“¿Qué tienen en la mente los femicidas?”

Un interrogante recurrente es ¿Qué piensa-siente un femicida? Lo real es que nos encontramos con algunas dificultades culturales para entender el proceso de construcción del varón que ejerce violencia-de-género-o-machista-extrema pues se sostienen

afirmaciones equivocadas y no ingenuas.

1)La calificación de “enfermos mentales” a los violentos-extremos expresada por inexpertos es una creencia alimentada por algunos/as psiquiatras y psicólogos/as sin formación en Ciencias Sociales y menos en Perspectiva de género, fortaleciendo la estigmatización de las enfermedades mentales que quedan ligadas a la delincuencia.

2)La astuta maniobra de medios de comunicación con hegemonía masculinista que encapsula a la violencia-machista-extrema y a sus ejecutores como si fueran “monstruos” que nada tienen que ver con el contexto socio-económico-cultural que los constituyó.

3) La reiteración de mensajes de “opinólogos” que responden ¡no todos los hombres!, cuando las mujeres feministas señalan a la violencia machista como una estructura de dominación de género junto a otras dimensiones de la dominación masculina. ¡No todos! gritan, como si mujeres, lesbianas, trans, travestis y no-binaries no supieran diferenciar conductas, grupos y singularidades.

4) Todo lo anterior tiende a exculpar de responsabilidad a esa masa de varones que no ejerce violencia-machista-extrema pero que con su praxis cotidiana sostiene múltiples niveles de violencias de baja a alta intensidad sobre los cuerpos que el imaginario social considera pasibles de ser de su propiedad, jerarquizando la figura masculina y manteniendo la asimetría.

Los femicidas son varones autodefinidos como heterosexuales, que como todos han sido socializados sintiendo que el poder masculino es una realidad y que, por el solo hecho de estar incluidos en este género, tenemos privilegios que nos diferencian de mujeres, lesbianas, trans, travestis y no-binares.

Es cierto que “no todos” los varones llegaremos a ejercer violencia-extrema, pero todos hemos recibido mandatos sociales y habilitaciones para hacerlo. Quienes maximizan esa violencia viven intensamente ese sentimiento de propiedad sobre la vida y acciones de “su” mujer, sienten el goce del ejercicio de poder y cumplen con el mandato de ser dueños, no importa su clase social, de un cuerpo femenino o feminizado.

Tratar de “enfermos” a los femicidas es una mirada estrecha que no sirve a la lucha feminista así como tampoco es útil para diseñar políticas públicas que favorezcan el ejercicio de la ciudadanía plena a mujeres y LGTBIQ.

Generar masculinidades no violentas y re-educar agresores es posible, para ello un mayor número de varones deben involucrarse, la Educación Sexual Integral debe cumplirse y las políticas no sexistas del Estado hacia el género masculino deben generarse.

*Psiquiatra, especialista en género.

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