Patricio Pron: historia de dos ciudades y misterios

Una actriz viaja a otra ciudad a empezar de nuevo mientras piensa sobre la desaparición de su padre. Y luego, ese padre piensa en su desaparición. Dos magnéticos relatos sobre tres artistas y el mundo actual, universo de la deslumbrante novela “La naturaleza secreta de las cosas de este mundo” (Anagrama) de Patricio Pron, escritor rosarino, residente en España, premiado autor de ponderada obra. Visitó Buenos Aires y dialogamos con él.

Periodista: ¿La sensibilidad artística de los protagonistas de su novela les hace padecer el que su mundo va quedando atrás y el que viven ya no es su mundo?

Patricio Pron: El ensayista español Félix de Azua habla del acabamiento del Arte en su “Diccionario de las artes”, hipótesis certera de que el arte tal como lo concebimos está concluyendo. Los artistas de “La naturaleza secreta de las cosas de este mundo” perciben que el arte está terminando, y se preguntan por qué continuar produciendo belleza para un mundo que no es capaz de valorarla y ya ni siquiera de comprenderla. Esa pregunta, quienes nos la hacemos, la respondemos de manera distinta. También la responden distinta manera Olivia, la actriz que se vacía de sí misma para ser habitada por los personajes que interpreta; Edward, su padre, artista visual, que huye voluntaria o involuntariamente, y Emma, la madre, artista conceptual, que elige cavar un pozo. Estrategias ante la percepción de estar viviendo el final de algo. Vivimos un momento en el que decenas de cosas parecen estar terminando: el Estado de Derecho tal como lo concebíamos; el trabajo, y el modo en que lo conocíamos; la democracia con diálogos y enfrentamientos esenciales que creíamos que no iban a ser ya puestos en cuestión nunca más; el fin de la naturaleza como algo que no servía de refugio y no como origen de terribles catástrofes que nosotros mismos hemos provocado.

P.: ¿Cómo surgió su novela?

P.P.: La primera imagen que tuve fue la de una mujer que avanza en su auto por una autopista de circunvalación en dirección a una ciudad y va a tener un accidente, ocurre acaso en virtud de haber recordado algo que no sabía que recordaba. Yo no sabía que se llamaba Olivia, que es actriz, que va a Manchester, que los recuerdos tienen que ver con la desaparición de su padre. Para descubrirlo tuve que escribir la novela. Mi proceso no se diferencia del de quien lee la novela, voy descubriendo lo que ha sucedido y lo que está pasando a medida que avanzo.

P.: ¿Se dejó llevar por dos enigmas superpuestos: la causa del accidente que sufrirá Olivia y la incomprensible desaparición de su padre?

P.P.: La desaparición es central. Tema que postula una singularisima paradoja. Durante algún tiempo la persona desaparecida nos impone su presencia, su aparición continuada y persistente. Pero en el caso de la desaparición de una persona cuyo final no conocemos nos impone un duelo aquejado por una falta de fin. El de la novela no es la desaparición por motivos políticos, por el terrorismo de Estado, sino por una politicidad distinta, acaso voluntaria, acaso por azar o por una conciencia emergente. Ese duelo sin fin, ese padecimiento, tal vez sea una forma de entender la contemporaneidad de los muchos finales que nos rodean y la perplejidad a la que nos somete este mundo del fin.

P.: ¿Por qué Olivia, Edward, Emma tienen modos distintos de superar su desasosiego por lo que pareciera estar finalizando?

P.P.: Habitamos un mundo de finales. El filósofo Gunther Anders señala que, a la espera de un fin del mundo, que nunca se produce, habitamos un mundo sin fin, y no sabemos qué hacer con eso. La novela aborda ese mundo del que da cuenta Anders, quien sostiene que existe la posibilidad de que fin sea el nombre a una manera específica de empezar de nuevo. Olivia, libre, amplia sentimentalmente, a sus treinta y tantos años no puede dejar atrás el enigma de la desaparición de su padre cuando tenía catorce años. Vuelve a pensar por qué no se lo pudo hallar, por qué, a pesar de tantas búsquedas, no se encontró su cadáver; al mismo tiempo está encarando un camino que no conoce, se dirige hacia una nueva meta. Edward que cree haber llegado al fin, que ha tratado de dejar todo atrás, solo está ante un nuevo comienzo. Emma intenta enfrentar ese acabamiento haciendo, con obras artísticas. Tal vez en ese mundo de los finales el arte y la literatura sean formas de resistencia.

P.: ¿Un lugar desde donde pensar qué nos llevó a ser quienes creemos ser y qué nos pasa cuando el mundo que esperábamos ver está siendo otro?

P.P.: Es en ese sentido que la literatura es un inmenso reservorio de ideas acerca de quiénes somos y el mundo que nos rodea. Es uno de los pocos ámbitos en que dos ideas por completo distintas pueden ser igualmente ciertas. La libertad y la solidaridad. Algo no habitual cuando la gente cree que la realidad es una sola y que ellos son los únicos que la conocen. Eso coloca a la literatura en ese lugar de resistencia especialmente importante en el momento actual.

P.: ¿Por qué en su obra pasa de documentar dramáticos instantes históricos, por caso, de las torturas y sometimientos a las mujeres, a plantear cuestiones teóricas?

P.P.: Mis libros tienen siempre una pata ensayística, un emborronamiento de los límites entre el ensayo y la ficción literaria, que es el resultado de quienes considero mis maestros. Argentina tiene una larguísima tradición en ese sentido. “La naturaleza secreta de las cosas de este mundo” es una novela en que, si bien a los personajes no dejan de pasarle cosas, piensan en ella todo el tiempo, sin cesar.

P.: ¿Ahora que está escribiendo?

P.P.: Algo completamente distinto, que seguramente no será tan distinto como yo quiero que sea. Esa decisión es mi modo de sentirme intelectual, emocional y políticamente vivo, de continuar escribiendo libros sin estar asfixiado por el peso del pasado propio y ajeno.

Fuente Ambito

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