Nueva visita del cine a la famosa heroína, con una mirada imaginativa, moderna y hasta filosófica.

“Corsage – La emperatriz rebelde”. Vicky Krieps en el protagónico de la emperatriz Elizabeth de Austria, lejos del romanticismo de Romy Schneider.
Así como se le atribuye a André Malraux la frase “Buenos Aires es la capital de un imperio que nunca existió”, la Viena de “Corsage – La emperatriz rebelde”, se asemeja a la capital de un imperio que, según se nos muestra, tampoco ocurrió, o cuya existencia, en todo caso, está confrontada por un tiempo que no le pertenece. Esto es: la ficción de la película escrita y dirigida por Marie Kreutzer, imaginativa y bella, está atravesada, a sabiendas, por un tiempo que le es ajeno, y en ese territorio de libertad plena se recrean personajes que tuvieron existencia real aunque en circunstancias distintas, gozosamente anacrónicas en la mayor parte de los casos, o fantasmales y hasta falsas en otras.
La protagonista es la emperatriz Elizabeth de Austria, a la que el cine popularizó en una trilogía de los 50 con el nombre de Sissi y el rostro angelical de Romy Schneider. No fue ella; sin embargo, su única intérprete: entre otras, también la hizo Ava Gardner en 1968 en “Mayerling”, que cuenta la historia de la extraña muerte del príncipe heredero Rodolfo. En 1972, Luchino Visconti volvió a convocar a Schneider para el mismo papel en “Ludwig”, aunque en aquel caso como secundaria. Allí el protagonista era su primo, el “rey loco” de Baviera.
En una de las escenas iniciales de “Corsage”, y de manera casi explícita, se cita el film de Visconti, que desde luego nada tenía que ver con la melaza romántica de las películas antes mencionadas, a través de los juegos eróticos entre ambos primos —aunque él era homosexual, lo cual discuten en una escena ulterior, después de hacer el amor— y la cabalgata en redondo de Sissi dentro de una caballeriza. Interpretada ahora por la magnífica Vicky Krieps, el film de Kreutzer levanta vuelo propio por muchas razones, pero especialmente por una: su tratamiento del tema del tiempo.
El problema del tiempo es, pues, la médula de esta película, y a él están subordinados, y cobran sentido, los anacronismos, las inexactitudes históricas, las “conductas impropias” que pueden llevar a una emperatriz del siglo XIX, por caso, a hacer el gesto de “fuck you” al levantarse intempestivamente de una cena, o que su banda de sonido mezcle arreglos de los Stones, Kris Kristofferson o Camille, en lugar de lo que sería la previsible pesadilla de los valses de Strauss. Del mismo modo, y como el arte embellece a la vida, las circunstancias de la muerte de Sissi son contadas de otra forma con respecto a lo que ocurrió en la realidad.
En tal sentido, las muchas comparaciones que se han hecho de esta película con la “María Antonieta” de Sofía Coppola en los festivales de blablablá (véanse otras críticas para leer la lista completa de tales festivales) son injustas. Aquella película era un artificio pop más cercano a “Barbie” que a la Revolución Francesa; “Corsage” se aproxima, en cambio, a un “nuevo experimento con el tiempo”, cronológico y filosófico, en el corazón de un imperio habsbúrgico fantástico, en el sentido más borgeano de la palabra.
Sissi está por cumplir 40 años, edad liminar en el siglo XIX: del otro lado está la vejez y el acecho de la sepultura. Su obsesión por la belleza la lleva a imponerse experimentos insoportables, como ese corset (de allí el título del film) que, en algún caso, le provoca desvanecimientos; también se somete a dietas y ejercicios que la exceden. Pero hablar meramente de coquetería sería una frivolidad, y esta película no lo es. En tal sentido, se permite el mejor de todos sus anacronismos: la aparición de un hombre que ha inventado el cine dos décadas antes que Edison y los Lumière, y que la filma para aprehender esos pedazos de tiempo al que “todo el mundo quiere asirse”. Ese metraje en blanco y negro, que remeda las primeras tomas animadas, es conmovedor.
Hablar de una historia “feminista”, en el típico sentido de la heroína —expresión que adquirirá doble sentido, como sabrán quienes la vean— que se rebela contra un sistema “patriarcal” representado por el emperador Francisco José, sería también subestimar el film. La película de Marie Kreutzer trasciende el lugar común y, además de todo lo antes dicho, añade algunas frases antológicas sobre la lógica del deseo, como off de la protagonista: “Nadie quiere a nadie. Todo el mundo quiere lo que desea del otro Y queremos a quien ve en nosotros lo que nos gustaría ser”.
“Corsage – La emperatriz rebelde” (Austria, Alemania, Francia, 2022). Dir.: M. Kreutzer. Int.: V. Krieps, C. Morgan, F. Teichtmeister.
Fuente Ambito