Dúo

Jaume Asens y Gerardo Pisarello. El primero: sería «fantástico» que el Rey Felipe VI no volviera «nunca más» a Cataluña. El segundo: la presencia del Rey en Cataluña no contribuye a reforzar

la «imagen de modernidad y de buen hacer que la economía necesita». Remata: «mientras que la Monarquía no se aleje claramente de la derecha política, judicial y mediática, es evidente que aparecerá como un elemento más de atraso que como una embajadora de futuro». Dos demócratas sin tacha que se permiten el lujo de señalar quien puede viajar, o no, a Cataluña. Dos demócratas sin mácula, cuya inteligencia les permite afirmar que el Rey debe alejarse de la derecha -¿cómo saben que está próximo a la derecha?- para no convertirse en un «elemento de atraso». Y lo dicen ellos, dos insignes representantes del retroprogresismo viscoso que nos amenaza. Nadie debe sorprenderse de las declaraciones del Dúo de los Comunes. Les invito a que tomen nota de la teoría que les guía. Apunten: el reto consiste en instalar «un nuevo constitucionalismo radicalmente democrático y transformador» cuyos antecedentes son el «constitucionalismo radical democrático», el «constitucionalismo social que se abrió camino condicionado por el impacto de la Revolución rusa» y la «energía constituyente» en «América Latina, el norte de África o Islandia». ¿Lo adivinan? Efectivamente, en «Cuba, la revolución… desató numerosas transformaciones… estos cambios en la Constitución material se hicieron por vía legislativa y administrativa» y en «Yugoslavia se desarrollaron formas constitucionales novedosas». Más. La Constitución bolivariana de 1999: «democracia participativa o `protagónica´… mecanismos correctivos de la democracia participativa… mayor y mejor reconocimiento de los derechos… reconocimiento de la participación popular» (Gerardo Pisarello, Procesos constituyentes. Caminos para la ruptura democrática, 2014). Parafraseando a un redundante -pero sabio- Séneca, no hay nada más necio que no aprender por no querer aprender.