Tras varios meses de pausa por las restricciones del coronavirus, el presidente Donald Trumprelanza este sábado su campaña electoral cara a cara con sus seguidores,
con un masivo acto en Oklahoma con el que desafía las advertencias de los expertos sobre posibles contagios y en medio de un ambiente tenso con miles de manifestantes opositores en las afueras del estadio.
Cuando las encuestas lo ubican con un marcado descenso en las últimas semanas, Trump busca retomar impulso en terreno conocido y favorable. Por eso organizó un multitudinario acto en Tulsa, una ciudad en el conservador estado de Oklahoma, en un estadio colmado con capacidad para 20.000 personas, a pesar de que los profesionales de la salud desaconsejan reuniones masivas y sin distancia social, sobre todo cuando en varios estados se están viendo rebrotes de casos. Este mitín es uno de los mayores eventos bajo techo en el país desde que las grandes congregaciones fueron suspendidas en marzo, cuando se inició el estado de emergencia.
Los trumpistas hicieron filas afuera del estadio desde muy temprano, algunos incluso pasaron la noche en carpas, con la ansiedad de ver de nuevo a su líder. En ese lugar, el BOK Center, iban a presentarse en pocos días Bon Jovi y más tarde Justin Bieber, pero sus shows fueron cancelados por el virus.
Trump, sin embargo, tiene apuro por reasumir el contacto con su gente: dijo que los asistentes “asumen un riesgo personal” y que “eso es parte de la vida” y siguió adelante. Los organizadores dicen que tomarán la fiebre y distribuirán barbijos, pero no obligarán a utilizarlo. Trump jamás lo ha usado. En anticipo de lo que puede ser un desastre sanitario, por la tarde se anunció que seis organizadores del acto habían testeado positivo de coronavirus y habían sido apartados de los trabajos.
Desde temprano este sábado se congregaron seguidores de Donald Trump para el acto en Tulsa, Oklahoma. /AP
Pero el riesgo no solo estará en el contagio sino también en posibles choques con miles de manifestantes opositores que se esperan que lleguen incluso desde otros estados. El estadio se vio rodeado con vallas custodiadas por agentes estatales y por hombres en trajes camuflados de la Guardia Nacional. Las protestas en todo el país se multiplicaron tras el asesinato de George Floyd en manos de un policía blanco el 25 de mayo y crecieron tras la poca empatía de Trump con la familia de la víctima y la situación de millones de afroamericanos en Estados Unidos que sufren racismo y violencia policial.
Trump ya advirtió en Twitter el viernes a los manifestantes que habrá mano dura: “A cualquier manifestante, anarquista, agitador, saqueador o malviviente que vaya a Oklahoma, por favor entienda que no será tratado como en Nueva York, Seattle o Minneapolis. Será un escenario muy diferente”, sugiriendo que las autoridades de esos distritos habían sido demasiado benignas.
Sólo una minoría de los asistentes al acto de campaña de Trump en Tulsa llevaron barbijos. /AP
Que Trump haya elegido Tulsa también indigna a los manifestantes. Esta ciudad fue protagonista de una masacre racista en 1921, cuando hubo una matanza de unos 300 residentes negros en manos de blancos en un distrito financiero creado por afroamericanos. La frase “Black Lives Matter”, fue escrita el viernes en una calle esa zona, como hicieron hace semanas frente a la Casa Blanca. El acto original estaba previsto para el viernes, otra fecha clave (Juneteenth, la emancipación del último enclave de esclavos), y Trump tuvo que posponerlo para este sábado.
La policía de Oklahoma controla a los manifestantes que marchan contra Donald Trump en Tulsa, este sábado. /REUTERS
La pandemia no solo cambió la vida de los estadounidenses, sino que descolocó totalmente a la campaña presidencial que se definirá el 3 de noviembre, con dos candidatos dentro de los grupos “de riesgo” como Trump, que recientemente cumplió 74 años, y Joe Biden que tiene 77.
Cuando se suspendieron los actos y le gente se recluyó en sus casas, el presidente se las ingenió para ocupar el centro de la escena con conferencias de prensa diarias sobre coronavirus transmitidas en directo, un momento en el que ganó gran popularidad. Pero luego empezó a perder pulso con una serie de declaraciones desafortunadas (la irrisoria ingesta de lavandina para frenar el virus, por ejemplo) y de enfrentarse con sus propios expertos en salud y se bajó de ese atril. Mientras Trump tenía esa vidriera, Biden buscaba conectarse con sus seguidores a través de las redes sociales o de Zoom desde el sótano de su casa. No ha vuelto a hacer actos masivos.
Mientras tanto, la economía se derrumbaba y el panorama era muy distinto a cuando se suspendió la campaña. La tasa de desempleo es ahora de 13,3% y se estima que el PBI caerá cerca de un 10% este año. La indignación por el asesinato de Floyd y la actitud de Trump terminaron por impactar la intención de voto en las encuestas: hoy Biden supera a Trump por 8,8% a nivel nacional, según un promedio de RealClearPolitics. Además, el demócrata le lleva ventaja también en estados clave como Florida (6%), Pennsylvania (5%) y Wisconsin (5%). Apenas una cuarta parte de los estadounidenses dice que el país va en buena dirección.
Trump necesitaba salir inmediatamente al ruedo para recuperar terreno. Si bien falta mucho para noviembre, y el magnate ha demostrado ser de “teflón” ante miles de escándalos, hay un tema que puede perjudicarlo. El necesita tiempo para retomar la delantera e intentar que la economía levante algo de cabeza. Pero por temor al coronavirus, muchos emitirán su voto de manera anticipada, por correo. El precisa seducir a los estadounidenses desde ahora, lo antes posible. Después puede ser demasiado tarde.
Washington, corresponsal
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