Los exilios dorados que ofrece el Presidente a los albertistas que tuvo que echar de sus cargos

Con la oferta que Alberto Fernández le hizo a la pronta exministra de Justicia, Marcela Losardo, se genera una tendencia o, al menos, un estilo: el Presidente

suele ofrecerle a los funcionarios que debió descartar la posibilidad de un exilio dorado. En el caso de su socia comercial, la oferta fue la representación argentina ante la UNESCO, con sede en París. Pero no es el único destino para los albertistas salientes.

El mismo puesto en la capital francesa había sido ofrecido a la ex ministra de Desarrollo Territorial y Hábitat, María Eugenia Bielsa, luego de haber sido empujada a la presentación de su renuncia, tras la carta bisagra de Cristina Kirchner sobre “los funcionarios que no funcionan”. La rosarina, que fue reemplazada por el ex intendente kirchnerista Jorge Ferraresi, prefirió volver a su ciudad natal.

El cargo que rechazó Bielsa y que ahora detentará Losardo -la más albertista de las piezas que el Presidente había elegido para su gabinete- es un codiciado puesto de Cancillería, que estaba vacante desde el fallecimiento por Covid del cineasta Pino Solanas, el 6 de noviembre pasado.

La renuncia a Ginés González García fue protocolar. Alberto Fernández se vio forzado a echar al exministro de Salud tras el escándalo del Vacunatorio VIP que reveló Clarín. Sin embargo, el Presidente tuvo más que palabras elogiosas para con el sanitarista hasta el final.

Será por ello que trascendió rápido que su eyección podría venir con un salvoconducto para el ocaso de su carrera política: el puesto de embajador en Colombia, se dijo, una plaza diplomática disponible la partida de Marcelo Stubrin, durante el gobierno de Mauricio Macri.

María Eugenia Bielsa, ex ministra de Desarrollo Territorial y Hábitat y Alejandro Vanoli, ex Anses.

Al parecer, la oferta quedó en una nebulosa de indefinición. Hubo quienes habrían recomendado no premiar a Ginés con un cargo con el escándalo de privilegios tan fresco y próximo.

De formalizarse, no sería el primer puesto diplomático para él: en la gestión de Cristina Kirchner fue enviado a la embajada de Chile, tras su paso por el gabinete de Néstor Kirchner.

Si el organigrama de ministerios se dividiera por quién tira del hilo oculto que los maneja, el cubículo de González García habría quedado en las áreas albertistas y no de la vicepresidenta. El exministro, como su sobrino también eyectado Lisandro Bonelli, venía de una última militancia bajo el paraguas del Frente Renovador de Sergio Massa.

El final de Ginés y la oferta diplomática en Colombia. Foto Enrique García Medina

Guillermo Nielsen no ostentaba ministerio pero sí un cargo codiciado y relevante: la presidencia de la petrolera estatal YPF. Y de allí debió irse en enero -reemplazado por Pablo González- hacia un destino exótico: la Embajada argentina en Arabia Saudita.

El economista, que trabajó fuerte en la campaña de Alberto -un crítico del cristinismo que fue usado de ejemplo para acrecentar esa imagen independiente que se le quiso endilgar a la figura del entonces candidato- también tenía antecedentes de diplomacia política: fue embajador en Alemania, entre 2008 y 2010.

La excepción a la regla fue para el renunciado Alejandro Vanoli, que salió de la ANSeS tras las filas de jubilados en bancos durante la cuarentena estricta. Su lugar lo ocupó la camporista María Fernanda Raverta. Y Vanoli se fue a la casa.

Alberto Fernández suele tener la deferencia de lamentarse antes de aceptar la renuncia de uno de sus funcionarios. Incluso cuando la realidad se lo exige. El acto protocolar del pedido y la aceptación suele ser una manera elegante para morigerar el acto de echar a alguien.

Guillermo Nielsen, de YPF a Arabia Saudita.Foto German Garcia Adrasti

“Yo lo que quiero es que ella siga trabajando conmigo, no quiero que se vaya, pero ella me ha manifestado su decisión y bueno, vamos a ver cómo lo arreglamos”, había dicho cuando confirmó la salida de Losardo, su socia desde hace décadas, en un estudio jurídico de la avenida Callao.

De existir, Losardo era el albertismo en sí misma. Ningún bálsamo mejor que las luces de París para alguien que le dijo a su amigo de toda la vida sentirse “agobiada”.

Ante la salida de Bielsa, el Presidente dijo que “hizo un enorme trabajo al crear un ministerio, algo para nada sencillo de hacer”. En los pasillos de la política se decía que cuando el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, le comunicó su salida, Bielsa dijo: “A mí me nombró el Presidente y me tiene que pedir la renuncia el Presidente”. Y allí llegó el llamado del mandatario.

A Ginés, Alberto Fernández le exigió la renuncia “con dolor”. “Era un gran ministro y además lo quiero”, sostuvo.

Marcela Losardo, en la asunción de Alberto Fernández. Estuvo poco más de un año como ministra de Justicia.

Alberto Fernández reniega cuando se dicen que “se kirchnerizó”. Responde que él fue fundador del kirchnerismo. Un argumento tan cierto como sostener que llegó a estar lo suficientemente lejos cuando renunció ante Cristina y la criticó desde el llano.

Tal vez, ahora que se suceden las salidas de supuestos “funcionarios que no funcionan”, el Presidente trata de que sus fieles no sufran el desamparo ni el mismo recorrido. Nada mejor para ello que la carga diplomática.

DS

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