
Brasilia fue escenario de la reunión entre los jefes negociadores del Mercosur y la Unión Europea (UE) que se llevó a cabo martes y miércoles, con el objetivo de discutir la posibilidad de formalizar un instrumento adicional que permita a ambas partes firmar el acuerdo de libre comercio antes de fin de año; algo que, de todas formas, desde Uruguay ven con escepticismo.
Los esfuerzos se siguen dando entre los dos bloques regionales a pesar de las claras discrepancias en algunos puntos —y el hecho de que las negociaciones llevan ya 25 años sin terminar de concretarse. Si bien el consenso todavía está lejos en el horizonte, los jefes negociadores acordaron avanzar en las próximas reuniones a través de videollamadas, para así acelerar las conversaciones e, idealmente, llegara diciembre con el acuerdo Mercosur-UE cerrado.
El gris de esta fecha límite es, en realidad, puede extenderse hasta mayo. Ya en junio habrá elecciones en el Parlamento Europeo y en la Comisión Europea, por lo que el cambio de constitución de ambos organismos supondrá un reinicio de muchas de las discusiones, según cómo sea el reparto de las fuerzas políticas.
Sin embargo, en Sudamérica no se ve con tan buenos ojos una posible postergación. De hecho, el presidente de Paraguay, Santiago Peña, ya emitió un ultimátum —casi unilateralmente— a la UE: de no concretarse el acuerdo a principios de diciembre, el bloque regional desistirá de sus esfuerzos con Europa y buscará negociar con otros grupos multilaterales.
“Le he transmitido al presidente de Brasil que cierre la negociación, porque si él no cierra, yo no voy a continuar en el próximo semestre. Voy a dedicarle el próximo semestre a cerrar acuerdos con otras regiones del mundo que yo estoy seguro que vamos a llegar a un acuerdo muy rápidamente”, expresó al Financial Times.
El problema es que las dificultades no son solo europeas, sino que en el seno sudamericano también hay obstáculos. El principal es la falta de una postura en común, que puede verse todavía más resquebrajada con el paso al costado de Brasil —y Lula— en la presidencia pro témpore del Mercosur —asumirá Paraguay en los primeros días de diciembre— y un posible nuevo gobierno en Argentina para la misma fecha.
Con este escenario en mente, las partes volverán a reunirse a finales de este mes para evaluar la marcha de las negociaciones.
Uruguay, mayormente escéptico
Muy atrás quedó la ilusión del gobierno uruguayo de lograr la firma con Europa para, así, destrabar también las negociaciones por el Tratado de Libre Comercio (TLC) con China.
Las discusiones en torno a las cuestiones medioambientales son los principales obstáculos con la UE, pero también genera disputas internas: Brasil y Argentina quieren reabrir capítulos para plantear “compensaciones” por las exigencias medioambientales en el comercio, mientras que Uruguay y Paraguay se oponen por las demoras que esto podría generar en la firma del acuerdo.
La falta de consenso en la interna del bloque sudamericano quedó explícita en uno de los documentos que los negociadores comenzaron a discutir en Brasilia. Allí, como nota al pie, se señala que Uruguay y Paraguay no están de acuerdo con la reapertura del texto negociado porque genera “asimetrías y desequilibrios”, informó El Observador. En consecuencia, el escepticismo es mayoría en el gobierno uruguayo.
El ultimátum paraguayo también generó incertidumbre entre las autoridades locales debido a la falta de conocimiento previo de semejante postura. Con comentarios sobre la “descoordinación” del episodio desde el Ejecutivo, también hubo sospechas sobre si Uruguay había sido dejado afuera de alguna discusión interna en el bloque, ante los desacuerdos de público conocimiento.
Por su parte, el presidente Luis Lacalle Pou ya ha dicho que no es optimista respecto de la firma del acuerdo Mercosur-UE, incluso tras sus dos reuniones con el mandatario francés Emmanuel Macron —en julio y en setiembre—, cuando alertó del “enlentecimiento” de las negociaciones.
Fuente Ambito