
“Mientras más expresiones escénicas ocurran, más convocado está el público, que buscará refugio de esta realidad inhóspita que parecieran hacernos creer que es nuestro destino”, dice Florencia Bendersky, quien se autodefine como artista “ekeko”, porque actúa, escribe, dirige, produce y gestiona.
Bendersky fundó “ArChiDrama” que presenta su tercera edición entre hoy y el 25 de agosto con un cruce entre las nuevas dramaturgias chilenas y argentinas en el Centro Cultural Matta de la Embajada de Chile, con entrada gratuita.
Se trata de un encuentro de artes escénicas que tiene como finalidad generar un diálogo entre ambos países donde palabra e imagen puedan articular un nuevo sentido. Se verán dos semimontados de obras de teatro de origen chileno llevadas a escena por directores argentinos: “El traje del novio” de Felipe Zambrano (Chile) con dirección de Lorena Romanín y “Proyecto de vida” de Emilia Noguera (Chile) con dirección de Juan Andrés Romanazzi.
También habrá charlas sobre las realidades de las artes escénicas a los dos lados de la cordillera. Dialogamos con Bendersky.
Periodista: ¿Qué rasgos encuentra en la dramaturgia argentina y cómo se contrapone o hermana con la chilena?
Florencia Bendersky: La chilena tiene una robusta estructura basada en sus procesos académicos y la argentina pasa por un proceso más biográfico (como una evolución del naturalismo). Las temáticas chilenas se modificaron luego del movimiento social de 2019 y eso ha dejado una profunda huella en la que aparece la memoria como eje.
P.: Seleccionan a autores afianzados, ¿qué puede decir de los nuevos autores y directores?
F.B.: ArChiDrama surge en 2017 a pedido del Centro Cultural Matta y se suma la colaboración de la Escuela de teatro de la Pontificia Universidad Católica de Chile y allí convocamos a los participantes, pero recién en 2018 dimos a luz al proyecto. En ese momento, tanto María Marull, como Francisco Lumerman, comenzaban a destacarse en el ámbito local con La Pilarcita y El amor es un bien, algo similar pasaba en Chile con los autores seleccionados (Bosco Cayo, Carla Zuñiga y Juan Pablo Troncoso). La particularidad que tiene el trabajo de selección que realizamos, es el de encontrar autores-directores sólidos, pero que aún no han alcanzado un reconocimiento masivo.
P.: ¿Cómo ve el teatro y sus circuitos?
F.B.: La escena nacional está pasando por una primavera maravillosa, todo el teatro, el comercial y el independiente están viviendo un renacer pospandémico. En 2020 muchos sentimos que el teatro se iba a extinguir, que el aura de Walter Benjamin se perdería detrás de las pantallas, pero no, sobrevivimos. En el caso del teatro independiente, el apoyo del estado fue y es vital para su existencia. Los subsidios del INT, de Proteatro, del Fondo Nacional y Metropolitano de Las Artes hacen que podamos seguir creando con riesgo, no solo pensando en una taquilla. Desde luego que no son suficientes aún estos apoyos y que necesitamos una profesionalización con sueldos acordes. Imaginarnos, como proponen algunos candidatos presidenciales, en un país sin un estado que apoye las artes, es pensar en la extinción total, un escenario mucho peor que una pandemia mundial.
P.: ¿Cuáles son los principales escollos con las que se cruzan las compañías a la hora de encarar un proyecto?
F.B.: Cofundé De Lirio Producciones (empresa chilena y argentina) para artes escénicas en ambos países y Pinb. Perform in Business, donde nos encargamos de brindar herramientas expresivas para líderes. Cuando encaro un proyecto lo hago desde el deseo, desde la necesidad de hablar o contar algo vital. El montaje del texto propio es el más directo, porque creamos sobre nuestros imaginarios. El desafío es crear la imagen sobre la poética ajena. En la Argentina, no tenemos el concepto de compañía, como sí lo tienen en otros lugares del mundo (incluso en Chile), solemos agruparnos por afinidad a un proyecto determinado y nos convertimos en cooperativas. Mi experiencia de compañía es reciente. “La pastora del sol”, la obra de Bosco Cayo que comencé dirigiendo en la primera versión de ArChiDrama en 2018, fue montada fuera de esta estructura en 2021 y de 2018 a 2021 pasaron cosas. No bajé los brazos y pese a la sensación de finitud, comencé a ensayar por zoom. Siempre digo que “Limítrofe” es la obra que nos mantuvo vivos.
P.: La pandemia, a juzgar por la afluencia de público a los espectáculos, sigue dando que hablar.
F.B.: El encierro para protegernos me permitió focalizar, no sólo profundizar el texto, sino en la gestión y apliqué a todos los subsidios que el Estado ofrecía. Al estreno en Timbre 4 le siguieron dos años de temporada en el teatro El Popular, integrar el catálogo del INT 2023-2024, funciones en Chile, dentro de los festivales internacionales de Santiago Off y Teatro Puerto, la participación en festivales nacionales como la última edición del Festival de Rafaela y próximamente el festival FAER de Rosario y el Mercosur en Córdoba. En el tiempo también hubo cambios, algunas actrices tomaron otros rumbos. Con todo este histórico, nos convertimos en Compañía Circular.
P.: ¿Qué lugar ocupa hoy el teatro de texto ante el predominio de las artes performáticas, los cruces transdisciplinarios, la moda del stand up, el auge de la comedia y el humor?
F.B.: El texto teatral, aristotélicamente hablando, ha sufrido mutaciones a lo largo de los milenios y sin embargo, ha seguido produciendo el hecho único e irrepetible del aquí y ahora. Creo que hay lugar y espectadores para todo.
P.: Como gestora cultural, ¿qué le falta al quehacer teatral desde las políticas culturales?
F.B.: Faltan proyectos a largo plazo y pensar la política pública a más de 5 años. Sostener principios y bases del bienestar común sin que haya fisuras entre partes. Y entender que el arte, especialmente el escénico, es una industria cultural que puede ingresar divisas y exportar materiales como cualquier otra industria del país, pero para eso necesitan contemplar a quienes integramos ese campo, conocernos, dialogar, saber de nuestras necesidades. Esa es una deuda interna.
Fuente Ambito