Mil ciento veintiocho días son demasiados. Para lo bueno, para lo malo y para casi cualquier cosa. En tres años, un mes y un día los sentimientos se agarrotan, la cabeza asume
donde antes se revolvía y el cuerpo no puede más que dejarse llevar. Es la norma que podría aplicarse a tantas circunstancias de la vida que una hoja en blanco no haría más que servir como marco a una fotografía infinita. Quizá, puesto a sintetizarlo todo en una, pueda convenirse que la de Bruno Soriano vestido de amarillo impoluto amarrándose el brazalete de capitán al bíceps izquierdo y pisando el césped del La Cerámica sea una de las más representativas de cómo el paso del tiempo nos afecta…. Ver Más
Fuente La Razon: