El Teatro San Martín cumple 60 años de gloria

El San Martín es más que un teatro, es un símbolo de la cultura porteña. Sinónimo de calidad, prestigio y espacio de experimentación, el Teatro General San Martín​,

el San Martín a secas, está cumpliendo 60 años este lunes 25 de mayo.

Su fachada racionalista sobre la avenida Corrientes al 1500 es una imagen directamente asociada con la ciudad que lo alberga, como un obelisco cultural que lo identifica incluso más allá de las fronteras porteñas. Para cualquier actor o actriz es la meca teatral, el sueño de subirse a alguno de sus escenarios puede significar la “consagración”, porque el imaginario popular lo asocia con lo mejor del teatro argentino y universal.

Y eso tiene un asidero de realidad, sostenido por años de ver pasar por allí a los mejores en su rubro. ¿Los que actúan en el San Martín lo hacen porque tienen talento o el San Martín los bendice con su marca de calidad? Podrían ser ambas cosas.

Entrada principal sobre la avenida Corrientes al 1500. Un espacio de encuentro emblemático de la cultura porteña. Foto: Fernando De la Orden.

Su programación, con un repertorio abarcador que incluye tanto a los grandes clásicos como a las expresiones más innovadoras de la escena contemporánea, siempre apuntó a la idea de teatro público, por lo tanto, abierto a toda la comunidad en sus más diversas expresiones.

A lo largo de estas seis décadas los nombres de quienes actuaron en el San Martín, en la mayoría de los casos, se volvieron referentes del género teatral: Alfredo Alcón, María Rosa Gallo, Alicia Berdaxagar, Miguel Ligero, Ernesto Bianco, Alejandra Boero, Juan Carlos Gené, Alberto Segado, Walter Santa Ana, Lucrecia Capello, Roberto Carnaghi​.

Alfredo Alcón en la versión Enrique IV de Luigi Pirandello, dirigida por Rubén Szuchmacher en el Teatro San Martín.

Y también Juana Hidalgo, Osvaldo Terranova, Elena Tasisto, Alejandro Urdapilleta, Aldo Braga, Lautaro Murúa, Onofre Lovero, Tina Serrano. Y más cercano en el tiempo, Joaquín Furriel, Eleonora Wexler, Rita Cortese, Leonor Manso, Laura Novoa, Rodrigo de la Serna, Pompeyo Audivert, Elena Roger, Fabián Vena, Julieta Díaz, Luciano Cáceres, Alberto Ajaka, Paola Krum y Muriel Santa Ana​, entre muchos más se dieron el gusto de pisar sus distintos escenarios.

Se podría hacer una lista similar con los directores y directoras, y sumar los nombres de los más importantes dramaturgos de la Argentina conviviendo en distintas temporadas con los grandes clásicos del teatro universal.

Desde su inauguración, el 25 de mayo de 1960, por los escenarios del Teatro San Martín no sólo han transitado los actores y directores más destacados de la Argentina; también han llegado las más trascendentes figuras y compañías de teatro y danza del mundo.

Mauricio Kartun que, antes de que se desatara la pandemia tenía en cartel su obra más reciente, La vis cómica, cuenta: “No puedo repasar mi experiencia en el teatro sin asociarla inevitablemente al San Martín. No siempre desde sus escenarios; a mediados de los ’60 estudiaba ahí cerca y la confitería del subsuelo, lo que hoy es la sala Cunill Cabanellas, solía ser refugio tranquilo para la lectura y escritorio para mis primeros intentos de narrativa”.

El autor y director recuerda un seminario dictado en los ’70 por el maestro de actores estadounidense Lee Strasberg en la sala Casacuberta, repleta hasta las escaleras, y cómo ese día marcó su futuro. “Sentarme como uno más junto a Inda Ledesma -mi bolche preferida-, ver a tantas actrices jóvenes, tan bonitas y de civil, fue definitivo: el teatro me capturó para siempre. Dos años después Oscar Fessler, mi maestro de dirección, me invitó a acompañarlo en la Martín Coronado (otra sala del teatro) como asistente personal en su montaje de El círculo de tiza caucasiano. Al no ser asistente de planta mi presencia era clandestina y complicada: siempre cerca del piano para escamotearme agachado atrás cada vez que se acercara el director del teatro, Kive Staiff, por entonces”.

Y agrega: “La experiencia no duró mucho, pero sirvió para aprender y vincularse con varios artistas que formaron el grupo Podestá. De aquel elenco salió también mi pareja de toda la vida. No es poca cosa. A partir de los ’80 comencé a estrenar allí con cierta regularidad mis adaptaciones y algunas piezas originales (disfruto hasta hoy la polémica que armó Pericones, dirigida por Jaime Kogan, en la sala grande, la Coronado). Estrené allí también mi primera producción como director. Y vi alguna vez a Shota Rustaveli y a Tadeusz Kantor, que me hicieron cambiar de plano todo lo que creía del teatro. Y hasta que me cesantearon en la escuela de titiriteros di clases allí incluso durante años”.

Y mira hacia el futuro: “Si, como pienso la función de un teatro oficial, se manifiesta en una ruta de doble circulación: hacia afuera ofreciendo una producción de calidad y hacia adentro generando condiciones de crecimiento para sus artistas, creo ser un buen ejemplo (o al menos uno sensato) de lo que ese contramano puede aportarle a un creador”.

Si algo caracteriza a muchos de los que tuvieron el privilegio de actuar en alguna de las salas es la idea de segundo hogar. Sobre todo para aquellos que heredaron la profesión y transitaron por pasillos y camarines desde la infancia. Ingrid Pelicori es una de ellas. La actriz, hija de dos figuras como Ernesto Bianco e Iris Alonso, soñaba con ser parte del elenco estable del teatro cuando todavía era una nena y esperaba a su mamá comiendo un tostado en el bar del subsuelo.

Pero en 1979 el sueño se hizo realidad y pasó a formar parte de la troupe estable. La pandemia fue lo único que la corrió de un escenario por un tiempo, ya que antes de la cuarentena estaba haciendo Cae la noche tropical junto a Leonor Manso.

Leonor Manso e Ingrid Pelicori en una versión de Cae la noche tropical, basada en la novela de Manuel Puig con dirección de Pablo Messiez.

Precisamente Manso dice que el “el teatro San Martín es un lugar de luz, que ha sido y sigue siendo fundamental para la actividad teatral por la calidad y variedad de su programación”. Algo que la actriz destaca, al igual que todos sus colegas es el trabajo del personal del teatro, sin los cuales no sería posible realizar ninguna puesta. “Los amo, siempre están muy comprometidos con su tarea y todo lo hacen de manera tan cariñosa que siempre es un placer estar ahí y les agradezco por eso”, dice Leonor.

Otra actriz que heredó la pasión por la actuación y el amor por el San Martín es Muriel Santa Ana. Su padre, Walter Santa Ana es uno de los nombres ineludibles cuando se repasa la historia de ese teatro. El actor, protagonista de decenas de clásicos como Galileo Galilei, entre otros, realizó las funciones de sus últimas obras prácticamente ciego, pero conocía el escenario de memoria.

Galileo Galilei de Bertollt Brecht con la interpretación de Walter Santa Ana, nombre ineludible en estos 60 años del teatro San Martín.GALILEO-RGB-

Pero el San Martín no es únicamente teatro. En el edificio también funciona el Ballet Contemporáneo, del que han participado algunos de los coreógrafos más importantes de los últimos cincuenta años a nivel mundial y el Grupo de Titiriteros que ya lleva 40 años de existencia, y se destaca por la calidad de sus producciones.

Dirigido por Adelaida Mangani, es el único elenco del país dedicado a esta especialidad, con obras fundamentales del género que recorrieron toda la Argentina y también otros países del mundo. Pero una de las características más importantes de ambas compañías es que, además, tienen sus propias escuelas de formación de donde se nutren futuros elencos de nuevos intérpretes.

El amplísimo Hall del San Martín, rebautizado hace poco como “Alfredo Alcón” en homenaje a uno de sus hijos dilectos, parece una extensión de la avenida (ahora recortada por la semipeatonal), por donde han pasado desde orquestas de tango hasta grupos de hip hop o grupos de swing invitando al público a bailar como en los años ’50. Metamorfoseado para cualquier actividad, incluso hoy, se transformó en una fábrica de barbijos realizados por los propios trabajadores del teatro.

Si bien el teatro es lo que más se asocia directamente con el San Martín, no hay que olvidarse de la mítica sala Lugones (recuperada y reabierta hace poco), que en el décimo piso del edificio fue refugio de cinéfilos con ciclos dedicados a lo mejor del  género. Como tampoco hay que olvidarse de la fotogalería, que como pasadizo secreto conecta con el Centro Cultural San Martín y desemboca en la calle Sarmiento.

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El edificio, que pareciera que siempre estuvo ahí como parte del paisaje de la ciudad, tardó seis años en construirse, en un ambicioso proyecto de los arquitectos Mario Roberto Alvarez y Macedonio Ruiz, que imaginaron y diseñaron esa estructura de treinta mil metros cuadrados, trece pisos, cuatro subsuelos, tres salas para teatro (Martín Coronado, Casacuberta y Cunill Cabanellas), varios salones para exposiciones, un cine y decenas de oficinas. En 2017, se realizaron tareas de reacondicionamiento y puesta en valor en todas sus salas.

Eleonora Wexler es otra de las actrices para quien el San Martín está íntimamente ligado a su vida, no solo profesional sino también personal. “Desde chica mi sueño era trabajar ahí. Hasta que pude tener una audición y mi primera obra fue nada menos que con Alfredo Alcón para hacer La tempestad, de Shakespeare”. Como su personaje era Miranda, años después, la actriz decidió ponerle ese nombre a su hija.

Lejos de la pandemia, en 2019 en el San Martín se realizaron 2031 funciones y fueron 380.457 espectadores los que pasaron por sus salas. Hoy, con una realidad que impide el teatro en vivo, el público se volcó a ver las obras online. Desde el comienzo de la cuarentena ya tuvieron 1.061.035 reproducciones. Una cifra que alivia en medio de la incertidumbre.

Este aniversario en medio de la crisis sanitaria pone en evidencia, aún más, la razón de ser, la historia y las virtudes de la existencia del San Martín. Así lo entiende su director, Jorge Telerman​, a cargo del Complejo Teatral Buenos Aires (CTBA) desde 2015.

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“Sentir su falta en esta realidad que estamos viviendo, nos exige más, nos pone a pensar en el rol de las artes escénicas desde el espacio público”, dice Telerman. “Estas acciones de emergencia como las del teatro online, pueden ser el inicio de nuevos cruces y mezclas para la creación a futuro. Hay una potencialidad que no debilita al teatro, al contrario, le puede dar más herramientas porque, de las crisis siempre surgieron nuevas tendencias”.

Roberto Carnaghi es alguien que también puede dar cuenta de buena parte de la historia teatral que hay entre esas paredes. “El teatro cumple 60 años y yo trabajé por primera vez en la Sala Martín Coronado haciendo la obra de Valle Inclán, Romance de lobos, con Alfredo Alcón en 1970, hace 50″, recuerda el actor que formó parte del elenco estable.

Roberto Carnaghi y Fabián Vena en “La resistible ascención de Arturo Ui”.

“Tuve la posibilidad de ser dirigido por una cantidad de directores: entre ellos Roberto Villanueva, Osvaldo Bonet, Alejandra Boero, Omar Grasso, Jorge Lavelli, Robert Sturúa, por nombrar a algunos. Fue una muy rica experiencia que me permitió un gran crecimiento como actor. Además de realizar giras con el elenco por España y la Unión Soviética”, dice Carnaghi cuyas actuaciones más recientes en el San Martín fueron en El casamiento, de Witold Gombrovicz y La farsa de los ausentes, de Roberto Arlt con dirección de Pompeyo Audivert.

“El San Martín fue para mí, mi segunda casa, un lugar en el que fui muy feliz y estoy agradecido por haber sido convocado a trabajar en él”, asegura. “El teatro hasta me ha honrado con el festejo de mis 80 años hace apenas dos”.

Cristina Banegas recuerda una anécdota de hace 30 años cuando llevó dos obras que ya habían pasado por su sala, El Excéntrico de la 18. “Eran El padre, de August Strindberg, y Antígona, de Sófocles, con dirección de Alberto Ure en la Casacuberta. Haciendo la primera escena de Antígona, mi personaje, escuchaba risitas y comentarios. Era un grupo de alumnos de secundario que no paraban. Entonces decidí cortar yo y explicar por qué no se podía trabajar así”, cuenta.

“Retomamos la escena y no volaba una mosca. Después los técnicos del teatro me contaron que la única persona que había parado una función alguna vez había sido Alfredo Alcón. Puedo decir que tengo el honor de ser la segunda”, dice. Mucho tiempo después, durante una función de Hamlet el año pasado, dirigido por Rubén Szuchmacher, Joaquín Furriel se vio obligado a hacer lo mismo cuando, en pleno monólogo del personaje, empezó a sonar un teléfono y eso derivó en insultos cruzados entre espectadores. Cuando el público retornó a la calma, el actor pudo continuar con “Ser o no ser...”.

Hamlet. Joaquín Furriel en la versión de Rubén Szuchmacher en el San Martín

La Ofelia de esa puesta fue Belén Blanco quien, además debutó con el mismo personaje también en el teatro oficial. “El San Martín no es un lugar donde sólo voy a trabajar, sino un espacio en el que me gusta estar. Arquitectónicamente es precioso y me gusta caminarlo, perderme por los pasillos. Siempre que tengo la oportunidad de trabajar ahí se me da mucho por recorrerlo”, cuenta la actriz.

Espacio de encuentro, oportunidad y posibilidad de consagración, a los artistas que pasan por el San Martín se les exige con una vara muy alta. Pero los resultados siempre son a favor. Así lo entiende Marcelo Lombardero, quien luego de dedicarse a la ópera como cantante y puestista, en 2019 dirigió la obra de texto Colaborar/Tomar partido.

“Siempre sentí la cercanía del San Martín, no solo como artista sino también en lo personal, como ciudadano”, asegura.

Uno de los actores de esa puesta, Osmar Núñez, es otro de los que tocó el cielo con las manos cuando fue convocado para actuar en el teatro. “Cuando hace muchos años vi a Ernesto Bianco en Cyrano, tuve el sueño de llegar a estos escenarios. Fue mi fuente de inspiración y agradezco haber tenido la oportunidad”, dice.

Para Telerman, el contexto de la pandemia generó un nuevo público, inesperado. “Lo que sucedió con el teatro online fue fenomenal y hubo de todo, incluso gente que nunca había visto teatro y se sumó a las funciones por streaming. El desafío es ganar ese público para después”, asegura.

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Así como los escenarios del San Martín vieron pasar obras de Shakespeare, Chéjov, Ibsen, Moliére, Tirso de Molina, y nombres de la dramaturgia argentina,  como Enrique Santos Discépolo, Roberto Cossa y Griselda Gambaro o más cerca en el tiempo, Santiago Loza y el grupo Piel de Lava, artífices de la exitosa Petróleo, cada director dejó su huella en su gestión. Algunos de los más recordados fueron Juan Carlos Muiño, Osvaldo Bonet, Iris Marga, Kive Staiff, Emilio Alfaro, Eduardo Rovner, Juan Carlos Gené, entre otros.

La proyección internacional del San Martín, también se vio reflejada en el intercambio con visitas de grandes compañías y figuras de todo el mundo, desde la alemana Pina Bausch hasta la Escuela Hosho de Teatro Noh del Japón, pasando por Dario Fo y Franca Rame de Italia; el Teatro Máximo Gorki de Leningrado, la Comèdie-Française, el Shakespeare Globe Theatre de Inglaterra y la Compañía Nacional de Teatro Clásico de España, entre muchísimos otros.

Pero si hablamos de cumpleaños, no pueden faltar los festejos.

Algunas de las actividades previstas para la celebración

El Teatro San Martín ha programado una serie de actividades para celebrarlo a través de (la web del Complejo Teatral de Buenos Aires; https://complejoteatral.gob.ar) y Cultura en Casa.

Este lunes 25 de mayo a las 19.30, se ofrecerá Copenhague, de Michael Frayn y dirección de Carlos Gandolfo, que estará disponible hasta el 31 de mayo.

Un rato antes, a las 19, Jorge Telerman conversará en vivo con Eleonora Wexler a través de la cuenta de Instagram del CTBA (@elsanmartinctba ).

El sábado 30 de mayo también se podrá ver online Mein Kampf, farsa, de George Tabori, con dirección de Jorge Lavelli y protagonizada por Alejandro Urdapilleta, Jorge Suárez, Villanueva Cosse y Cecilia Rossetto.

Y desde el sábado 6 de junio, Enrique IV¸ de Luigi Piran dello, dirigida por Rubén Schumacher, con Alfredo Alcón, Elena Tasisto, Osvaldo Bonet, Horacio Peña y elenco.

Elena Tasisto. La actriz, dirigida por Carlos Gandolfo en En casa/en Kabul.

Además, la sala Lugones exhibirá una programación especial con diez de sus filmes históricos. En la web del complejo se ofrecerá una original aproximación a través de las imágenes a la historia del San Martín, junto con el recorrido fotográfico por los sesenta años.

El Ballet Contemporáneo y el Grupo de Titiriteros, los elencos permanentes del Teatro San Martín, mostrarán videos con producciones artísticas realizadas en este nuevo contexto con imágenes inéditas del trabajo de estas dos compañías.

Por otra parte, el Área de Formación Artística organizó una serie de acciones interactivas para la comunidad, pensadas fundamentalmente para los niños y los adultos mayores, con juegos, concursos, trivias y más. Para más información se puede consultar: www.complejoteatral.gob.ar.

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WD

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