El Barça salió como en París, con el mismo once y el mismo dibujo, dispuesto a ponerse a cuatro puntos del Atlético y confirmar su candidatura a ganar la Liga. Messi igualaba
a Xavi en partidos jugados, 767. Durante el día, Xavi había hecho unas declaraciones diciendo que Laporta ha sido el mejor presidente de la historia del club y que está convencido de que podrá reconducir al club en lo deportivo y lo económico. A mí me parece muy bien que cada cual defienda sus intereses, pero lo de Xavi durante la pasada campaña electoral fue tan oportunista, tan egoísta y descarado que hasta al futbolista, sabiendo cómo son de ególatras, se le puede exigir algo más de generosidad. Primero trabajó con Víctor Font un ambicioso proyecto de planificación deportiva para el Barça, y cuando durante la campaña vio que Laporta tomaba la delantera, renegó de Font e hizo ver que ni lo conocía, aunque sin apoyar a ninguno de los candidato. Sólo ha apoyado a Laporta cuando Laporta ha ganado, para congraciarse con él y ver si le ficha para la próxima temporada. A Xavi le tengo mucho cariño, pero un poco de compromiso y no tanto cinismo tendría que ser exigible hasta para un jugador de fútbol. Messi, como en París, iluminó la portería y la noche y mi ciudad de un soberbio trallazo que entró tras rebotar en el travesaño. Golazo. Buenos partidos últimamente del argentino, que parece como regresado al Barcelona y al fútbol con el nuevo presidente. El Huesca iba teniendo lo suyo y pese a la momentánea victoria no tenía el partido controlado y en cualquier momento podía pasar cualquier cosa, y no necesariamente buena. Mejoría Los de Koeman se mantenían en su mejoría pero se mostraban aún demasiado vulnerables. Eso sí, los ataques muy vistosos, muy alegres, muy veloces, como si junto con el regreso de Laporta hubiera resucitado Cruyff. Jordi Alba cruzó un cañonazo al larguero, dando forma a una magnífica asistencia de Messi. Es tal el buen estado de ánimo del equipo que hasta este despropósito para el Barça que siempre ha sido Griezmann marcó de un bellísimo y lejano disparo un gol muy parecido al de Messi, también por la escuadra. De Jong se sumó a la fiesta del larguero pero al final la pelota no entró. El pescado parecía vendido y que era un exceso pedirle mucho más a la noche de lunes de invierno, aún en plena pandemia, pero el árbitro pitó un penalti impresentable, por un supuesto contacto de Ter Stegen a Rafa Mir, ni remotamente suficiente para justificar la pena máxima y además la pelota ya había pasado y de largo. Una invención de Cordero Vega, con la deplorable pasividad del VAR, reabría pues lo que el fútbol había cerrado. Pero la noche le era más propicia al Barça que cualquier error lamentable y Mingueza a la vuelta del descanso volvió a marcar las distancias de un cabezazo. El partido volvía a estar donde en justicia le tocaba y el Barça poco a poco lo fue meciendo y durmiendo como cantándole un arrullo. De todos modos Rafa Mir, a continuación, perdonó el 2 a 3 rematando grotescamente con el hombro, en lugar de la cabeza, a bocajarro y a puerta vacía, un centro de Escriche. Remate grotesco Cada vez estoy más acostumbrado a ver cómo personas inteligentes y valiosas -y Rafa Mir es un muy buen delantero- toman las más absurdas decisiones en momentos decisivos. Cuesta de imaginar un posible motivo para rematar de una manera tan grotesca algo que podía resolverse muchísimo más fácil, pero bueno, tampoco hay mucho de qué extrañarse si pensamos que alguien como Pablo Iglesias ha llegado a vicepresidente del Gobierno. Ayer, cuando anunció que se marchaba, recordé con estupor que había llegado. Messi marcó el cuarto de una bella parábola. Un Barça un tanto relajado, destensado, como si más que un partido de Liga hubiera celebrado un entrenamiento de puertas abiertas, dio demasiadas facilidades al rival pero jugó alegre y luminoso, como regresado al espectáculo y la competitividad. La Liga ya no es un sueño irreal.
Fuente La Razon: