juicio. También, se preserva la intimidad tanto de la víctima como del acusado, porque sólo se guarda la información relacionada con la causa y se desecha cualquier otro contenido. Algo similar a lo que sucede (o debería suceder) con las escuchas de teléfonos.

Otra forma de trabajo, muy común en los casos de grooming o de pornografía de menores, es el rastreo de las IP, la “dirección” de cada usuario online. Por ejemplo, si alguien le envió a un menor un mensaje invitándolo a un encuentro, el Cuerpo de Investigaciones le pide a la red social (Facebook, Instagram, etc) que le pase las listas con las IP desde las cuales puede haberse emitido ese mensaje.

El equipo del Laboratorio Digital Forense de la Fiscalía de la Ciudad participa en investigaciones locales, pero también colabora con causas de otras provincias. Foto: Lucía Merle.

Luego, la investigación sigue por un camino más habitual: se rastrea el domicilio al que corresponde esa IP, y se hace un seguimiento del sospechoso.

El Laboratorio también cuenta con un móvil que se usa en aquellas causas donde el peritaje digital debe hacerse durante el allanamiento. Por ejemplo, si es necesario encontrar pruebas inmediatamente para dejar detenido a un sospechoso.

Con todas estas herramientas, el Laboratorio puede bajar la información de 10 a 15 celulares o discos rígidos por día, en promedio. 

Pero, ¿qué pasa si el equipo está dañado?, ¿si el teléfono se mojó o el acusado rompió a propósito su computadora? En ese caso, entra en acción el equipo de “Ingeniería Inversa”, un grupo de ingenieros electrónicos y estudiantes que en vez de armar, desarman: trabajan con el aparato para rescatar la tarjeta de memoria o el disco rígido y extraer la mayor cantidad posible de información.

Así lograron, por ejemplo, recuperar la información del teléfono del árbitro Martín Bustos, en la causa en la que se lo acusa de formar parte de una red de abuso sexual en las inferiores del club Independiente. Según cuentan en el Laboratorio, en el momento del allanamiento una allegada a Bustos rompió el teléfono a martillazos, pero a las pruebas las pudieron encontrar igual.

Esa causa es investigada por la Justicia bonaerense. El Laboratorio porteño suele ser convocado para ayudar en investigaciones de otros distritos. “El Laboratorio de Informática Forense del CIJ funciona en el ámbito de la Ciudad, pero también ha colaborado con causas de otras provincias. Hasta hemos recibido visitas internacionales, como la del Homeland Security de EEUU”, comentó el fiscal general de la Ciudad, Juan Bautista Mahiques.

El Laboratorio Digital Forense tiene un vehículo equipado para hacer pericias durante los allanamientos. Foto: Lucía Merle.

Así, participaron en pericias digitales de teléfonos de algunos de los integrantes de Los Monos, la banda narco de Rosario; o bien del traficante colombiano Henry de Jesús López Londoño, conocido como “Mi Sangre”, que fue detenido en la Argentina y extraditado a los Estados Unidos.

La colaboración internacional también sirvió para la investigación en la que terminó cayendo Ricardo Russo, el médico del Hospital Garrahan condenado a diez años por producir y distribuir pornografía infantil. La alerta por la circulación de imágenes de abuso de menores llegó en ese caso desde EE.UU. A la vez, desde la Fiscalía se comparte la información que surge en investigaciones propias, y que puede servir como prueba en otros países.

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