Un tirano chupasangre que aún provoca miedo

7 de septiembre 2023 – 00:00

Se estrenó “El conde”, del chileno Pablo Larrain, que retrata al dictador Pinochet como un vampiro. La película es imaginativa pero no perfecta. Primera semana podrá verse en cines y desde el jueves en Netflix.

“El conde” es una comedia de humor negro, de terror, de vocación satírica y sangrienta. En ella, el dictador Augusto Pinochet no ha muerto, solo fingió su muerte, porque es un vampiro que sigue alimentándose de la sangre de sus connacionales. Agreguemos ahora: es un gusto para los amantes del cine de vampiros, los enemigos de la dictadura y los adictos al cine latinoamericano más suelto, imaginativo y provocador, en la forma, el ingenio, y los contenidos. Al respecto, justamente para provocar a ciertos nostálgicos, esta obra no solo se burla del general, su esposa y sus hijos, sino que los acusa de ladrones.

Eso por allá es un asunto candente. Lo que cuenta uno de los personajes acerca de la compra-venta de una fábrica en quiebra, allá es vox populi. Y es bien cierto que antes de morir Lucía Iliart (más arribista que el marido, dice una voz en off) tuvo que devolver las propiedades del Estado que en viejos tiempos se había hecho transferir gratuitamente, pero no pudo con todas, porque ya había vendido 166 de ellas. Lo que tenía legalmente se lo dejó a los hijos, pero dos de ellos rechazaron su parte de la herencia, no por pruritos morales sino para no hacerse cargo de las deudas pendientes que dejó la finada.

No corresponde adelantar demasiado. Solo que gran parte de la acción transcurre en una estancia lejana, que el grupo se completa con un fiel mayordomo, también vampiro, militar retirado y torturador apasionado, y una novicia flaquita, delicada, seductora, con habilidades de contadora pública, investigadora fiscal y exorcista oculta. Veremos quién seduce a quién. Y, hacia el final, veremos quién es la persona que está narrando todo esto en inglés, con una voz que suena conocida, y un afecto lleno de orgulloso cinismo por el repudiado dictador.

Digamos también que no es una película perfecta. Algunas partes son más raras que buenas, pero otras son buenas de veras, y hay unas cuantas muy buenas, que serán memorables. Los diálogos propios de caraduras que se consideran grandes patriotas (“eso solo puede ser un acto ilegal para las leyes de este país malagradecido”, justifica a los padres una de las hijas), sus actividades, las vueltas de tuerca, la banda sonora que tanto incluye la Marcha Radetzky, de Johann Strauss, como “Adiós al séptimo de línea”, hoy un clásico de la derecha chilena, la visita a la Casa de la Moneda para ver si alguien puso al fin el busto de Pinochet en la galería de presidentes, la cuidadísima fotografía en blanco y negro que resalta la belleza del cielo patagónico y hace más soportable la visión de los variados crímenes, el uso de la licuadora y el freezer, los vuelos del vampiro con el largo capote militar desplegado como un avión concorde (ya que no como un superhéroe), el gracioso aprendizaje de vuelo de la novicia, la aparición en escena de la narradora, son algunos de los varios puntos a favor, que se suman a las formidables actuaciones del veterano Jaime Vadell (87 años al momento del rodaje), el imprescindible Alfredo Castro, Gloria Munchmeyer, la joven Paula Luchsinger y el resto del elenco, todos buenos.

Autor, Pablo Larraín, al que algunos conocen por sus retratos ficticios, ácidos y elegantes de Jacqueline Bouvier y la princesa Diana, y otros elogian por sus películas chilenas más incómodas y lanzadas. Entre medio está la que gusta a todos, fue la primera candidata chilena al Oscar, y es la de título más corto: “No”.

“El conde” (Chile, 2023); Dir.: P. Larraín; Int.: J. Vadell, A. Castro, G. Munchmeyer.

Fuente Ambito

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