Las prohibiciones que nos han rodeado

Cuando tenía 18 años, o así, leí unos libros de psicología que hablaban de la identidad a partir de lo relacional. Quedé sorprendido: algo que hoy parece tan simple en ese

momento me resultó un descubrimiento. La idea es sencilla: no somos lo que somos sino lo que otros esperan de nosotros. O, también, nos cincelamos a partir de las imágenes que queremos transmitir. O -lábiles, a veces- asumimos las críticas ajenas como elementos que nos caracterizan. Ser o reflejar, esa sería la cuestión.

La idea de los varones y la sensibilidad ha dado que hablar en las últimas décadas. Muchos hemos padecido “bipolaridad” formativa. De los hombres no lloran a los contemporáneos talleres para expresarse, para soltar, para liberarse. Pero eso no fue lo único: había que estudiar profesiones respetables -recuerdo una profesora de quinto año que me estimaba mucho y por eso me decía “Ulanovsky, siga una carrera seria, no Comunicación”-, demostrar siempre cultura alcohólica, ser hincha de un equipo tanto como se ama a la madre (afectividad permitida) y así.

Los vientos recientes llegan con menos corsés pero se mantienen otros. Y se han creado nuevos. Uno de ellos es el mito de la juventud -ya no eterna porque si tenés tus años por más pinta que exhibas, fuiste- como sinónimo de creatividad, adaptación, capacidad de decir las cosas de forma directa. Por contraste, los mayores quedamos con valores opuestos. Tampoco creo la otra fórmula inefable: la experiencia suma. Ni una cosa ni otra, depende de cada quien. No nos define sólo un rango etario ni un género -o sexo, ya no sé- y hay muchas maneras de ser joven y viejo, evitemos limitarnos porque sí.

Alguna vez Jorge Amado -el autor brasileño de “Doña Flor y sus dos maridos”- sostuvo que una de las forma más cruentas de colonizar, y hablaba de América Latina, pasaba por anular diferencias, tonos, culturas locales, percepciones. Vivimos en un mundo múltiple, diverso, no podemos tener una sola voz sino muchas. De eso se trata la vida: dejar que cada uno modele su figura. ¿Los otros? Mirarán asombrados, denlo por seguro.

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